Capítulo 4: Visita inesperada

De todos los papeles se encarga Louis, mientras yo camino sin saber hacia dónde debo moverme. Es como si fuera alguien sin alma y no era para menos, la había perdido en un accidente aéreo que jamás debió suceder.

— Necesitas levantarte, señorita Hill

— No puedo. — susurro sin saber quién me habla. Solo puedo mirar a nada en especial y caminar aunque mis pies duelan, porque sentada duele más mi corazón.

— No suspendí una reunión tan importante para verte así de derrotada. — dice la voz que anteriormente me hablo y yo lentamente miro hacia la persona a mi lado.

La sorpresa me invade al ver como el hombre que debía estar a miles de kilómetros aparece 

— Señor Castagnoli… — susurro con voz quebradiza.

— Puedes llorar, puedes derrumbarte, puedes y necesitas hacerlo, pero, no olvides levantarte de allí, porque no perteneces al suelo. No perteneces a ese lugar en ruina en el que te estas aferrando a estar. — dice el señor Castagnoli y yo no quiero que me vea completamente destruida, pero, ¿Cómo no estarlo si mi vida entera se había derrumbado completamente?

— No puedo hacerlo, señor Castagnoli.

— No necesitas poder, es normal que ahora sientas eso. Pero, si te lo propones, eso que dijiste que no podías hacerlo, lo lograras. — dice mi jefe y yo asiento.

— Yo tengo que… usted no debería…

— No debería estar aquí, eso es cierto. Debería estar en el simposio de tecnología conociendo posibles socios que podrían ayudarme a expandirme en el negocio, pero, mi asistente está teniendo un momento difícil así que, deja que pueda apoyarte y me hagas pensar que aunque creí que eras débil, eres demasiado fuerte.

>> Demuéstrame eso entonces. Has sido fuerte hasta ahora, entonces, continua así y despide a tu familia como a ellos les gustaría que las despidiera. Recuerda que ellas pueden ver tu dolor y sufrir o marcharse en paz porque estarás bien.

— No soy fuerte, señor Castagnoli. Ya estoy completamente derrumbada

— Aun te veo de pie. Con todo el dolor que sientes, no has cometido una locura, así que, sigues siendo fuerte. Porque llorar no te hace débil, si no que, te ayuda a descargar toda la frustración, dolor y enojo que puedes sentir.

>> Libera eso y avanza. Recuerda que Louis y yo estamos contigo. Todo esto que te supera, no lo estas enfrentando sola. Puedes avanzar. — dice el señor Castagnoli y yo asiento sintiéndome más recargada. 

— Muchas gracias, señor. — digo conmovida.

Terminamos los preparativos para poder llevar los cuerpos de los miembros de mi familia y en silencio, hago su entierro teniendo a media empresa apoyándome y a cada lado de mí, al señor Castagnoli y Louis.

Todos con los que había reído, sufrido y muchas cosas más, me acompañaban, recordándome que no estaba sola. Pero, después que todos se despidieron y el señor Castagnoli me dejó en casa, la soledad que tanto me abrumaba, estaba frente a mí.

Podía ver la pizza que habíamos comido la noche antes al viaje y como mi hermana me mostraba la ropa con la que conquistaría a un extranjero. Habíamos reído mucho, entonces, ¿Por qué estaba ahora sola con lágrimas fluyendo por mis mejillas si esos recuerdos eran tan felices?

— No creo poder estar en este mundo sola. No puedo con esta soledad abrumante y asfixiante, hermana y madre. Debí haber ido a ese viaje y morir todas. Pero, eso se puede arreglar. — digo caminando hacia la cocina donde diviso un cuchillo.

Necesitaba ponerle fin a esto. Ponerle fin a esta vida que se acabó completamente cuando mi madre y hermana murieron.

— Espérenme, voy a ir con ustedes, chicas — susurro apuntando el cuchillo a mi cuello.

Suspiro profundo y aprieto con fuerzas el cuchillo que acerco a mi cuello, donde comienzo a sentir el ardor. Cierro los ojos con fuerzas, para tener el valor de acabar con mi vida y cuando estoy por hacerlo, mi teléfono suena, causando que suspire profundo.

— No era tan valiente como pensé. — digo mientras alejo mi cuchillo.

Trago duro, mientras el teléfono suena y es el sonido del llamado de mi jefe que me hace correr rápido a tomar el teléfono.

— ¿Diga, señor Castagnoli?

— Abre la puerta, por favor. — ordena el señor Castagnoli en un tono amable que me preocupa.

Normalmente, no es así de gentil al pedir algo. Por lo que, me resultaba extraño que hablara gentilmente. Aunque, si me pongo a pensar como me ha tratado últimamente, fue así.

Rápidamente, corro hacia la puerta aturdida y yo quedo más aturdida cuando veo a mi jefe frente a mí, casi atropellándome con su silla de ruedas, por pasar rápido a mi casa. Miro fuera del apartamento y no veo a Louis. Por lo que, no comprendo lo que pasa.

— ¿Vino solo?

— Sí, vine solo.

— Pero, ¿Cómo? — pregunto confundida y de inmediato, veo como el hombre que es mi jefe, me toma de la mano y me jala hacia él causando que caiga terriblemente sobre sus piernas.

Emito un sonido de sorpresa, abriendo mis ojos porque el hombre que no me atrevía a tener tan cerca como ahora, me mira con preocupación

—  S-señor Castagnoli, yo… lo siento, no debí caer sobre sus piernas.

— No me importan mis piernas ahora, ¿Qué demonios te sucedió en el cuello? — pregunta mi jefe molesto.

— Yo… no — susurro llevando una de mis manos a mi cuello, sintiendo como mi mano se humedece con algo que no es sudor.

— No te atrevas a mentirme, señorita Hill o me va a conocer molesto — dice mi jefe mirando a todos lados.

— Yo no…

— Mira el cuchillo en el suelo con sangre y dime que no es lo que pienso que es. — dice mi jefe molesto y yo trago duro.

— Yo… lo siento… — me limito a decir 

— A mí no me debes decir que lo sientes, es a tu madre, tu hermana y a ti misma a la que debes pedir disculpas por lo que has intentado hacer, ¡¿Cómo es posible que pienses en acabar con tu vida así sin más?! — pregunta mi jefe molesto.

— Yo…

— ¡¿Qué hubiese pasado si no hubiese venido a pedirte que seas mi esposa?! — pregunta el señor Castagnoli y yo siento que me he vuelto loca.

‘¿Es posible que si me hago un ligero corte del cuello comience a alucinar? ¿Acaso yo voy a terminar en un hospital psiquiátrico?’ me pregunto mentalmente.

— Señor Castagnoli, creo que me he vuelto loca. He escuchado algo extraño.

— ¿Qué es extraño? ¿Qué te pida ser mi esposa es algo extraño, señorita Hill? — pregunta el señor Castagnoli mirándome fijamente.

— Yo…

— Vine a pedirte que seas mi esposa, señorita Hill y me molesta encontrarme con la sorpresa que estaba por quedar viudo mucho antes de pedirte matrimonio, ¿eso significa que no es buena idea casarme con usted?

>> ¿Eso quiere decir que la subestimé y que realmente es más débil de lo que una vez pude pensar? ¿Fue un error venir aquí? Debería marcharme y dejar que se lastime o impedirlo? ¿Qué quiere que haga? — pregunta el señor Castagnoli mientras mi mente está en pausa porque creo que he entrado en corto circuito.

— ¿Qué acaba de decirme?

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