El alfa se encargó de despedir a todos los empleados que eran familia de Rous, no solo los que trabajaban en esa región, sino los que tenían algunos puestos dentro de las empresas en distintos estados del país, lo cual atrajo hacia la joven problemas extras con su propia familia que la culpaban por sus desgracias económicas y laborales. Rous que sufría fuertemente la muerte de su esposo, no recibió el consuelo de su familia, solo recibió de ellos reproches.
‹‹Eres una inconsciente, por tu vanidad ahora todos estamos pagando"
‹‹¿Si Jeremith te quería por qué te dejó tan desprotegida?››
Decían sus primos reprochándole la situación en la que se encontraban para entonces, ella no les respondía, parecía no oír sus duras afirmaciones.
Pasaron algunos días; Loren, la hija de Sabrina fue la última en ser despedida de las empresas Remington, ella no vivía en casa de su familia, pero enojada fue a quejarse con el abuelo y el resto de sus tíos.
Con voz rezongona les dijo a todos en la sala.
—Hoy me echaron como a un miserable animal de la empresa, y todo por culpa de Rous. —El abuelo intervino.
—Ya dejen de culpar a la pobre muchacha. —Sabrina contagiada de la ira de su hija agregó:
—Sabes que es la verdad papá. ¿Ahora cómo se supone que Loren pagará sus cuentas o la colegiatura de su hijo?
—Tía tiene razón abuelo —Agregó Albert—. Rous es la culpable de nuestras desgracias.
—¿En dónde está Rous que quiero ponerla en su lugar? —Dijo Loren. Su madre respondió:
—A estado encerrada en su cuarto desde hace días, ni siquiera come lo que le llevo. —Loren con la voz ronca le dijo a su madre:
—¿Acaso tú la estas alimentando cuando por su culpa nos despidieron a todos?
—Es que la pobre está muy deprimida.
—Por Dios mamá, no puedo creer que seas tan tonta, no deberías ni darle un vaso de agua, ella es la causante de nuestras desgracias. —El abuelo con rabia le dijo:
—Basta de tanta intriga Loren, ya te pareces a Elisa, eres una ponzoñosa. —Loren con una voz que parecía que estaba a punto de llorar se dirigió a su abuelo y le dijo:
—Abuelo tú siempre la defiendes, ¿Qué hay del resto de tu familia? parece que no te importáramos.
—Por supuesto que me importan, pero están siendo muy injustos con Rous, ¿acaso no comprenden que acaba de enviudar?
—Más injusta fue ella con su egoísmo, mira como estamos todos, ¿qué se supone vamos a hacer?
Loren entró a la habitación de Rous con un talante agresiva, la luz estaba apagada la encendió y se acercó a ella, como estaba arropada le arrancó la manta y le gritó:
—Levántate Rous. —La joven con una voz apagada le dijo:
—¿Qué quieres?
—¿Por si acaso estás enterada de todo lo que has causado a tu familia casándote con ese engreído? por tu culpa nos despidieron a todos de las empresas Remington, y el Alfa procura sacarnos del territorio.
—Déjame sola. —Dijo con poca interesa.
—No, primero me vas a escuchar, por tu culpa en poco tiempo no tendremos nada para comer, hoy me despidieron igual que a los demás. Todo porque tú te casaste con un riquillo que ni siquiera te dejó una m*****a herencia.
—Deja en paz la memoria de Jeremith.
—Eres una engreída irreprensible. —Ella se acercó a la puerta para marcharse, antes de salir se detuvo por un momento y con un tono de voz cargado de enojo y desesperación le dijo:
—Mejor ve pesando como vas a reparar el daño que nos ha causado. —Ella salió a la sala llorando de la rabia y les dijo a todos:
—Allá está tirada en la cama llorando por ese aristócrata que solo nos ha causado problemas. —El abuelo agregó:
—Ya me tienen harto con sus reproches con la pobre Rous. ¿Acaso no pueden comprender lo que está sufriendo? Están siendo tan injustos como los Remington.
Varios de los tíos y primos de Rous seguían allí discutiendo cuando de pronto ella apareció con su cara ensombrecida por la tristeza.
Dejó sobre la mesa de centro un cofre que estaba lleno d monedas de oro.
—Vendan eso y repartan el dinero entre todos, alcanzará para varios meses.
