C87

Cuando se quedaron solos Gabriel se acercó a Alan y con una sonrisa llena de cinismo lo miró a la cara.

—De verdad no salgo del asombro —Se carcajeó—. No sabes cuánto me encantaría verle la cara a Jeremith si se llegara a enterar que su amigo y hermano del alma le quería bajar a su mujer.

—Gabriel no puedes decírselo a nadie.

—¿Por qué? dame una buena razón.

—Sabes bien lo que eso conllevaría.

—Por supuesto que lo sé, Rous y tú irían a la cárcel por adulterio, y quién sabe qué sería capaz de hacer el Alfa para vengarse de su burla; porque supongo que sería muy doloroso para él enterarse que la traición proviene de ti.

—Por favor no se lo digas, entre Rous y yo no hubo nada.

—Pero le pediste matrimonio.

—Se suponía que

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