Adeline se sentó en el sofá de la consulta del psicólogo, nerviosa por tratarse de su primera vez. Después de todo, hablar de sí misma y de sus inseguridades con un extraño no era algo sencillo de hacer. Pero era necesario.Trató entonces de concentrarse en la habitación, en los libros, en las estanterías, en la oscuridad y tranquilidad de la sala. Pero aun así, su corazón latía con fuerza y miedo. Había llegado al punto en el que no podía seguir ignorando sus demonios internos y necesitaba enfrentarlos.—Adeline, ¿cómo te sientes hoy? —comenzó el doctor. Era un hombre de cabellos grises y ojos penetrantes.—Me siento… rota. Como si no encajara en ningún lugar —jugueteó con el borde de su falda, mientras decía esas palabras tan ciertas y dolorosas.Adeline sabía que encajaba en un lugar, en su hogar, junto a sus hijos, en su papel de madre. Pero después de eso no había nada más. Adeline la persona individual, no encontraba otra motivación que esa, no se encontraba a gusto dentro de su
Lorena no había vuelto a verse con Roberto ahora que Anthony estaba más presente en la casa. Ambos seguían sin ser un matrimonio normal, pero su esposo se había comprometido en apoyarla durante el embarazo. “No te dejaré sola en esto”, fueron sus palabras. Se sentía ansiosa y cansada. De alguna forma enfermiza se había malacostumbrado a la presencia de Roberto, a su trato duro e insensible. Anthony, en cambio, era todo lo contrario, se comportaba como un enfermero. Preguntándole a cada momento que si estaba bien, que si necesitaba algo; y sí, la verdad era que necesitaba algo, pero no se trataba de una almohada para estar más cómoda o un poco de medicamento, se trataba de sexo. Desde que se casaron no habían consumado el matrimonio y tampoco esperaba que lo hicieran. Era evidente que Anthony prefería mantener sus distancias en ese sentido. Así que, comportándose como una adicta que necesita su dosis de droga, se escabullo en medio de la noche, mientras su esposo dormía. Ant
El timbre del departamento sonó y Lorena dio un brinco esperando lo peor, desde la amenaza de Anthony se mantenía en un estado de constante zozobra. Sin embargo, al abrir la puerta no se encontró con su esposo, sino con un hombre de aspecto serio con gafas. —Buenos días —saludó el desconocido en un tono cortés. —¿Y usted quién es? —exigió saber de inmediato, mientras empuñaba los puños discretamente. Sea lo que sea, no le gustaba para nada la presencia de ese tipo. —Oh, claro, me presento, mi nombre es James Contreras. Abogado de su esposo—luego hizo un gesto hacia el interior—. ¿Puedo pasar?Lorena dudó, intuyendo que se trataba del tema del divorcio. —Puede venir en otro momento. Ahora no estoy en condiciones para atenderlo —intentó darle largas a aquello. —Me temo que deberé insistir, señora. Mi cliente tiene mucha prisa de tratar este asunto —aunque su tono seguía siendo cortés, percibía cierto toque de amenaza. —Y yo insisto en que no me siento bien—señaló a su barriga de e
Una ambulancia trasladó a Lorena hasta el hospital, mientras jadeaba y pedía por el bienestar de su hijo. Al llegar al recinto médico no hubo nada que se pudiera hacer para salvar la vida del pequeño, quien acababa de morir en su vientre a tan solo cuatro meses de gestación. Lorena lloró por su hijo perdido y lloró también porque nadie de su familia se acercó a la clínica para saber sobre su estado de salud. Nadie, ni su madre, ni su padre y mucho menos su marido. Cuando le fue dado de alta, contactó al abogado de Anthony y decidió firmar la anulación del matrimonio. Su vida acababa de perder todo sentido y ya no le importaba absolutamente nada. Ni siquiera los rumores que comenzaban a circular en las redes sociales sobre su infidelidad. Roberto fue otro en darle la espalda. Ni siquiera fue capaz de escribirle un mensaje de texto cuando su vida comenzó a desmoronarse. Estaba sola y no le importaba a nadie. Esa sensación de desasosiego comenzaba a mermar su espíritu, al punto en el
