La luz negra con pequeños matices rojos apenas iluminaba el lugar, era un largo pasillo que daba a unas escaleras angostas hasta llegar a un subsuelo. Dorian me sacó el tapado y el bolso, junto con su chaqueta y se los entregó a un joven que atendía el guardarropa. Luego había como una cabina, donde él entregó algo y pasamos a un amplio salón. La iluminación era casi tétrica, el lugar era muy amplio, había mucha gente. Sobre uno de los costados unos cuantos sillones y unas mesas bajas, al fondo del lugar ¿Mis ojos veían bien? ¿Cruces de madera?, no estaba segura. Luego una especie de bancos. Y otros mobiliarios que jamás había visto. En el costado opuesto una barra.
Una joven muy hermosa se nos acercó. Vestía como una condesa o algo así. Su rubio cabello al aire se movía mientras avanzaba hasta nosotros. Dorian apretó con cari&ntil
No podía dejar de pensar en todo lo que había visto, y no llegaba a entender por qué lo hacían. Y lo que era peor, a Dorian le gustaba todo esto. ¿Pero qué tenía que ver conmigo? ¿Esperaba qué yo me uniera a su pequeño club de perversión? ¿Quería que fuera como Kim y Blake? ¿Sería capaz de hacer algo así? Estaba llena de preguntas. Y lo que era peor, estaba absolutamente curiosa por todo eso. Quería estar con Dorian, de eso no había dudas, pero ¿Estaba dispuesta a pasar por todo esto, para tenerlo? Y lo que más me asustaba de todo, era la enorme excitación que sentía, por mucho que me negué a aceptarlo, me había excitado, estaba empapada de mis propios fluidos, inquieta, deseosa…—¿Y bien? —interrumpió Dorian mis pensamientos.—¿Cómo dices?
Elle estaba sentada en la cocina ojeando una revista cuando entré.—Hola Elle.—Hola Sami. ¿Cómo te fue?—Bien, ya me quitó los puntos, me dio una semana más de reposo.—Perfecto. ¿Y cómo sientes la mano?—Bien creo… aunque algo adormecida. Quiero ver como la siento con el chelo.—Claro.—Vuelvo enseguida —me metí en la habitación y busqué el estuche de mi Müller. Era momento de saber si todo estaba intacto.El miedo me estremeció. El sólo pensar en no ser capaz de tocar… me senté en la cama, acomodé mi instrumento entre mis piernas y descansé el mástil en mi pecho, tomé el arco, cerré los ojos y dejé que la música fluyera en mí. Elegí una sonata de
Comencé a leerlo detenidamente, no me lo podía creer, realmente era detallado, más leía más se apretaba el nudo en mi estómago, una mezcla de temor y excitación se abrían paso en mí. Pero había algunas cosas que necesitaba discutir con él.Se acercó a la mesa trayendo la cena para los dos. Dejó frente a mí un plato de cordero a la ciruela con vegetales y papas al horno. Me sirvió una copa de vino y también se sentó en silencio mientras yo terminaba de leer. Me tomé unos minutos para sopesar mis opciones y di un trago a la copa. Lo miré a los ojos. Lucía intranquilo, ansioso, no lo sé con certeza. Corté y tomé un trozo y me lo llevé a la boca y lo saboreé.—Bien Sam. ¡Estás poniendo a prueba mi paciencia, di algo por favor!—Estoy tomando valor, dame un m
—¿Estás bien Sam? —preguntó en mi oído.—Sí, algo abrumada, pero bien.—Eso es normal. ¿Lo disfrutaste?—Mucho ¿Y tú?—También pequeña, eres una máquina de placer para mí.—Me alegro mucho —respondí nerviosa.—Debes dejar la vergüenza de lado Sam. No quiero que te sientas así conmigo. Necesito que te sientas libre.—Es difícil Dorian, jamás viví todo esto, la forma en que me miras, me tocas, me besas…—Tendrás que acostumbrarte, así deberías ser tratada siempre, y a partir de ahora así será.—Lo intentaré, lo prometo —estaba siendo sincera, quería que él esté orgulloso de mí. 
Llegamos al hospital y fuimos directo a la cafetería del patio y en una mesa los encontramos charlando.—¡Que alegría verlos! —se levantó Blake enseguida y me abrazó con cariño mientras me daba un beso en la mejilla.—Hola Blake —respondí con timidez—Hola preciosa —esta vez pasé a brazos de Luke. Mientras Blake abrazaba a Dorian.—Hola Luke, que bueno verte.—¿Cómo está tu mano? —preguntó enseguida.—Mejorando, me duele un poco aun cuando toco.—Mejorará, lo prometo. Igual puedes venir a verme si no pasa.—Gracias, encontré unos ejercicios para hacer y me ayuda con el dolor.—Muero de hambre, busquemos algo de comer —insistió mi ángel y nos dirigimos hasta el bufet. Yo tom&ea
La mañana pasó rápido, cerca del mediodía fui a Manhattan a almorzar con Molly. Nos encontramos a unas cuadras del campus. Ni bien entré ella estaba esperándome.—¡Hola Molly!—¡Hola Sami! Siento que hace meses que no te veo.—Lo sé, ¿Cómo estás?—Bien ¿y tú?—Mejor imposible.Almorzamos por casi dos horas mientras nos poníamos al día. Me contó que había visto a Jason algunas veces y que le habló muy mal de mí, estaba muy enojado. También me dijo que hoy daban los resultados de las audiciones. Ni bien llegamos a la universidad, aún no estaban publicados quiénes participarían del concierto anual de Central Park, un gran evento al aire libre que cada año se realizaba para despedir el año viejo. Era
El agua se sentía de maravilla sobre mi trasero, mi piel ardía y se sentía tirante. Tomó una suave esponja y comenzó a lavarme con delicadeza, yo me dejé hacer lo que él quisiera. Esas pequeñas muestras de cariño, después de comportarse frío y distante, me sentaban de maravilla. Y me hacían notar que sólo eran parte del juego, un juego perverso, sexy y lleno de deseo y pasión, pero sabía que le importaba, y que seguramente estaba sintiendo las mismas cosas que yo. Así que tomé valor y lo dije en voz alta.—Te quiero Dorian —me arrepentí en cuanto lo dije.—Y yo a ti pequeña, me vuelves loco —respondió mirándome a los ojos. No pude contener el beso, fue suave y cariñoso. Luego fue mi turno de bañarlo y me tomé mi tiempo en hacerlo y disfrutarlo. Cuando terminamos nos fu
Una espantosa arcada me despertó violentamente, salté de la cama y corrí al baño. Al principio me desorienté un poco, luego me di cuenta que estaba en casa de Dorian. «Mi maldita suerte». Luego de dejar la noche anterior en el retrete, lavé mis dientes y mi cara, lucía salida de una película de terror. Me veía fatal y me sentía aún peor. Me metí en la ducha para tratar de mejorar mi semblante. El agua caliente ayudó, pero aún tenía el estómago al revés. Casi me arrastré hasta la habitación, el sol entraba por la ventana y me hacía doler más la cabeza. Busqué ropa interior en mi cajón, y me puse la remera de Yale de Dorian que usaba para dormir. Él no estaba en la cama, así que llena de culpa y algo de temor fui en su búsqueda. Me asomé a la cocina y allí estaba, sentado ojeando