26

Raid estuvo un rato examinando unos documentos. Mirella se presentó dejándole sobre el escritorio una taza de té caliente. Ella, durante esos días había sospechado que algo le estaba sucediendo a su esposo. Él, no parecía estar tan saludable como antes, pero no quería preguntarle directamente porque Raid no lo tomaría de buen humor.

—¿Continúas ocupado?

Raid elevó la mirada y la vio.

—Por supuesto, ¿qué te trae por aquí? —inquirió de mala gana.

—Solo creía que te haría bien beber un poco de té, adelante —emitió.

—Gracias. ¿Por qué no te vas si solo has venido a traerme esto? Estoy ocupado.

—¿No puedes ser amable conmigo? Además, creí que podemos hacer algo más.

Ante las palabras de su esposa el hombre golpeó con dureza la superficie del escritorio y la mujer dio un respingo.

—¿Qué sucede contigo? Sal de una vez, Mirella. No me hagas enfadar.

—Raid... Deja en paz a esa muchacha —solicitó con valor —. Ella es buena, amable, una chica diferente. No arruines su vida.

—¿De qué mi
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