MAYAA la mañana siguiente brilla el sol. No lo suficiente porque está algo nublado. Hundo la cara contra el hombro de Alex, que respira tranquilo en sueños. Veo todo borroso, como cada mañana, pero sé recorrer su cuerpo a la perfección. Me meto bajo la fina sábana, anoche me anoté mentalmente el devolverle el favor, así que aquí estoy. Ya tiene una erección, la he sentido al mover la pierna antes, me facilita el trabajo aunque no me quepa entera en la boca. El sensual ruido que hace al despertar consigue que me empeñe más.—Joder —gime.Levanta la sábana. Ojalá tuviera puestas las lentillas para poder ver bien su expresión, aun si entiendo que le gusta por los gemidos que salen de su boca. No nos tapa, la sábana se queda a saber dónde. Entonces me aparta el pelo de la cara y me hace una coleta con su mano únicamente para verme mejor. Me la saco de la boca.—No pares ahora... —me pide. Tan rápido a como saco la lengua para darle una lamida, se queda sin aire—. Qué bueno, hostia puta..
MAYAEsta vez su boca se cierra sobre mi y los suaves movimientos de su lengua hacen que me desperece. No destapo la sábana, porque lo haga o no, no voy a ser capaz de enfocar nada y la verdad es que ver la sábana moverse me da un gustirrinín un tanto misterioso.Separa su boca de mi entrepierna para hablar:—Sé que estás despierta. Feliz cumpleaños.Alargo la mano bajo la sábana y, agarrándole del pelo, lo empujo de vuelta. Se ríe y me besa justo en el centro.Me muerdo los labios con tanta fuerza que duele. Al final empiezo a gemir hasta que Alex sale de debajo de la sábana con la boca empapada de mi. Le brillan los labios en una sonrisa y los aplasta contra los míos. Con una rodilla me separa las piernas. Busco su boca con la mía con la desesperación de que se trague el gemido que me sale cuando entra en mi. Sin embargo deja de besarme.—No sabes lo dura que me la pone escucharte gemir —jadea.Sí que lo sé porque lo noto.—Alex... —gimo, tal y como dice que le gusta. Resulta que ge
ALEXEnciendo mi teléfono. Han pasado casi veinte minutos desde que me ha dicho que ya bajaba. Me estoy replanteando ir a buscarla cuando la veo salir. Desde que esta mañana me ha enseñado una foto de ese vestido he estado fantaseando con cómo le quedaría, y lo hace mejor de lo que jamás hubiera creído. Como en realidad esperaba, Maya es más suelta en esta ciudad atreviéndose a usar esta clase de vestidos. Está preciosa y ya no es solo por lo mucho que me gusta su figura bamboleándose de lado a lado acercándose con los tacones. Se cubre con la chaqueta y me sonríe.—Lo siento —dice—. Teníamos que ordenar un poco la habitación.—No pasa nada.—Ahora baja Anna.Se me había olvidado que su amiga venía. No es que le preste mucha atención hasta que llegamos a la discoteca. La gente nos mira. Sé lo que debe parecer que entre solo con estas dos chicas aunque solo cojo de la mano a Maya antes de tener oportunidad de que se me pueda perder por ahí. Me devuelve el agarre con fuerza cuando su am
MAYAMe duele tanto la cabeza y tengo la boca tan seca, que me lanzo a por la botella de agua y la pastilla que hay en la mesilla a mi lado.—Buenos días, fiestera.Cierro los ojos, todo me rebota por dentro. Los abro lentamente para ver que le debe parecer muy divertido el estado en el que me encuentro. Por un segundo me encuentro tan desubicada que no pienso en cómo debo de verme ni en si le seguiré pariendo guapa toda resacosa. La cama se hunde cuando se sienta a mi lado y empieza a frotarme la espalda.—¿Como de mal te encuentras?No lo sé. No sé si anoche hice mucho el ridículo o si dije algo que no debía. ¡Qué vergüenza!—No debí beber tanto.—Tranquila. Estabas bastante graciosa y muy sexi bailando en la discoteca.—¿De verdad? —Tengo la imperiosa necesidad de saber que no lo dice por decir.Sonríe. Es tan guapo... Y me besa.—Te lo juro.Dejo al botella sobre la mesilla y vuelvo a echarme en la cama. Alex te tumba a mi lado pero no quiero pasar aquí todo el día. La realidad me
