Más tarde Gabriel se retiró a su habitación y Alan se marchó a su apartamento de soltero; Jeremith se quedó a solas en la biblioteca pensando en cómo abordar su primer encuentro con Rous; no lo lograba comprender, pero estaba muy turbado por la situación. Envió al mayordomo por ella.
Hans llamó a la puerta de la habitación en donde se encontraba Rous.
—Señora Remington, su esposo desea verla en el despacho.
Rous se puso de pie casi brincado de la emoción que tenía, sus ojos parecían un par de chispas a punto de volar de la alegría junto con una alegre sonrisa que se dibujó en su cara.
Hans la condujo hasta abajo y la dejó frente a la puerta de madera del estudio. Tocó un par de veces.
—Señor aquí está su esposa. —Él gritó desde adentro.
—Déjala pasar y retírate Hans. Que nadie me interrumpa.
—Como usted mande señor. —Hans abrió la puerta.
—Siga adelante señora Remington. —Ella ingresó al estudio, el cual no
Jeremith parpadeó dos veces seguido y agachó la mirada consternado, Rous se percató, la confusión de su esposo se apoderó de ella, entonces quitó sus manos que las tenía encima de él y también agachó lamirada. —Disculpe por abordarte de esta manera, no pude contenerme, en verdad me siento muy feliz porque estas con vida, pero también conozco que no me recuerdas. —Siento mucho no poder recordarte, de hecho no recuerdo nada de los últimos meses, deseo con todas mis fuerzas poder hacerlo. —Sí, supongo que debes sentirse demasiado confundido. —Hay muchas cosas que necesito saber. —Quiero ayudarte en tu recuperación, sé que lo vas a lograr. —Gracias. Vamos a sentarnos. —La tomó de la mano y la llevó a la mesa de lectura que tenía cerca de la ventana de la habitación. Saco la silla para que ella se sentara, Jeremith era un tipo bastante educado. Luego él se sentó, tenía el semblante serio y cabizbajo. Jeremith deseaba despertar de un
A la hora de la cena la familia acostumbraba como todos los de la clase alta vestirse con los mejores y más costosos atuendos y joyas. Pues era considerado como una gran reunión en donde todos los de la familia se encontraban en casa y podían compartir. Todos se alistaron, Jeremith no fue la excepción. Se puso un costoso traje como si fuera a una gran fiesta. Después le dijo a Hans que le avisara a Rous que se alistara para la cena, pero ella no estaba de humor para bajar a comer con la familia. Hans fue a decírselo a Jeremith. —Señor, su esposa no desea bajar a comer con la familia. —Jeremith estaba acomodándose la corbata. —Ordena que le suban la cena a su habitación. —Sí señor. Todos los que se encontraban en casa se reunieron en la sala como a las seis de la tarde, aún faltaba más de una hora para comer. Cuando Jeremith bajó a la sala la abuela Vera con una voz imponente preguntó: —¿Y dónde está tu esposa Jeremi
A los pocos minutos salió vestido; notó que ella lo miraba con algo de desconcierto. —¿Qué sucede? —No sucede nada, ¿por qué lo preguntas? —Él se acercó y la agarró con delicadeza del mentón. —Cuando hacíamos el amor me detuviste y sostenías esa misma mirada que tienes ahora —Ella desvió sus ojos a otra parte—. Responde mi pregunta. Ella intentó apartarse, pero Jeremith la agarró con fuerza de la cintura y no le quitaba sus ojos de encima. —¿No vas a responder mi pregunta? —Solo me siento algo confusa, es que te percibo muy distinto, tu aroma es muy diferente ahora. —Él sonrió y le dijo: —¿A qué olía antes y a qué huelo ahora? —Antes emanabas el aroma de un almíbar de fresas con canela en los días de verano; también a aceite de roble oscuro de los bosques densos y oscuros… era un aroma dulce y delicioso. —Él se carcajeó. —Muy empalagoso mi aroma. —Rous lo miraba con sus ojos llenos de duda y continuó:
Todos comenzaron a tomar sus puestos habituales, Rous no sabía dónde sentarse y Jeremith no se preocupó en señalarle en donde debía ir ella como su esposa, ya que él estaba a la cabecera en lugar de su abuelo. Vera miró a la joven y con un tono frio le dijo: —Siéntate al lado izquierdo de tu mate. —cuando la abuela dijo mate, Alan se tapó la boca con el puño y comenzó a reírse de su primo, él lo miró con recelo. La abuela miró a Jeremith y le dijo: —Jeremith, ¿Qué esperas para sacar la silla de tu esposa? qué mal educado regresaste de la tumba. Jeremith se ruborizó de la rabia que le dio el mal comentario de la abuela, sin embargo obedeció y sacó la silla para Rous. —Gracias. —Le dijo ella tímidamente mientras se sentaba, él no contestó nada y evitó verla a los ojos. Elisa con descaro ojeó el atuendo de Rous, su objetivo era incomodarla, lo cual fue efectivo pues la joven se percató y descubrió la situación en la que se encontr
C14 Rous se encontraba triste a la vez que indignada, y estaba esperando que Jeremith se apareciera en cualquier momento en la habitación, sabía que él estaba molesto, más que molesto furioso con ella. En sus adentros pensó: “Me iré de esta mansión, no me importa si Jeremith desaprueba mi decisión, no pienso quedarme.” Aún estaba pensando en ello cuando de pronto Jeremith entró sin llamar a la puerta, ella se sentó al borde de la cama. Por la talante con la que él ingresó en la habitación confirmó lo que ya esperaba, Jeremith estaba furioso. —¿Me puedes explicar por qué bajaste con esas fachas? me dejaste en vergüenza delante de toda mi familia. —Ella con una voz calma respondió: —No tenía ropa de etiqueta en la granja, la dejé en mi casa, tampoco me dijiste que acostumbraban a usar sus mejores atuendos para cenar. Jeremith la observó de arriba abajo. —No quiero que eso vuelva a suceder. —Se acercó y se paró fren
Rous insistía en querer marcharse. Si Jeremith ya no la recordaba y tampoco la amaba, su permanencia en esa mansión no tenía ningún sentido. Ella intentaba ser fuerte y no perder la compostura, pero por dentro tenía el corazón roto, Jeremith había vuelto a la vida solo para rechazarla.Deseaba tirarse a la cama a llorar, de sus ojos se desprendieron pequeñas lágrimas, pero ella no se permitió rendirse ante su dolor.Saco del closet la pequeña maleta que aun contenía parte de sus cosas; la puso sobre la cama y la abrió, buscó lo que tenía en la cómoda y en el baño, trajo todo, lo empacó y cerró de nuevo la maleta. Ya estaba lista para marcharse esa misma noche.Esperó un rato a que se hiciera más de noche. Llegado el momento tomó la maleta y se dirigió a la puerta y la abrió con cuidado; prim
Esa noche Jeremith no pudo dormir, dio vueltas de un lado a otro en la cama pensando en Rous, de todo tipo de pensamiento con respecto a ella le pasaba por la mente. Pensaba en los planes que tenía para deshacerse de ese matrimonio, en castigarla si descubría que era una embaucadora. Por otro lado su lobo interior le recordó en el momento cuando hicieron el amor; cerró los ojos y podía sentir la deliciosa sensación que le provocaba su piel cuando deslizó sus manos sobre su cuerpo desnudo; recordó sus besos húmedos y tiernos, los gemidos involuntarios que escapaban de su garganta producto del placer. Ansiaba repetir ese momento y estar junto a ella. Lleno de deseo pensó en darle una buena dosis de besos y caricias, explorar las zonas de su cuerpo que aún no conocía, y dejar caer el muro de dudas y prejuicios que lo apartaban de ella. Dejándose vencer por el sentimiento y el deseo de su lobo interior, se levantó de la cama, por momentos razonaba en el asu
Jeremith salió del comedor enojado y se topó con Hans en la puerta, no lo miró de frente para que el hombre no viera sus ojos llorosos, pero detrás de él venía Rous, le fue imposible evadir su mirada, por varios segundos sus ojos se quedaron paralizados con los de ella.—La señora estaba en el jardín. —Está bien Hans, puedes retirarte.—Con su permiso. —Jeremith escondió el rostro de Rous y con una voz fría le preguntó:—¿Dónde estabas?—En el jardín. —Rous se percató del afligido rostro de Jeremith, con una voz tenue le dijo:—Hans me dijo que te urgía hablar conmigo. —Él parpadeó un par de veces seguida y suspiró en silencio, no quería que ella notara sus ojos que acaban de llorar sin su consentimiento. Con talante erguido le pasó por un lado