Capítulo 2

Althea caminaba por las calles de la ciudad, con la luz de la luna iluminando su camino. Las sombras se alargaban a su alrededor, creando figuras extrañas y misteriosas. A pesar de la calma aparente, sentía una inquietud en el aire, como si algo la estuviera observando desde las sombras.

Las palabras del libro que había leído en la tienda antigua resonaban en su mente. Historias de ángeles y demonios, de batallas entre el bien y el mal, y de seres sobrenaturales que vagaban por la tierra. Aunque parecían fantasías, algo en su interior le decía que había más verdad en esas páginas de lo que estaba dispuesta a admitir.

Perdida en sus pensamientos, Althea no se dio cuenta de que había llegado a un claro en el bosque, un lugar apartado y tranquilo, donde la ciudad parecía un recuerdo lejano. Se detuvo y miró a su alrededor, disfrutando del silencio y la serenidad del lugar. De repente, un crujido la sacó de su ensueño.

"¿Quién anda ahí?" preguntó, tratando de mantener la calma. La respuesta fue el susurro del viento entre los árboles.

Justo cuando pensaba que había sido su imaginación, una figura emergió de las sombras. Un joven alto, con cabello oscuro y ojos penetrantes, la observaba desde la distancia. Althea dio un paso atrás, pero algo en él la mantenía en su lugar, como si una fuerza invisible la atrajera hacia él.

"No tengas miedo," dijo el joven con una voz suave pero firme. "No te haré daño."

Althea lo miró con cautela. "¿Quién eres?"

"Mi nombre es Lucian," respondió, dando un paso hacia adelante. "He estado esperando conocerte."

La mente de Althea se llenó de preguntas. ¿Por qué alguien la estaba esperando en este lugar? ¿Cómo sabía quién era ella? Pero antes de que pudiera formular otra pregunta, otra figura apareció en el borde del claro. Esta vez, era un joven de apariencia serena, con cabello rubio y ojos claros que irradiaban una calma sobrenatural.

"Althea, por favor, no escuches a Lucian," dijo el recién llegado. "Él no es lo que parece. Mi nombre es Gabriel, y estoy aquí para protegerte."

Althea los miró, desconcertada. Dos desconocidos que afirmaban conocerla, uno prometiendo protección y el otro algo aún más enigmático. La situación era surrealista, como si hubiera sido arrastrada a una de las historias del libro que había leído.

"¿Qué está pasando aquí?" exigió Althea, dando un paso hacia atrás. "¿Quiénes son ustedes realmente?"

Lucian y Gabriel se miraron, como si compartieran un entendimiento tácito. Fue Gabriel quien habló primero.

"Althea, hay cosas en este mundo que la mayoría de la gente no puede ver o entender," explicó con suavidad. "Lucian y yo somos dos de esos seres. Él es un demonio, y yo soy un ángel."

Althea abrió la boca para protestar, para decir que todo esto era una locura, pero las palabras se le quedaron atascadas en la garganta. Había algo en la sinceridad de sus voces, en la intensidad de sus miradas, que hacía imposible no creerles.

"Esto es ridículo," murmuró finalmente, sacudiendo la cabeza. "Demonios y ángeles no existen."

"Existen, y hemos estado entre los humanos desde el principio de los tiempos," dijo Lucian, su voz un susurro cargado de secretos oscuros. "Y tú, Althea, eres especial. Eres el punto de equilibrio en nuestra eterna batalla."

"¿Equilibrio?" preguntó Althea, confundida.

"Sí," respondió Gabriel, dando un paso hacia ella. "Tu presencia tiene el poder de inclinar la balanza entre el bien y el mal. Por eso es crucial que estés protegida."

Althea se sentó en un tronco cercano, tratando de procesar toda la información. Era demasiado para asimilar en una sola noche. Dos seres sobrenaturales, ambos afirmando que su destino estaba intrínsecamente ligado a una batalla épica.

"¿Por qué yo?" preguntó en voz baja. "¿Qué tengo yo que ver con todo esto?"

"Porque en tu linaje hay un poder antiguo," dijo Lucian, acercándose lentamente. "Uno que puede cambiar el curso de nuestra guerra. Y es un poder que tanto los ángeles como los demonios desean controlar."

El silencio se cernió sobre el claro mientras Althea reflexionaba sobre sus palabras. Era una revelación impactante, que cambiaba su comprensión de la realidad. Pero, al mismo tiempo, había algo en su interior que resonaba con esa verdad, una sensación de destino que no podía ignorar.

"Entonces, ¿qué debo hacer?" preguntó finalmente, mirando a ambos jóvenes.

"Debes decidir en quién confiar," respondió Gabriel, su voz suave pero urgente. "Pero recuerda, Althea, que las decisiones que tomes tendrán repercusiones más allá de lo que puedas imaginar."

Lucian asintió, sus ojos oscuros brillando con intensidad. "Y debes ser consciente de que ambos haremos lo que sea necesario para protegerte y guiarte. Pero solo tú puedes elegir el camino a seguir."

Althea los miró a ambos, sintiendo el peso de su elección. Era una decisión que afectaría no solo su vida, sino también el equilibrio del mundo que conocía. Se levantó, tomando una respiración profunda.

"Necesito tiempo para pensar," dijo finalmente. "Esto es demasiado para asimilar en una sola noche."

Gabriel asintió, entendiendo. "Tómate el tiempo que necesites, Althea. Estaremos cerca si nos necesitas."

Lucian también asintió, pero había una sombra de preocupación en sus ojos. "Recuerda, el tiempo no siempre está de nuestro lado."

Con esas palabras, los dos jóvenes se desvanecieron en la oscuridad, dejándola sola en el claro. Althea permaneció allí durante un largo tiempo, mirando la luna y las estrellas, tratando de encontrar claridad en el caos de sus pensamientos.

Finalmente, decidió regresar a casa. Caminó de regreso por las calles desiertas, su mente todavía girando con las revelaciones de la noche. Cuando llegó a su puerta, miró hacia atrás una última vez, medio esperando ver a Gabriel o Lucian observándola desde las sombras. Pero no había nadie.

Subió a su habitación y se tumbó en la cama, mirando el techo. Su vida había cambiado irrevocablemente en una sola noche, y las decisiones que tomaría a partir de ahora definirían no solo su destino, sino también el destino de todos los que la rodeaban.

Mientras se dejaba llevar por el sueño, un pensamiento persistente se apoderó de su mente: ¿Quiénes eran realmente Gabriel y Lucian? ¿Y cómo podría estar segura de en quién confiar?

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