Todos nos quedamos en un como silencio un largo rato, pero fue Ismael el que lo rompió, aclarándose la garganta. — ¿La visión de la bruja que dijo que ibas a congelar el mundo? Eso suena un poco dramático, ¿no crees?Yo me encogí de hombros mientras apretaba el libro entre mis dorsos. — Así, tal cual como lo dije. Esa bruja… aunque, bueno, ya no le gusta que le digan bruja… fue la que tuvo la visión, prediciendo que yo era la nueva portadora de Liela. Por ello inició esta guerra que amenaza a las manadas, y creo que puede ser verdad. Y el salón predijo que yo sería la nueva portadora, y lo soy. No creo que sea una coincidencia. — Sinceramente, nunca he creído mucho en ese tipo de magia, pero — yo les enseñé alrededor — ¿te parece que no debes creer en este tipo de magia? ¡La estás viendo! Estamos tan al norte, en la aldea de la gente del bosque, después de que un Rey Cuervo casi nos matara en medio de un jardín, cerca de uno de los polos. ¡Un jardín con mariposas! ¿Te parece que
Sirius se sintió un poco incómodo. Debía ser honesto consigo mismo: la presencia del lobo lo intimidaba. La primera vez que lo había visto, lo habían lanzado con fuerza a la celda, y el hombre estaba ahí, boca arriba, completamente desnudo, con su ropa lanzada de cualquier manera al suelo y una herida en el pecho que no dejaba de sangrar. No había tenido tiempo para ver nada, para analizar nada. Ismael le suplicó que lo ayudara y él no tuvo más opción que hacerlo. ¿Qué más podía hacer? Presionó con fuerza la herida en el pecho del lobo y esperó.Pero ahora era diferente. Haber recuperado sus poderes lo había sanado. Y aunque se veía un poco pálido aún y le costaba caminar, no pudo evitar notar que era un hombre increíblemente atractivo. Probablemente el hombre más sexy que hubiera visto en su vida: alto y fuerte, tenía toda la apariencia de ser un poderoso Alfa, pero parecía desinteresado de todas aquellas actividades. Se veía seguro de sí mismo y, cuando le sonrió con esa sonrisa enc
Sirius tuvo la decencia de no preguntar nada, cosa que agradecí. Estaba sintiéndome terriblemente mal. Ni siquiera entendía por qué. Tal vez era porque mis sentimientos por Ismael no habían desaparecido, porque de una forma inconsciente, tal vez, yo había elegido el destino de casarme con Valentín por el golpe, por la pelea, por la impotencia de no saber lo que yo significaba en este mundo y todo lo que me estaba pasando, todo lo que me había pasado.Pero entonces, cuando nos permitieron salir y, ya después de cruzar la puerta final de la aldea, un hombre que se veía casi como un humano, excepto por los pequeños cuernos que sobresalían de su frente, quitó con una llave especial el collar de Sirius, y el joven pudo transformarse. Me subí sobre su lomo y emprendimos la marcha de regreso a Flagela.Yo tenía toda la información que necesitaba. Todo lo que podría conseguir de la gente del bosque, lo había conseguido. Tenía el libro en una mochila en mi espalda, y aunque quise haberle dado
No dudé ni un segundo antes de correr hacia donde estaba mi amiga. Pero entonces Sirius se colgó fuertemente de mi mano. — ¿Qué haces? — me preguntó. — ¡Pues voy con ella, es mi amiga! — ¡Claro que no! No voy a permitirlo. Ya te lo dije, es una vampiro. ¿Cómo se te ocurre? — ¡Ella es mi amiga! ¡Es humana! Fue la única que estuvo conmigo cuando fui desterrada de Luna Azul. ¡Si Dios quiere detenerme, ay, no sé! ¡Si tú lo haces, también! — Pero yo logré salvarte a tiempo. — ¡Déjame, Sirius! — le supliqué.El joven salió corriendo detrás de mí. Helen desapareció detrás del árbol. — ¡Helen! — le grité — . ¡Estoy aquí!Pero ella salió corriendo, escapando de mí. Sonreía, parecía una niña jugando. — ¡Helen! — la llamé — . ¿Dónde estás?Sirius se había transformado y corría detrás de mí con todos sus sentidos alertas, pero yo no sabía por qué lo hacía. ¡Ella era mi amiga! No me haría daño. — ¡Helen! — grité con los ojos llenos de lágrimas.Pero ella seguía corriendo. No entendía