Las monedas era del padre de Rous, las cuales habían pertenecido a sus ancestros desde que su familia había sido los Alfas de la manada de donde provenían hacía más de 200 años, hasta que en una guerra de clanes un Alfa malvado los venció; él destruyó casi por completo a todos los líderes de la desdichada manada.
—¿No es necesario que dones la herencia de tus ancestros? —Dijo Albert.
—No te preocupes Albert, guardé solo las necesarias. Quiero que vendan esas monedas, sé que con eso vivaran tranquilos hasta que consigan nuevos empleos; solo les pido que respeten la memoria de mi esposo, él no pretendía hacerles daño, tampoco se murió al propósito.
Todos la observaron y se quedaron en silenció, Loren agachó su cabeza algo avergonzada por todo lo que había dicho; ellos conocían el valor que tenían esas monedas para Rous, porque representaban parte del pasado de su familia y el linaje original de los Alfas de la manada de donde todos ellos provenían.
A partir de entices cesaron los reclamos, pero Rous se veía muy triste, entonces el abuelo para ayudarla en su estado de ánimo le dijo a Loren:
—Lo mejor será llevarme a Rous a la montaña, nos quedaremos en la granja de su padre por un tiempo, creo que le ayudará mucho la tranquilidad, podrá ir al arroyo, a cabalgar.
—Tienes razón papá, eso le ayudará, en la Luna llena puede subir la montaña y meditar.
Antes de marcharse a la granja que se encontraba a varias horas de distancia, Rous visitó la tumba de Jeremith. Llevó unas rosas blancas, se inclinó frente a la lápida y las puso en un florero con agua.
Se estuvo allí en silencio por un rato, solo observando el duro y frío mármol con el nombre inscrito de su esposo. Pensaba dentro de sí en cómo algo tan frío podía conservar en su interior a un ser tan cálido y bueno como su maravilloso Jeremith. Después se fue a su casa. Antes de la media mañana iniciaron su viaje hacia la granja.
***
Rous, su tía y su abuelo llegaron a la granja tras conducir varias horas; Samanta y su hija salieron a recibirlos con alegría.
—No saben cuánto gusto nos da que hayan venido.
—Ya ven, nos llegó la hora de visitarlos. —contestó el abuelo.
Como llegaron poco después del mediodía, ellas les tenían preparado el almuerzo.
Rous parecía estar más calma, y comió como es debido después de varios días.
Luego quiso descansar. Entonces Samanta la llevó a su habitación.
—Mira, todavía están todas tus cosas de cuando eras una niña.
—Pensé que nada de esto existía tía.
—Ya sabes cómo somos de sentimentales, nos dio mucha tristeza que te fueras. —Ella con algo de lamento en su voz le dijo:
—A mí me dio mucha tristeza marcharme, al principio no fue fácil para mí estar tan lejos de ustedes. —La mujer la miró con pesadumbre en su rostro.
—Siento mucho lo sucedido con tu esposo.
—Lo sé tía. —Dijo con sus ojos cargados de nostalgia.
—Sé muy bien lo que se siente perder a tu esposo, no existen palabras o acciones de las personas que puedan consolarte; pero con los días te darás cuenta que contar con tu familia es lo más imponente, ya verás que con el tiempo te repondrás y saldrás adelante; aunque por ahora debes estar deseando estar muerta y no sentir ese gran dolor. —A Rous se le aguaron los ojos, se acercó y la abrazó, lloró en el hombro de Samanta con mucha tristeza.
—No creo que este dolor se me vaya a quitar algún día.
—La herida quedará como una fuerte marca en tu alma, el dolor por lo que no pudo ser estará allí por mucho tiempo, pero por el camino te irás dando cuanta que siempre hay alguien que te necesita y que tú necesitas, algún día conocerás a un buen hombre que te quiera y que aprenderás a querer; entonces comenzarás de nuevo.
—No lo creo, jamás me volveré a enamorar de ninguno, solo quiero amarlo a él toda mi vida.
Después que su tía la dejó sola para que descansara, Rous observó la estantería de color rosado con sus muñecas y peluches de cuando era una niña, sintió como si hubiera retrocedido en el tiempo, cuando su madre aún estaba con vida, ella murió de una enfermedad cuando la niña tenía tan solo seis años.