MAYA—He pillado al cartero in fraganti repartiendo el correo —entra Anna diciendo y deja unas cartas y una caja sobre el escritorio—. Y una es la cita para recoger la toga y el birrete.Estiro la mano a la caja. La nota pegada dice que es de Alex.Al sacudir un poco la caja, algo suena. Las dos estamos impacientes mientras rasgo el papel gris. Dentro de la caja hay dos cajas. En la más plana hay un collar de perlas con Saturno decorando la simplicidad. La otra caja es un teléfono nuevo.—¿Pero eso qué es? —sisea Anna.—Un collar y un teléfono nuevo —respondo. Estoy flipando.¿Alex me ha regalado esto?—¿Un collar? —suelta con la boca abierta. Salta de su cama a la mia—. Maya, es un Vivienne Westwood.Me ha dejado igual, sin embargo, cuando lo miro horas más tarde descubro que es un collar de lujo. ¿Y el teléfono? Lo entiendo mucho mejor cuando encuentro como hacerle una videollamada y por fin puedo verle perfecto. Nada es igual a estar con él, pero distingo mucho mejor cómo sonríe y
MAYAMe re-coloco la toga por decimoséptima vez. Estoy nerviosa. Intento quedarme la última del mogollón para esperar un poco más. Al final se hace inevitable tener que entrar al estadio.—¿Es que esperas a alguien en especial? —La pregunta de mi madre me pilla de puntillas, estirando el cuello sobre la gente— ¿Tú sabes algo de esto?Mary, que lleva sospechando desde que no me despego del teléfono, se encoge de hombros.—Creo que no.Yo creo que sí. Ha visto que mi teléfono es cómo el suyo y ha visto el collar que me he puesto. Un collar que yo jamás me habría comprado. Debería haber sido capaz de admitir que estoy con Alex, que es a quién llevo esperando desde ayer. Lo he intentado, una vez, y me he cerrado la boca. No está aquí. No ha venido.—No es nada —respondo yo—. Es sólo que... hay mucha gente, demasiada...Mi madre me sonríe y me apoya las manos en los hombros. Hacía mucho que no la veía tan feliz. Está orgullosa, algo que no ha dejado de repetirme. Yo también lo estoy.—Tran
ALEXLa casa está hecha un desastre aunque Gloria siga intentando barrer cristales rotos del jardín. La sangre ha manchado el césped y el agua de la piscina. Ha goteado hasta la entrada. Y hay una ventana rota.—Se ha vuelto loca —intenta explicar Denver.Está acojonado. Sigue temblando cuando lo estrecho entre mis brazos. Gloria intenta limpiar a conciencia para no quedarse sin trabajo. Veo a mi padre, incapaz de ordenarse con este tema para la cabeza tan fría que tiene en los negocios.—Tranquilo —le repite a Denver acariciándole la espalda. Me mira pero no me dice nada—. Gloria limpia bien.¿Que limpie bien? Esto no se puede limpiar bien.—No puede hacerlo. Hay que cortar el césped, poner una ventana nueva, usar otra cosa para quitar la sangre del suelo... Gloria no puede hacerlo todo. Y tienes que meter a tu mujer en rehabilitación.—No me digas qué hacer.Tengo unas ganas inmensas de darle un puñetazo.—Iré a por mamá —aclaro. Poner orden a esta situación me cuesta a mi también—.
MAYAOjalá no hubiera bebido tanto para afrontar la realidad de otra forma. Mi madre y Mary se van. Desayunamos las tres juntas en una cafetería cerca de la carretera que sale de la ciudad. Mi madre no deja de insistir en que Mary se saque el permiso de conducir en cuanto cumpla dieciséis en un par de semanas. Mary no deja de repetir que esperará a ir con Denver a todas partes.—¿Y tu búsqueda de coche cómo va?Fatal, como todo.—Estoy en ello.—Dijiste que irías a mi cumpleaños —me recuerda Mary—. Sino seguro que ya no te vemos el pelo hasta Navidades.—Lo sé lo sé. Estaré allí.Estoy dispersa. Tan dispersa que no me doy cuenta de cuándo Mary me sigue al baño. Cierra la puerta con el pie y me mira de brazos cruzados. Inquisitiva.—Sé que estás así de rara por Alex. ¿Qué es? ¿Que ayer no apareció en tu graduación? Seguro que lo estabas esperando.—No es eso —miento. Si no sé mentir, ¿por qué lo estoy intentando?—Eso que llevas en el cuello cuesta una pasta, casi tanto al nuevo teléfo