Capitulo 4

—S-sí, señor. El gusto es mío de conocer a tan linda familia —respondo mirando hacia el suelo. En verdad, hay mucha tensión en esta mesa. Escucho la risa de Andrea, lo que me hace levantar la mirada hacia Milton y su novia. Ella está comiendo y luego él la hace pausar para tomar una servilleta y limpiarle la boca, ya que se ensució.

—Gracias, mi vida —le sonríe.

—De nada —sus ojos no se despegan de esa chica. Bueno, es comprensible, ella es linda. Vuelvo a pensar, mientras miro a la hermosa pareja. El señor chasquea los dedos hacia mí, ya que estoy distraída mirándolos.

—¿Lara, qué pasa? —pregunta el señor y rápidamente lo miro.

—Disculpe, señor. Dígame qué se le ofrece.

—Bueno, nada. Es solo que nos dejas hablando solos y eso es de mala educación.

—Señor David, disculpe a mi hija. Es algo distraída —dice mamá desde la cocina. Mamá como siempre metiendo la cuchara donde no debe.

—Eso veo. Bueno, Lara, espero que nos llevemos bien. Cambiando de tema, ¿me puedes ayudar a organizar mi ropa en el clóset? —Arquea la ceja esperando mi respuesta, la cual obviamente es sí. Bueno, para eso trabajo aquí. Solo asentí a su pregunta y él intentó levantarse de su asiento, pero Judith lo interrumpió haciéndolo sentar de nuevo.

—No, amor. Quédate a disfrutar tu comida. Yo le indico a Lara dónde tiene que organizar la ropa.

—Gracias, cariño, pero te quiero de vuelta lo antes posible.

Ella se levanta de la mesa y me dice que la siga. Pedí permiso y la seguí. Las maletas gemelas las habían colocado a un costado de las escaleras. La señora Judith tomó la más pequeña y subió por las escaleras. Quedaba otra, yo la tomé para subir. Es algo pesada, no entiendo qué comen esas niñas para que esta maleta pese como una pluma. Voy subiendo el tercer escalón, pero mi pierna duele como el infierno. Sigo subiendo, ignorando ese dolor, pero ya no puedo más; además, está inflamada y el dolor es indescriptible.

—Lara, ¿acaso pesa la maleta? —pregunta Jimena con tono sarcástico. Solo río intentando disimular mi dolor. Luego veo a Milton, quien se levanta de su asiento y se dirige hacia mí, quitándome la maleta.

—Eres un poco lenta, Lara —rezonga Milton.

—No, señor. Yo la llevo —intento arrebatar la maleta, pero él me mira enojado.

—Lara, entiendo que hay personas que no retienen las cosas, pero tú sin duda te pasas de tonta. ¿Cuántas veces te he dicho que no me digas "señor"? Me molesta.

—L-lo siento, Milton —agacho la cabeza, escuchando cómo sube los escalones. Luego se detiene. Levanto la mirada para ver por qué se detuvo y me encuentro con su mirada indiferente.

—¿Te vas a quedar parada ahí?

—Disculpe —subo las escaleras con todo el dolor de mi alma, apoyándome en las barandas plateadas. Al terminar de subir con algo de dificultad, pero llego. Él está parado esperándome.

—¡Lara, ¿dónde estás?! —grita la madre de Milton desde el fondo del pasillo. Claro, ella está dentro de la habitación esperándome.

—Ten —él me entrega la maleta—. Me imagino que tu pierna aún duele —me pregunta sin expresión en su cara.

—Sí, lo siento... —detengo mis palabras y me doy una palmada en la mejilla. En verdad, soy una tonta. Me acaba de decir que le molesta que le digan "señor", y justo eso iba a decir.

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