Rous recordó la última vez que vio esa estantería con sus juguetes, pensó en lo irónica que podía llegar a ser su vida, la muerte de su madre la alejó de sus juguetes y de su habitación, ahora la muerte de su esposo la había traído de vuelta.
Tomó su muñeca favorita que la había dejado olvidada y mirándola se sentó en la cama. Se sentía para entonces sin un camino, su vida ya no tenía para ella ningún sentido, no tenía idea de lo que le deparara el destino, tampoco sentía el más mínimo interés en averiguarlo, solo deseaba quedarse dormida por días, y ojalá no tener que despertar.
2 MESES DESPUÉS La abuela Vera oyó comentarios desagradables en contra del Alfa, Estos se debían a la persecución que el viejo Jeremith estaba contra de Rous y su familia y supo que los miembros de la manada estaban haciendo comentarios poco favorables acerca de su líder, catalogándolo como un ser injusto y autoritario. Siendo ella la Luna de la manada no podía permitir que su esposo cometiera semejante tontería dañando la reputación de su familia. Como el Alfa siempre estaba ocupado dirigiendo los asuntos de la manada o las empresas, ella decidió desayunar a solas con él en el jardín y hablar del asunto mientras comían. Primero desayunaron, después ella le dijo: —Quiero que hablemos un asunto antes que te vayas a trabajar. —Él tomó la servilleta y la pasó por su boca. —¿De qué se trata? —Se trata de lo que estás haciéndole a la familia de Rous, ¿Cómo has podido dejarlos sin sus empleo? ya todos en la manada comentan que eres muy injus
La vida de Jeremith era una gran alegría para todos en casa, pero esta fue opacada por la muerte del abuelo. Sin embargo para algunos miembros había más preocupaciones por los asuntos de la herencia y el futuro de la dirección de las empresas, ya que era obvio que estas quedarían en manos de Jeremith Reymond, además del liderazgo de la manada. El joven había regresado para dominar. Eso no era secreto para nadie, aunque muchos de los miembros de la familia no estaban de acuerdo en que el caprichoso Jeremith tomara el control de la fortuna y las empresas; sobre todo sus tíos que creían que por derecho propio de ser hijos debían ser ellos los que tomaran el control, y no el nieto favorito del viejo. Pero Jeremith no era un turroncito de azúcar al que ellos pudieran hacerle oposición, el tipo solo contaba con 29 años de edad, pero era una roca contra la que muchos se habían estrellado; y los que habían intentado oponerse en su camino habían salido mu
Por algunos días Jeremith prefirió no conocer a su supuesta esposa, sin embargo no podía evitar sentir curiosidad y ganas de saber cómo era ella. Días después de su regreso mando a buscarla. Rous se encontraba en la granja de su familia a varias horas de distancia. Habían transcurrido tres meses desde la muerte de Jeremith. Ella ya no estaba tan afligida, pero lo extrañaba mucho y lo tenía en sus pensamientos a toda hora y en todo momento; incluso dormida soñaba con él. Una tarde muy asoleada se animó de ir al arroyo. Le avisó a la tía Loren. —Iré al arroyo tía. —¿Pero vas sola? ¿No es mejor que esperes que tus primos estén aquí y te acompañen? —No te preocupes tía, me vendrá bien estar a solas un rato. —Te pondrás triste. —Siempre lo estoy, pero estar a solas con mis pensamientos me ayuda a reconfortante. Me iré en el cabello de Carl. Se puso un vestido fresco, unas sandalias y amarró su cabello de manera descuidada. S
Arribaron al territorio de la manada Hochfisnter. Un auto los esperaba en el helipuerto, George de inmediato la llevó a la mansión. Hans el mayordomo salió a recibirlos. —Hans por favor lleva a la señora a la habitación para descanse mientras el señor Jeremith regresa. —En seguida. ¿La llevo a la habitación del señor Jeremith? —George miró a la joven por unos segundos, después al mayordomo. —Mejor asígnale otra mientras él da sus instrucciones. Hans mandó a preparar una habitación, como ella no había almorzado el mayordomo ordenó que le sirvieran. Mientras comió sola en el gran comedor, Rous se preguntó por qué Jeremith no había estado para recibirla, el esposo que recordaba lo habría hecho, incluso él mismo habría ido a buscarla a la granja, ese era el patrón de comportamiento que conocía de él. Jeremith no era de esos tipos que acostumbraba a enviar a otros a hacer sus cosas, menos aún si se trataba de la mujer que tanto amaba. <
