Capítulo 4 - Tiene que ser un sueño

Sofía escuchó gritar al hombre desconocido cargado de ira, que luego arrojó su teléfono al asiento del copiloto con brusquedad.

“¿En qué carajos estaba pensando cuando subí a este vehículo?”  Se dijo a sí misma y comenzó a sentir que el pánico la inundaba.

De repente sintió que el asiento trasero de ese vehículo no era el del magnate hotelero, sino aquel auto del hombre que la había engañado, quien se había aprovechado de su inocencia y de su vulnerabilidad.

Sintió el olor a tabaco inundar sus fosas nasales y el aliento rancio a cigarrillo del cruel hombre contra su rostro mientras gemía de placer a costas de ella.

Comenzó a sentir que las paredes del auto se encerraban al rededor suyo y que nuevamente estaba aprisionada y sin escapatoria.

Intentó quitarse el cinturón de seguridad sin éxito, como si fuera una cadena que la mantenía atada y lista para la bestia que la atacaría.

Intentó abrir la puerta, cayendo en la cuenta de que estaba trabada con la seguridad para niños.

-No.. no…- sollozó desesperaba mientras jalaba una y otra vez la palanca y golpeaba la ventanilla- No… déjame salir por favor…

Lucas encendió sus alarmas rápidamente cuando escuchó el hilo de voz detrás suyo de la mujer que parecía que estaba entrando en una crisis.

Sintió que pateaban su asiento y tuvo que frenar a un costado de la calle y bajarse a auxiliarla.

Pero cuando Sofía sintió que el auto se detenía, supo lo que se venía a continuación.

El hombre abriría su puerta y se abalanzaría sobre ella.

La joven comenzó a sollozar desconsoladamente y se alejó contra la otra puerta cuando el hombre millonario abrió la puerta y se asomó preocupado, aunque la joven vagabunda solo podía ver la sonrisa siniestra de su abusador.

-Aléjate de mí- gruñó aterrada.

-Tranquila, no me voy a acercar más- dijo levantando las manos y mostrando las palmas abiertas- solo quería ver si estabas bien, voy a cerrar de nuevo la puerta ¿Sí?, pero no te vayas por favor, estamos por llegar al Hotel. - Suplicó temiendo que la joven saliera huyendo de allí para no verla nunca más.

Sofía lo observó con desconfianza, extrañada de que el hombre cerrara la puerta y no le hiciera daño. Vio cómo se sentaba nuevamente en su asiento y encendía el auto.

“¿No se aprovecharía de ella en esa calle oscura?”

No lo hizo, el joven arrancó como había prometido y llegaron al hotel rápidamente, donde un hombre regordete los estaba esperando nervioso, caminando de una punta a la otra.

-¿Dónde estabas?- preguntó alarmado cuando el hombre desconocido salió del auto.

-¿Trajiste lo que te pedí?- preguntó ignorando el interrogatorio de su asistente y abriendo la puerta trasera del auto- Ven- dijo con suavidad, notando que la mujer miraba con desconfianza a su asistente- No te preocupes por él, es insoportable pero es un buen tipo.

Lucas extendió su mano para ayudarla a salir, que Sofía miró con desconfianza hasta que finalmente la tomó con su mano temblorosa.

La joven sintió la calidez de la piel bronceada del magnate, cómo la sostenía con firmeza y la sacaba del vehículo con gracia.

-¿Quién es ella?- preguntó el hombre alarmado.- ¿Y porque estás todo mojado?

Lucas lo ignoró solo teniendo ojos para la mujer.

-Vamos a dentro, hay calefacción centralizada. - Sonrió suavemente- Y tú lleva lo que te pedí a la habitación presidencial ¿está claro? - ordenó al nervioso hombre.

Sofía asintió sin poder dejar de mirar esos ojos celestes llenos de bondad y compasión.

Sintió un calor recorrer su cuerpo y no era la calefacción, porque aún no habían entrado al hall del hotel, era otra cosa, un fuego que crecía desde dentro de su corazón que creía roto.

El hombre era más que guapo, debía admitir.

Sus ojos celestes eran verdaderamente cautivadores, brillando con una intensidad azul cristalina que evocaba la inmensidad del cielo despejado en un día soleado, todo lo contrario a la tormenta que los rodeaba en ese momento.

Sus pupilas, eran como dos profundos pozos azules, que le transmitían una sensación de serenidad y misterio a la vez.

Sus pómulos ligeramente marcados y una mandíbula bien definida, le daba un toque varonil y elegante. Su piel de un tono cálido y suave resaltaba la belleza natural de sus facciones.

El joven desconocido le sonrió, transmitiendo a Sofía confianza y seguridad, sin poder evitar sonrojarse por la expresión encantadora que se dibujó iluminando el rostro del magnate, revelando unos dientes perfectamente blancos y parejos.

El hombre apuesto de nombre desconocido, con cabello dorado, ojos celestes y de apariencia cautivadora, lo convertían para Sofía en alguien difícil de olvidar.

“Ojalá tu hermoso rostro pudiera borrar los rostros que me causaron dolor” Pensó mientras se dejaba llevar dentro del hotel.

La joven vagabunda creía que la última vez que había entrado en un hotel tan lujoso como ese había sido en su luna de miel, pagado por completo por su suegros como regalo de bodas, luego de eso contaba con los dedos de una sola mano la cantidad de veces que había salido de la ciudad con su esposo, ahora que lo pensaba, esas semanas en las que Víctor había salido de viaje de negocios, probablemente fueron para estar con otra mujer, con la que seguramente sí pagaba las mejores cosas que con ella no gastaba.

-Es hermoso- no pudo evitar decir al ver el deslumbrante candelabro con colgantes de cristal que decoraban el centro de la administración del hotel.

- ¿Es bello no? Yo mismo diseñe todo- exclamó con orgullo.

-Dame la llave de la suite presidencial- le ordenó a la recepcionista, quien no pudo evitar mirar con expresión de desprecio a la mujer empapada que tenía sobre su delgado cuerpo el sobretodo de su jefe.

-¿Algún problema?- exclamó el hombre, notando la mirada sobradora de la mujer.

-Ninguno señor- respondió rápidamente- Aquí tiene.

Ambos subieron por el ascensor hasta el último piso, ninguno de los dos dijo nada mientras ascendían.

Ambos se habían prometido a sí mismos no volver a enamorarse, pero ahí estaban, sintiendo sus corazones latir con fuerza por el otro.

Bien, es aquí- exclamó Lucas, abriendo la puerta de la suite.

Sofía esperaba cualquier cosa, una habitación cómoda y reconfortante, pero no esto. Era prácticamente del tamaño de la que fue su casa.

-Esto es…

-¿Es linda no?

-Es demasiado- negó rechazando la habitación- Deme una más simple ¡La más barata que tenga!- suplicó sintiendo que no merecía semejantes lujos.

-¡Insisto!- exclamó el joven magnate- No puedo darle menos por lo que hizo por mí.

-Pero si no hice la gran cosa…

-Para mí lo fue…- sonrió dulcemente- En la puerta de allí está el baño, en un rato vuelvo para traerte un cambio de ropa.

-Gracias…- susurró la joven, aunque en realidad quería gritar que había sido un ángel caído del cielo que había aparecido en su vida en su peor momento.

El joven asintió complacido de que la joven desconocida que había aparecido en su camino para rescatarlo aceptaba su oferta, luego cerró la puerta para darle privacidad.

Sofía se quedó mirando la puerta cerrada deseando nunca despertarse de ese hermoso sueño de fantasía.

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