La vida de Jeremith era una gran alegría para todos en casa, pero esta fue opacada por la muerte del abuelo. Sin embargo para algunos miembros había más preocupaciones por los asuntos de la herencia y el futuro de la dirección de las empresas, ya que era obvio que estas quedarían en manos de Jeremith Reymond, además del liderazgo de la manada. El joven había regresado para dominar.
Eso no era secreto para nadie, aunque muchos de los miembros de la familia no estaban de acuerdo en que el caprichoso Jeremith tomara el control de la fortuna y las empresas; sobre todo sus tíos que creían que por derecho propio de ser hijos debían ser ellos los que tomaran el control, y no el nieto favorito del viejo.
Pero Jeremith no era un turroncito de azúcar al que ellos pudieran hacerle oposición, el tipo solo contaba con 29 años de edad, pero era una roca contra la que muchos se habían estrellado; y los que habían intentado oponerse en su camino habían salido mu
Por algunos días Jeremith prefirió no conocer a su supuesta esposa, sin embargo no podía evitar sentir curiosidad y ganas de saber cómo era ella. Días después de su regreso mando a buscarla. Rous se encontraba en la granja de su familia a varias horas de distancia. Habían transcurrido tres meses desde la muerte de Jeremith. Ella ya no estaba tan afligida, pero lo extrañaba mucho y lo tenía en sus pensamientos a toda hora y en todo momento; incluso dormida soñaba con él. Una tarde muy asoleada se animó de ir al arroyo. Le avisó a la tía Loren. —Iré al arroyo tía. —¿Pero vas sola? ¿No es mejor que esperes que tus primos estén aquí y te acompañen? —No te preocupes tía, me vendrá bien estar a solas un rato. —Te pondrás triste. —Siempre lo estoy, pero estar a solas con mis pensamientos me ayuda a reconfortante. Me iré en el cabello de Carl. Se puso un vestido fresco, unas sandalias y amarró su cabello de manera descuidada. S
Arribaron al territorio de la manada Hochfisnter. Un auto los esperaba en el helipuerto, George de inmediato la llevó a la mansión. Hans el mayordomo salió a recibirlos. —Hans por favor lleva a la señora a la habitación para descanse mientras el señor Jeremith regresa. —En seguida. ¿La llevo a la habitación del señor Jeremith? —George miró a la joven por unos segundos, después al mayordomo. —Mejor asígnale otra mientras él da sus instrucciones. Hans mandó a preparar una habitación, como ella no había almorzado el mayordomo ordenó que le sirvieran. Mientras comió sola en el gran comedor, Rous se preguntó por qué Jeremith no había estado para recibirla, el esposo que recordaba lo habría hecho, incluso él mismo habría ido a buscarla a la granja, ese era el patrón de comportamiento que conocía de él. Jeremith no era de esos tipos que acostumbraba a enviar a otros a hacer sus cosas, menos aún si se trataba de la mujer que tanto amaba. <
Más tarde Gabriel se retiró a su habitación y Alan se marchó a su apartamento de soltero; Jeremith se quedó a solas en la biblioteca pensando en cómo abordar su primer encuentro con Rous; no lo lograba comprender, pero estaba muy turbado por la situación. Envió al mayordomo por ella. Hans llamó a la puerta de la habitación en donde se encontraba Rous. —Señora Remington, su esposo desea verla en el despacho. Rous se puso de pie casi brincado de la emoción que tenía, sus ojos parecían un par de chispas a punto de volar de la alegría junto con una alegre sonrisa que se dibujó en su cara. Hans la condujo hasta abajo y la dejó frente a la puerta de madera del estudio. Tocó un par de veces. —Señor aquí está su esposa. —Él gritó desde adentro. —Déjala pasar y retírate Hans. Que nadie me interrumpa. —Como usted mande señor. —Hans abrió la puerta. —Siga adelante señora Remington. —Ella ingresó al estudio, el cual no
Jeremith parpadeó dos veces seguido y agachó la mirada consternado, Rous se percató, la confusión de su esposo se apoderó de ella, entonces quitó sus manos que las tenía encima de él y también agachó lamirada. —Disculpe por abordarte de esta manera, no pude contenerme, en verdad me siento muy feliz porque estas con vida, pero también conozco que no me recuerdas. —Siento mucho no poder recordarte, de hecho no recuerdo nada de los últimos meses, deseo con todas mis fuerzas poder hacerlo. —Sí, supongo que debes sentirse demasiado confundido. —Hay muchas cosas que necesito saber. —Quiero ayudarte en tu recuperación, sé que lo vas a lograr. —Gracias. Vamos a sentarnos. —La tomó de la mano y la llevó a la mesa de lectura que tenía cerca de la ventana de la habitación. Saco la silla para que ella se sentara, Jeremith era un tipo bastante educado. Luego él se sentó, tenía el semblante serio y cabizbajo. Jeremith deseaba despertar de un
A la hora de la cena la familia acostumbraba como todos los de la clase alta vestirse con los mejores y más costosos atuendos y joyas. Pues era considerado como una gran reunión en donde todos los de la familia se encontraban en casa y podían compartir. Todos se alistaron, Jeremith no fue la excepción. Se puso un costoso traje como si fuera a una gran fiesta. Después le dijo a Hans que le avisara a Rous que se alistara para la cena, pero ella no estaba de humor para bajar a comer con la familia. Hans fue a decírselo a Jeremith. —Señor, su esposa no desea bajar a comer con la familia. —Jeremith estaba acomodándose la corbata. —Ordena que le suban la cena a su habitación. —Sí señor. Todos los que se encontraban en casa se reunieron en la sala como a las seis de la tarde, aún faltaba más de una hora para comer. Cuando Jeremith bajó a la sala la abuela Vera con una voz imponente preguntó: —¿Y dónde está tu esposa Jeremi
A los pocos minutos salió vestido; notó que ella lo miraba con algo de desconcierto. —¿Qué sucede? —No sucede nada, ¿por qué lo preguntas? —Él se acercó y la agarró con delicadeza del mentón. —Cuando hacíamos el amor me detuviste y sostenías esa misma mirada que tienes ahora —Ella desvió sus ojos a otra parte—. Responde mi pregunta. Ella intentó apartarse, pero Jeremith la agarró con fuerza de la cintura y no le quitaba sus ojos de encima. —¿No vas a responder mi pregunta? —Solo me siento algo confusa, es que te percibo muy distinto, tu aroma es muy diferente ahora. —Él sonrió y le dijo: —¿A qué olía antes y a qué huelo ahora? —Antes emanabas el aroma de un almíbar de fresas con canela en los días de verano; también a aceite de roble oscuro de los bosques densos y oscuros… era un aroma dulce y delicioso. —Él se carcajeó. —Muy empalagoso mi aroma. —Rous lo miraba con sus ojos llenos de duda y continuó:
Todos comenzaron a tomar sus puestos habituales, Rous no sabía dónde sentarse y Jeremith no se preocupó en señalarle en donde debía ir ella como su esposa, ya que él estaba a la cabecera en lugar de su abuelo. Vera miró a la joven y con un tono frio le dijo: —Siéntate al lado izquierdo de tu mate. —cuando la abuela dijo mate, Alan se tapó la boca con el puño y comenzó a reírse de su primo, él lo miró con recelo. La abuela miró a Jeremith y le dijo: —Jeremith, ¿Qué esperas para sacar la silla de tu esposa? qué mal educado regresaste de la tumba. Jeremith se ruborizó de la rabia que le dio el mal comentario de la abuela, sin embargo obedeció y sacó la silla para Rous. —Gracias. —Le dijo ella tímidamente mientras se sentaba, él no contestó nada y evitó verla a los ojos. Elisa con descaro ojeó el atuendo de Rous, su objetivo era incomodarla, lo cual fue efectivo pues la joven se percató y descubrió la situación en la que se encontr
C14 Rous se encontraba triste a la vez que indignada, y estaba esperando que Jeremith se apareciera en cualquier momento en la habitación, sabía que él estaba molesto, más que molesto furioso con ella. En sus adentros pensó: “Me iré de esta mansión, no me importa si Jeremith desaprueba mi decisión, no pienso quedarme.” Aún estaba pensando en ello cuando de pronto Jeremith entró sin llamar a la puerta, ella se sentó al borde de la cama. Por la talante con la que él ingresó en la habitación confirmó lo que ya esperaba, Jeremith estaba furioso. —¿Me puedes explicar por qué bajaste con esas fachas? me dejaste en vergüenza delante de toda mi familia. —Ella con una voz calma respondió: —No tenía ropa de etiqueta en la granja, la dejé en mi casa, tampoco me dijiste que acostumbraban a usar sus mejores atuendos para cenar. Jeremith la observó de arriba abajo. —No quiero que eso vuelva a suceder. —Se acercó y se paró fren