Más tarde Gabriel se retiró a su habitación y Alan se marchó a su apartamento de soltero; Jeremith se quedó a solas en la biblioteca pensando en cómo abordar su primer encuentro con Rous; no lo lograba comprender, pero estaba muy turbado por la situación. Envió al mayordomo por ella. Hans llamó a la puerta de la habitación en donde se encontraba Rous. —Señora Remington, su esposo desea verla en el despacho. Rous se puso de pie casi brincado de la emoción que tenía, sus ojos parecían un par de chispas a punto de volar de la alegría junto con una alegre sonrisa que se dibujó en su cara. Hans la condujo hasta abajo y la dejó frente a la puerta de madera del estudio. Tocó un par de veces. —Señor aquí está su esposa. —Él gritó desde adentro. —Déjala pasar y retírate Hans. Que nadie me interrumpa. —Como usted mande señor. —Hans abrió la puerta. —Siga adelante señora Remington. —Ella ingresó al estudio, el cual no
Jeremith parpadeó dos veces seguido y agachó la mirada consternado, Rous se percató, la confusión de su esposo se apoderó de ella, entonces quitó sus manos que las tenía encima de él y también agachó lamirada. —Disculpe por abordarte de esta manera, no pude contenerme, en verdad me siento muy feliz porque estas con vida, pero también conozco que no me recuerdas. —Siento mucho no poder recordarte, de hecho no recuerdo nada de los últimos meses, deseo con todas mis fuerzas poder hacerlo. —Sí, supongo que debes sentirse demasiado confundido. —Hay muchas cosas que necesito saber. —Quiero ayudarte en tu recuperación, sé que lo vas a lograr. —Gracias. Vamos a sentarnos. —La tomó de la mano y la llevó a la mesa de lectura que tenía cerca de la ventana de la habitación. Saco la silla para que ella se sentara, Jeremith era un tipo bastante educado. Luego él se sentó, tenía el semblante serio y cabizbajo. Jeremith deseaba despertar de un
A la hora de la cena la familia acostumbraba como todos los de la clase alta vestirse con los mejores y más costosos atuendos y joyas. Pues era considerado como una gran reunión en donde todos los de la familia se encontraban en casa y podían compartir. Todos se alistaron, Jeremith no fue la excepción. Se puso un costoso traje como si fuera a una gran fiesta. Después le dijo a Hans que le avisara a Rous que se alistara para la cena, pero ella no estaba de humor para bajar a comer con la familia. Hans fue a decírselo a Jeremith. —Señor, su esposa no desea bajar a comer con la familia. —Jeremith estaba acomodándose la corbata. —Ordena que le suban la cena a su habitación. —Sí señor. Todos los que se encontraban en casa se reunieron en la sala como a las seis de la tarde, aún faltaba más de una hora para comer. Cuando Jeremith bajó a la sala la abuela Vera con una voz imponente preguntó: —¿Y dónde está tu esposa Jeremi
A los pocos minutos salió vestido; notó que ella lo miraba con algo de desconcierto. —¿Qué sucede? —No sucede nada, ¿por qué lo preguntas? —Él se acercó y la agarró con delicadeza del mentón. —Cuando hacíamos el amor me detuviste y sostenías esa misma mirada que tienes ahora —Ella desvió sus ojos a otra parte—. Responde mi pregunta. Ella intentó apartarse, pero Jeremith la agarró con fuerza de la cintura y no le quitaba sus ojos de encima. —¿No vas a responder mi pregunta? —Solo me siento algo confusa, es que te percibo muy distinto, tu aroma es muy diferente ahora. —Él sonrió y le dijo: —¿A qué olía antes y a qué huelo ahora? —Antes emanabas el aroma de un almíbar de fresas con canela en los días de verano; también a aceite de roble oscuro de los bosques densos y oscuros… era un aroma dulce y delicioso. —Él se carcajeó. —Muy empalagoso mi aroma. —Rous lo miraba con sus ojos llenos de duda y continuó: