Siéntete como en casa

Me metí a la cama también, tomé un calmante para que no doliera tanto. Estaba triste, por supuesto, habían sido más de dos años juntos. Y si bien Jason no era un príncipe azul, lo quería. Y que todo termine así me dolía. No lo merecía, no era justo todo lo que me había hecho, sobre todo sin merecerlo. Pero ahora pertenecía al pasado, no lo perdonaría nunca. Las lágrimas comenzaron a caer por mi rostro sin compasión.

Los días pasaron, la tristeza por la separación con Jason no me daba tregua. Dorian había llamado constantemente, pero no lo quise atender. No estaba de ánimo para ver a nadie.

 —Vamos Sami, levántate. ¿Quieres que vayamos a pasear? —me incitaba mi hermana.

 —No Elle, no tengo ánimos. Gracias.

Resignada, apagó la luz y abandonó la habitación.

 —¡Suficiente levántate! —abrí los ojos confusa. ¿Estaba soñando con él otra vez?

 —¿Dorian?

 —Levántate ahora mismo.

 —No tengo animo Dorian. ¿Qué haces aquí?

 —No contestas mis llamadas, no quieres atenderme y ya me cansé. Tu hermana me ha pedido que te saque de la cama, y eso planeo hacer —de un tirón quitó el acolchado, me agarró de las muñecas y me levantó, me cargó sobre su hombro y me sacó de la habitación.

 —¡Bájame Dorian! ¿Qué crees que haces? —me dio un pequeño chirlo en el trasero.

 —Ese imbécil no merece un segundo de tu tiempo, ni siquiera tu lástima. —Decía enfurecido mientras me metía al baño— Te darás una ducha y te vestirás. ¡Anda! ¡Muévete Samantha!

Me dejó en el piso y cerró la puerta detrás de sí. Me quedé de piedra. ¿De dónde salió eso? Con la boca aún abierta abrí el grifo de la ducha, me quité la ropa sucia y me metí bajo el agua. Luego de un largo y revitalizante baño salí envuelta en la toalla en camino a la habitación. No había señales de Dorian por ningún lado. Me puse un pantalón deportivo, una remera y un saco fino encima. Sequé mi cabello y me fui a la cocina. Y ahí estaba él… estaba quitándose el saco y arremangando su camisa.

 —¿Qué crees que haces Dorian? —pregunté confundida al verlo reír y bromear con mi hermana.

 —Voy a preparar la cena, pequeña —contestó sin tapujos.

 —Aparentemente Dorian es un gran cocinero —interrumpió mi madre desde el sofá. Me quedé atónita. De repente parecía parte de la familia.

 —Ya verás Grace, querrás adoptarme —bromeó con mi madre ante mi aturdida mirada.

 —¿Cómo puedo ayudarte? —preguntaba Elle embelesada.

 —Puedes guardar esas bolsas, el resto lo usaré —contestó mi ángel señalando las que estaban en el suelo.

 —¿Qué es todo esto Dorian? ¿Tú lo compraste? —la mesa estaba abarrotada de bolsas de víveres.

 —¿Importa?

 —¡Por supuesto que sí! —se acercó lentamente a mí. Me tomó por la cintura y me habló muy lenta y pausadamente al oído.

 —Compórtate pequeña. Y déjame que me encargue de ti como corresponde. Se una buena niña y hazle compañía a tu madre —luego besó mi mejilla y se metió a la cocina.

No pude decir nada, me quedé muda y me fui a sentar junto a mi madre, mientras ellos cocinaban. Mi madre lucía absolutamente encantada con Dorian y ni hablar de mi hermana, que sólo le faltaba suspirar cada vez que él le hablaba. Me reí de la situación, era lógico, Dorian era absolutamente encantador, no sólo su aspecto, sino su forma de ser, amable, educado, cortés, simplemente encantador. No habría mujer que se le resista. Todo eran risas y bromas. El ambiente en casa había cambiado por completo. Y yo comenzaba a sentirme mucho más animada.

 —Pequeña ven un momento —llamó mi ángel y yo acudí raudamente.

 —No soy buena en la cocina, no sé si te conviene tenerme aquí… —bromeé con él.

 —Prueba esto. Dime si está sabroso —con la cuchara de madera tomó un poco de la salsa y me lo dio en la boca. Sabía delicioso.

 —¡Exquisito! ¿Qué es? —pregunté lamiendo mis labios. Paso su dedo pulgar por la comisura de mi boca y limpió el exceso de salsa, luego se llevó el dedo a la boca, ese simple acto me hizo ruborizar y desear besarlo.