—¿Qué le estás haciendo? —preguntó Anthony, mirando con rabia a Roberto. El hombre no se inmutó ante su exigente pregunta, simplemente hizo un gesto con la mano indicándole que guardara silencio. —Tu madre acaba de quedarse dormida —informó en voz baja, indiferente—. Se despertó muy alterada y el médico sugirió que lo mejor era dejarla descansar un poco más. No es fácil para ella acostumbrarse a esta nueva realidad y al tiempo que lleva en coma. —¿Y tú estabas aquí cuando despertó? —no pudo evitar indagar.—No, fui el primero al que le avisaron. Así que vine enseguida. —Vaya, pero qué sorpresa —se mofó—. Es increíble que hayas tenido tiempo de venir considerando tu apretada agenda. ¿O es que hoy no estabas teniendo sexo con Lorena?La molestia en el rostro de Roberto no se hizo esperar y no era precisamente debido a la acusación bien fundamentada, sino que lo que le preocupaba era que Alicia los pudiera escuchar. —Hablemos afuera —ordenó. —No tengo nada que hablar contigo —mostr
—¿Por qué no? ¿Te crees muy especial?—la tomó fuertemente del brazo. —No me creo, ¡lo soy!—alzó el mentón desafiante. —Debo reconocer que vienes de una muy buena familia, pero me temo que no está al nivel de la mía. Así que no me obligues a usar medidas más drásticas —la amenazó con simpleza. —¿Medidas más drásticas? ¿Qué quieres decir con eso? —soltó Alicia, enfurecida—. ¿Me vas a violar acaso?—No le haría eso a una mujer —soltó, aunque su tono no era nada tranquilizador—. Pero si te conviertes en mi esposa, entonces acostarte conmigo vendría como parte del paquete. —¡Aguarda! ¡Aguarda! —se preocupó Alicia ante los delirios de este hombre—. Primero vienes aquí y me dices con todo el descaro que quieres tener sexo conmigo y cuando me niego, empiezas a decir toda esta sarta de incoherencias. ¿Te has vuelto loco? Apenas y te conozco. —¿Y qué? Mi padre conoce al tuyo, así que eso es suficiente para que organizar una boda. —¡No! ¡Ni se te ocurra! —exclamó con histeria.—Entonces, n
—¡¿Por qué demonios hiciste eso?! —lo empujó entrando al salón de clases, abarrotado de personas, sin importarle que los estuvieran escuchando. —Cálmate —siseó Roberto, al darse cuenta de la atención negativa que estaban atrayendo. —¡No voy a calmarme! —siguió gritando Alicia, enloquecida—. ¡Habla con mi padre y acaba con esto! Roberto arrugó la nariz como un animal rabioso, un instante antes de tomarla del brazo y llevársela lejos. —No hablaré con nadie. Te guste o no, vamos a casarnos. Alicia comenzó a darle puñetazos furiosos en el pecho. —¡Eres un mentiroso! —soltó en medio de las lágrimas—. Prometiste que si teníamos intimidad me dejarías en paz y has decidido hacerme esto. ¡Te odio! ¡Te odio! Sin importar sus innumerables quejas e intentos por cancelar ese matrimonio, Alicia terminó casándose con Roberto, aun en contra de su voluntad. El matrimonio fue un martirio para ambos desde el comienzo, ya que no lograban ser felices en medio de ese ambiente cargado de hostil
Adeline estaba preocupada por toda la información que había recibido en estas últimas semanas. Primero, se había anunciado el divorcio de Lorena y Anthony, con fuertes rumores de una posible infidelidad por parte de ella. Segundo, Anthony había decidido renunciar al apellido de su padre para adquirir el de su madre, quien afortunadamente acababa de despertar luego de cinco años en coma. Todo esto la tenía sumamente ansiosa, porque por más que había querido contactarlo, no había tenido formas de hacerlo. Era como si él no quisiera ser localizado. Lo último que había sabido era que su madre había sido dada de alta y que ahora estaba en trámites de divorcio con Roberto. Pero no había nada más que eso. Información externa. Rumores. Y muchas especulaciones de las posibles razones de todos esos acontecimientos. Adeline suspiró y se concentró en lo que estaba haciendo. La cena. Era fin de semana, así que había decido preparar hot dogs para sus hijos y ella. Tomó los panecillos de la bol