Supe que tenía el pleito ganado cuando el ridículo de Alexander comenzó a enumerar todas las fallas en las que yo había caído desde que comencé a liderar la manada, comparándolas con el libro de las reglas de Luna Azul. Eran tan patéticas, tan ridículas, tan tristemente rebuscadas, que lo único que hizo fue que, en vez de que mi rabia aumentara, sucediera todo lo contrario: me relajé, al punto de que incluso bostecé un par de veces y me reí ante alguna de las acusaciones más pendejas que habían hecho en mi vida.Como hablarle mal a la Luna Madre.¿En serio? ¿Habían citado una reunión y estaban pensando en destituirme porque le había dicho "cuántos pares son tres moscas" a la ex luna de la manada? Una mujer que ahora era llamada "Luna Madre" solamente para que sintiera que su presencia no era un estorbo dentro de la comunidad. Su esposo estaba muerto, su relevancia ahora ya no era importante. Elena no era más que una sombra de lo que alguna vez fue. Y aunque pretendía seguir manipuland
Me senté pesadamente en el trono. Aquella mujer había lanzado la puñalada, pero no me dejaría vencer de esa forma. Suspiré profundo y crucé una pierna sobre la otra, fingiendo estar más relajado de lo que de verdad estaba. — ¿Y qué se supone que significa eso? ¿Y por qué atenta tan abrupta y dolorosamente contra la manada? — Lo sabes muy bien. Sabes muy bien qué significa. — Esto es sobre Ángel — dije. — ¡Esto no es sobre Ángel! — grité con tanta fuerza que todos dieron un salto, incluso ella. A pesar de que estaba ahí enfrentándome, yo seguía siendo su Alfa. Y los instintos que recorrían nuestro cuerpo lo sabían. Esa era mi gran ventaja: que mi poder y mi mandato los intimidaban lo suficiente como para derribar cada argumento.Pero esto era serio. Porque lo demás eran acusaciones sin fundamento, rebuscadas; en cambio, muchísimas personas de la manada apoyaban aquella secuencia. — Sabes que es algo que es antinatural, que no debería ser bien visto en la manada. — ¿Quieres que
Algo dentro de mí se movió con rapidez, más que el instinto licántropo. Algo más allá: una rabia, un dolor, un instinto profundo de protección. Ángel no solo era mi amigo, era mi hermano, quien había estado en cada momento importante de mi vida, que me había apoyado siempre sin juzgarme. Era la persona más importante en mi vida en ese momento, al menos de los que estaban conmigo. Porque después de lo que había pasado con Alicia, estaba seguro de que la mujer no querría volver a verme en su vida.Y entonces, lo que me empujó a salir corriendo de la habitación fue algo profundo, realmente íntimo. Cuando abrí la puerta de mi habitación para salir corriendo, me encontré cara a cara con Elena. — No puedo hablar ahora, algo está pasando — le dije.Pero cuando intenté pasar por su lado, la mujer cerró con fuerza mi muñeca. — Espera — me dijo.Pero yo sentí un fuerte dolor en donde su mano había tocado mi piel: una picazón terrible, mezclada con ardor y un dolor que me subieron hasta el c
No podía negarme. No podía negarme a pelear con Alexander porque era una regla absoluta e inamovible de la manada, casi de cualquier manada existente.Si un miembro consideraba que su Alfa no era lo suficientemente fuerte o no hacía bien las cosas, tenía todo el derecho absoluto a reclamar el liderazgo con una pelea a muerte. Ya había sucedido varias veces, pero usualmente el Alfa siempre ganaba. En el 99% de los casos, un Alfa siempre era más fuerte. Un Alfa siempre había sido entrenado desde pequeño para serlo.De hecho, yo estaba un poco retrasado con elegir quién sería mi sucesor. Desde que era niño, debía comenzar a entrenarse para eso. Por eso los Alfas siempre llevaban la delantera: por su entrenamiento. Porque, una vez asumieran el cargo, de forma instintiva su cuerpo y su mente cambiaban, como si la Diosa Luna les otorgara la fuerza física y mental necesaria para liderar la manada.Pero supe en ese preciso instante que todo había sido planeado: la cláusula de moralidad, el ex
Fue una inconsciencia absoluta. No era como quedarse dormido y despertar. Cuando te quedabas dormido y despertabas, sabías que habías dormido, pero en ese momento, cuando regresó a mí la conciencia, no sabía qué había pasado. Era como si hubiese pasado una eternidad completa en el sueño.Abrí los ojos y encontré completa oscuridad, completa y absoluta.Levanté mis manos, tratando de buscar algo alrededor. Me encontraba en el suelo. Había humedad. El sonido de una gotera a lo lejos.Parpadeé un par de veces, tratando de encontrar en mis ojos un poco de luz. Todo el cuerpo me dolía tan terriblemente que quise quedarme dormido nuevamente.Intenté apretar los puños, pero mi mano izquierda estaba entumecida, tanto que no lograba sentirla. Con mi mano derecha la toqué. Algo la recubría. Parecía un emplasto de hojas y lianas que mantenían la piel húmeda.Intenté mover los dedos de la mano, pero era como si no los tuviera. Con mi mano derecha podía sentirlos, pero mi mano era infuncional.Qui
El viento me despeinaba el cabello, pero yo enterré mi cara en el suave pelaje del lobo de Valentín. Aspiré su aroma: era particular, áspero, olía a frutas, como si el hombre pasara horas de su tiempo preocupándose por tener un pelaje brillante y perfecto. Pero yo sabía que no era así, yo sabía que en el fondo no me importaba el peculiar aroma de su lobo. Lo único que me importaba en ese momento era lo que había acabado de suceder, y no podía dejar de sentirme sucia, una asesina.Seguimos avanzando por el bosque, tratando de poner toda la distancia posible entre nosotros y los hombres que había dejado congelados en el suelo. Estábamos ya a varias horas de viaje, a punto de entrar en la tormenta eterna, cuando Valentín se detuvo al fin. Parecía cansado. Cuando bajé de su lomo, me dejé caer de rodillas al suelo; me sentía terriblemente agotada. Era la primera vez que usaba el poder del hielo sin desmayarme, pero sentía que había arrebatado de mí todas las pocas fuerzas que tenía en el c
El hombre entró en la habitación, se sentó en el borde de la cama y observó la ventana, la perfecta blancura que había del otro lado. — Valentín me lo contó todo. Bueno, me hizo un resumen rápido de lo que había pasado. ¿Cómo te sientes?Yo aparté la mirada. ¿Cómo me sentía? Ni siquiera yo lo sabía. Lo único que sabía era que bien no estaba. Me senté y recosté la espalda en las almohadas, observando también la ventana. Quise decir algo, pero no tenía fuerzas. Así que el hombre se aclaró la garganta. — Me eligieron para ser el Alfa cuando tenía cinco años — comenzó a contarme — . Fui muy precoz. A esa edad ocurrió mi primera transformación. Supieron que tenía el talento y la voluntad para convertirme en el Alfa que necesitaba la manada. En ese entonces, la tormenta eterna no existía y el norte, aunque era frío, era habitable. Era un hogar cálido. Pero, verás, mucha gente no estuvo contenta con la decisión que tomaron los ancianos del Consejo y el Alfa de ese entonces. Había una fami
Bastian levantó la mirada, interesado, hacia el muchacho que había entrado repentinamente a mi habitación. — ¿Qué pregunta? — dijo el hombre.Cuando volteé a mirar hacia la ventana, la noche ya había caído. ¿Hacía cuántas horas nos habíamos separado? Era extraño. Según lo que me había contado Valentín, él se había marchado rápido en cuanto yo lo hice, porque tenía que regresar a Luna Azul. Pero entonces me invadió una extraña emoción. Sabía que no podía hacerme falsas ilusiones y tampoco emocionarme como una tonta, pero saber que Ismael estaba ahí hizo que mi corazón latiera con fuerza. En cambio, para mi padre no parecía tan contento con aquella declaración; todo lo contrario, parecía más bien asustado. — ¿Quiénes son los visitantes? — Solamente él y otro lobo de su manada — dudó antes de decirlo, luego volteó a mirarme — . Un señor muy raro con unas alas muy grandes... — ¿El Rey Cuervo? — pregunté, asustada. — Alicia, tenemos que atender a estos invitados. Presiento que esto