 —Pollo a la crema con pastas.

 —Eres un chef de lujo —me regaló una genuina sonrisa.

 —Pon la mesa, pequeña —como él pidió dispuse la mesa para los cuatro, ayudé a mi madre a llegar a ella y las tres nos sentamos ansiosas.

 —¿Puedes tomar vino Grace? —preguntó mi ángel.

 —Sí, pero solo una copa Dorian. Gracias —él mismo nos sirvió la comida y la degustamos ansiosas, estaba exquisita.

 —¿Cómo es que cocinas tan bien Dorian? —preguntó mi madre.

 —De chico vivía castigado, me metía en muchos problemas, por lo que lo único que podía hacer era estar en casa, y ya que ni el televisor me dejaban usar, me la pasaba en la cocina con mi nana ayudándola, ahí aprendí a cocinar.

 —No imagino como podías meterte en problemas —respondí dudosa, no parecía del tipo problemático.

 —Siempre me molestaron las injusticias, así que terminaba metido en peleas ajenas por defender a alguien.

 —Eso porque eres un hombre maravilloso —contestó mi madre para mi sorpresa.

Cenamos entre charlas, se sentía como si Dorian perteneciera a nuestra familia. Su sencillez, hacían más fácil quererlo y yo a esta altura, ya estaba loca por él.

Luego de la cena, levanté la mesa, pero él me impidió lavarlos. Elle acostó a mi madre, que se despidió afectuosamente de Dorian y le hizo prometer que la próxima vez sólo sería un invitado en nuestra mesa. Él aceptó gustoso. Mi hermana astutamente se disculpó y se fue a la habitación a leer y descansar, dejándonos convenientemente solos. Me acomodé en el sillón y tomé la manta y la coloqué sobre mis piernas, la televisión estaba encendida y disimulé verla.

 —Bueno pequeña, gracias por esta noche.

 —¿A dónde crees que vas? —respondí en tono de reprimenda.

 —¿Disculpa? —lucía sorprendido por mi reciente muestra de carácter.

 —Ven, hazme compañía un rato. ¿Te gustan las películas de época?

 —No particularmente. ¿Qué tienes en mente?

 —Está por comenzar una de mis favoritas. “Expiación, Deseo y Pecado” ¿La viste?

 —No, jamás.

 —Ven. ¿Qué películas te gustan? —pregunté mientras se acomodaba a mi lado.

 —Acción, terror, suspenso… ya sabes.

 —Sí, eres un hombre, ya entendí —respondí divertida con una mueca. Él me miró con recelo, también divertido. Me levanté en busca de helado, mi favorito Rocky Road y salsa de chocolate. Tomé dos cucharas y volví a su lado. Le ofrecí una de las cucharas y nos entretuvimos viendo la película y comiendo helado. Cuando terminó él se giró a mirarme de frente.

 —Mira pequeña, me tienes como un idiota y hace años que dejé de ser un adolescente. Realmente quiero conocerte mejor. ¿Cenarías conmigo mañana?

 —Me encantaría Dorian —su sonrisa me quitó el aliento.

 —Pasaré por ti a las 8pm. ¿Está bien?

 —Perfecto. Estaré esperándote.

 —Debo confesarle Señorita Clark que mis intenciones con usted no son nada inocentes —Me soltó imitando el acento inglés de Robbie Turner.

 —No esperaba otra cosa de usted Señor Archibald —respondí en el mismo acento.

Dulcemente tomó un mechón de mi cabello que caía sobre mi rostro y lo acomodó detrás de mi oreja, acarició mi mejilla con la yema de sus dedos, instintivamente abrí mis labios invitándolo a besarme. Se acercó lentamente hasta quedar a escasos centímetros de mi boca y se detuvo. El deseo me consumía. Quería besarlo y perderme en su cuerpo. Pero me moría de miedo a que me rechace.

 —¿Quieres que te bese, pequeña? —preguntó con voz seductora.

 —S-sí —respondí con voz temblorosa.

 —Aún no Sam. Primero debes saber quién soy y qué quiero de ti.

 —¿De qué estás hablando?

 —Ya lo verás. Mañana… ahora me iré. Descansa Sam —besó mi mejilla y se levantó. Me quedé como estatua. ¿Acababa de rechazarme? Por supuesto, ¿Cómo podría atraerle? Dorian podía tener a la mujer que quisiera, las más hermosas y elegantes mujeres del mundo, todas rendidas a sus pies. Y yo era sólo una chica del Bronx, simple, del montón. Se puso el saco y se fue.

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