Capítulo 6
Los ojos de mi hermano se abrieron estupefactos de par en par. Su rostro, ya pálido, se volvió aún más blanquecino, como si toda la sangre hubiera desaparecido. Apenas pudo mantenerse en pie, y papá lo sostuvo justo a tiempo para evitar que cayera.

—Santiago, por favor, regresa a la habitación y descansa —le suplicó papá una vez más.

—Papá, ¿quién es ella? ¿Qué está haciendo aquí? Esa persona tan egoísta, tan dura de corazón, ¿cómo es posible que ahora esté aquí, en este estado? —Su voz temblaba de terror, su incredulidad era evidente.

Al verlo así, recordé tantas noches en las que llegaba tarde a casa, esperando encontrar preocupación en sus ojos, pero en su lugar, solo recibía sátiras y burla.

—Ya sabes volver, ¿no? Pensé que no regresarías esta noche —decía.

—Hermano, yo solo...

—No me importa lo que hayas hecho esta noche. Si te hubieras muerto afuera, mejor. Al menos así habrías pagado la deuda que tenías con nosotros. Porque esa vida tuya, nunca fue realmente tuya.

Nunca imaginé
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