Capítulo 8
—¡Hermanito! ¿Qué es lo que te sucede? ¿Debo llamar a una ambulancia? —Ana estaba asustada, y yo también. Quería ayudarlo, pero no podía. Mi hermano se apoyaba tembloroso en el marco de la puerta, llorando tan fuerte que parecía que iba a perder el conocimiento.

—No te preocupes por mí... no te preocupes. Vete —dijo entre sollozos, con la voz entrecortada, mientras apretaba con dolor el dibujo familiar contra su pecho.

Después de un rato, Ana, sin otra opción, se fue. Antes de marcharse, le pidió a mi hermano que, si yo regresaba, le avisara.

Mi hermano, con el rostro pálido y las lágrimas aún corriendo por sus frías mejillas, lo aceptó débilmente.

—Sí, lo haré —dijo finalmente, en un susurro.

Cuando finalmente papá regresó a casa, encontró a mi hermano sentado en mi habitación, revisando atento mi cuaderno donde había escrito sobre cada día de mi vida.

—Hoy mi hermano me sonrió. ¿Será que ahora realmente me ve como su hermana? El hermano de Ana la trata muy bien. Dice que a las chicas
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