Lo había matado.Había matado a un hombre.Podía verlo ahí en el suelo, con los ojos abiertos clavados en los míos, juzgándome. Su alma ya había escapado de su cuerpo, pero su cuerpo inmóvil, que comenzaba a enfriarse porque ya no tenía un corazón, me observaba. Me juzgaba. Yo sabía que era lo que hacía.Lancé un grito de terror, apretando con fuerza mis puños. La fuerza del hielo en mi pecho se concentró aún más, pero ya no quería dejarla escapar. Seguramente mataría a alguien más.No fue como cuando maté a los cazadores. Ellos me estaban atacando, sin importar que yo había ido a buscarlos en busca de venganza. En ese momento había pensado en mi rabia, pero ellos me atacaron. Fue en defensa propia. Solamente creé hielo a su alrededor y, lamentablemente, murieron congelados.Pero esto era diferente.Había desviado el poder del hielo hacia mis manos.Había apuntado con mi dedo hacia el pecho del hombre.Tal vez en el fondo yo sabía lo que iba a pasar.Tal vez en el fondo yo sabía que l
El viaje de regreso fue más rápido que el de ida. Ya conocíamos el camino, no nos detuvimos ni una sola vez a descansar. Así que terminamos el viaje en día y medio, y cuando pude ver la ciudad de Luna Azul desde lo alto de la colina, suspiré profundo. Ahora las cosas estaban muchísimo más claras. Sabía muy bien que la guerra no tenía sentido, que Luna Azul y Flagela no debían enfrentarse porque teníamos un enemigo más grande.Sinceramente, imaginé que contarle esto a los ancianos del Consejo sería una tarea ardua, pero de todas formas, aunque ellos estaban ahí para aconsejarme, yo seguía siendo el Alfa de Luna Azul y eso tendrían que obedecerme. Las manadas no entrarían en guerra porque unos vampiros asociados con lobos errantes sin manada habían asesinado al antiguo Alfa para inculpar a Flagela. La gran pregunta era: ¿por qué? Si ellos querían el poder del hielo que tenía Alicia, ¿por qué crear una guerra entre las dos manadas antes? Porque sabían que si nos juntábamos, podríamos det
El derecho de reglamento era una ley muy bien cambiada que nunca había sido utilizada. Me imaginé al idiota de Alexander sentado en la biblioteca, intentando leer, con su pésima comprensión de lectura, el reglamento de Luna Azul para encontrar en él algún fallo que pudiera perjudicarme, y lo había encontrado. Pero esperé que aquel arcaico libro, lleno de reglas absurdas de hacía más de 500 años, no comprometiera mi liderazgo. Pero estaba seguro de que había un as bajo la manga. Los ancianos del Consejo tenían profundo rencor por Flagela, un rencor que el antiguo Alfa había sembrado. Pero me parecía cínico de su parte: ellos eran los que habían secuestrado a Alicia, los que la habían hecho pasar por una persona que no era, y aún así eran ellos los que guardaban el rencor contra los lobos de hielo. Me parecía cínico de su parte. — ¿No estarás conmigo? — le pregunté a Ángel mientras veía que retrocedía antes de entrar al palacio.Él se encogió de hombros. Hablábamos en nuestra cabeza.
Supe que tenía el pleito ganado cuando el ridículo de Alexander comenzó a enumerar todas las fallas en las que yo había caído desde que comencé a liderar la manada, comparándolas con el libro de las reglas de Luna Azul. Eran tan patéticas, tan ridículas, tan tristemente rebuscadas, que lo único que hizo fue que, en vez de que mi rabia aumentara, sucediera todo lo contrario: me relajé, al punto de que incluso bostecé un par de veces y me reí ante alguna de las acusaciones más pendejas que habían hecho en mi vida.Como hablarle mal a la Luna Madre.¿En serio? ¿Habían citado una reunión y estaban pensando en destituirme porque le había dicho "cuántos pares son tres moscas" a la ex luna de la manada? Una mujer que ahora era llamada "Luna Madre" solamente para que sintiera que su presencia no era un estorbo dentro de la comunidad. Su esposo estaba muerto, su relevancia ahora ya no era importante. Elena no era más que una sombra de lo que alguna vez fue. Y aunque pretendía seguir manipuland