Miró a Haziel que ya estaba desgarrando el papel que envolvía el muñeco de felpa en forma de pantera.—¿Te gusta, Hazz? —preguntó, viendo los ojitos de su hijo brillar de felicidad.—¡Sí y se parece a papito! —exclamó Haziel, tratando de abrazar a la enorme pantera de felpa—. Gracias, papá.—Oh, eso se parece a mí —Con una enorme sonrisa, Frufrú se acercó a él y le dio un pequeño beso en los labios—. Tienes buen gusto, cariño.—Lo tengo, ¿verdad? —Ciñó a su esposo entre sus brazos, acercándolo hacia sí y lo besó. Un beso más largo esta vez—. Te extrañé, panterita.—También te extrañé, Haniel —Podía quedarse todo el día solo mirando los ojos enigmáticos de Frufrú. Dios, amaba con todo su corazón y alma a su esposo—. Sabes que te amo y que eres, junto a nuestro hijo, lo más importante de mi vida. Y sé que muchas veces quieres llegar a casa y descansar después de un día agitado en el trabajo y lo siento si no es así. Haré lo posible por...—Hey, aguarda, panterita —Colocó un dedo sobre l
Cuando Haziel se cansó, quedó dormido hecho una bola sobre un cojín que se había salvado de las garras. La pantera de felpa a su lado.—Por fin —Mirando sonriente a su esposo, movió las cejas en un gesto sugerente—. Que dices si practicamos para hacer otro cachorro, panterita.—Haniel —ronroneó Frufrú.—Me encanta cuando dices mi nombre con ese tono —acotó, inclinándose hacia Frufrú y robándole un beso—. En serio, panterita, quiero tenerte en nuestra cama, desnudo y...—Yo... —Notó el dejo de incertidumbre en la voz de su esposo—. ¿En serio quieres otro hijo?—Dios, sí, panterita —replicó, hundiendo su rostro en el cuello de Frufrú, inhalando el aroma dulzón de toda esa piel expuesta—. Quiero ser padre de muchos cachorritos. Imagina todo un ejército de mini panteritas como tú. Combatiremos en un apocalipsis zombi.—Hey, soy un félido, no un conejo, cariño —regañó su esposo, pellizcándole un pezón por encima de la camisa.—Cierto —concordó, alzando la cabeza y mirando fijo esos ojos co
Encontró a sus dos amores en la cocina. Haziel había cambiado y sí, al parecer, había seguido la costumbre de su papito. Pasearse desnudo como si fuera algo tan normal. Lo cual, ahora que lo pensaba, eso era exactamente así desde que conoció a su panterita hace años atrás. Esta situación, para cualquier otra persona, sería algo completamente inmoral, irresponsable y quién sabe qué más, pero para él, que su esposo y su hijo no fueran pudorosos después del cambio era algo tan normal como respirar. Pese a ello, era mejor que Haziel se pusiera ropa porque pronto haría más frío, aunque la temperatura dentro de la casa fuera cálida.—Ve a ponerte algo de ropa, bebé.Sonrió ante las palabras de su esposo. A veces parecía como si de verdad su panterita pudiese leerle la mente.—El bebé está en tu pancita, papito. Yo soy un niño grande y soy el hermano mayor —protestó su hijo, frunciendo graciosamente el ceño.—Entonces con más razón. Eres un niño grande y sí, eres el hermano mayor. Como tal,
Epígrafe«Aprendí que en la vida siempre habrán obstáculos, pero no todos tienen que ser malos, ¿verdad?».Mr. Shady.Inciso.El telón se abrió y una elegante figura yacía en el centro del escenario; se aclaró la garganta y comprobó el micrófono...Persona (o tal vez no): “Un momento, soy el protagonista de esta historia y quiero poder expresarme como es debido. Esperen un momento, iré a hablar con la responsable de esto...”(Varios minutos después)Persona (o tal vez no): “Bueno, así está mucho mejor... ¡Oh! Lo siento, tuve que encargarme y resolver algunos pequeños inconvenientes tras bambalinas. Bien, como ya lo dije, soy el principal protagonista de esta historia.Me tomó un tanto desprevenido saber que no narraré en primera persona a lo largo del desenlace, pero no importa. La cuestión es que necesitaba aclararlo porque quiero que tengan en cuenta que seguiré siendo el galán, a pesar de que tendré que compartir el protagonismo con dos personas y alguien más. Sin embargo, al comie
No recuerdo con exactitud los primeros tres meses de mi vida. Las memorias comienzan a partir de una fría noche de invierno...Recuerdo aquel despertar porque me sentí asfixiado y cuando el aire comenzó a faltar, mi cuerpo se sacudió como si estuviera convulsionando; el miedo y la desesperación provocaron que un dejo de adrenalina naciera e intenté —con las pocas fuerzas que aún me quedaban— abrir la puerta. No lo conseguí, al menos no del todo, pero el forcejeo sirvió y ayudó para que algo del otro lado cayera y una pequeña abertura se abrió, dejando pasar el aire, aire que inhalé con brío. El tiempo solo fue una mera sucesión de estados mecánicos que me condujeron a controlar parte de lo que estaba sucediéndome. No tenía noción de nada. Cuando logré reparar el lugar en el cual me encontraba, supe que me habían abandonado con el único propósito de ponerle fin a mi vida y no entendí el por qué ni tampoco quise pensar en ello. Lo importante era el hecho de que seguía con vida y respiré
La infancia y adolescencia de Drake Leniz se podría resumir fácilmente en simples palabras: travesuras, viajes, escuelas e institutos, padres amorosos, cambios físicos, hormonales y psíquicos y muchos, muchos dibujos. No hubo nada fuera de lo usual durante los primeros 18 años de su vida, pero todo modificó cuando tomó la decisión de irse de casa, independizarse y estudiar Bellas Artes.Desde pequeño le gustó pintar y lo hizo hasta por las paredes. Por supuesto, recibió muchos regaños por parte de sus padres porque ellos tenían que pintar la casa, prácticamente, cada mes. A raíz de esto, Dean (su padre) y Geraldine (su madre) llegaron a la conclusión de que al pequeño Draky —por aquel entonces de tres años de edad— había que comprarle materiales para que pudiera hacer su arte sin destruir las paredes del hogar. Puede que al principio fue por mera diversión, pero conforme pasaban los años, aquello se volvió parte de su día a día. Primero fueron los típicos monigotes —como cualquier niñ
Su rostro se desfiguró en una mueca cansina al observar el rollo de periódico, bueno, lo que quedaba de dicho rollo; soltó un largo suspiro y negó con la cabeza. A veces se le cruzaba por la mente la idea de mudarse a un nuevo vecindario; uno en el cual no hubieran personas que tenían por mascotas a... perros. Bien, no es que le disgustaran los perros, pero siempre que estos fueran adiestrados por sus dueños, lo podría tolerar y no, no es que tuviera algún trauma o algo por el estilo, es solo que llevaba casi un año soportando las fechorías de un perro en particular.Suspirando nuevamente, recogió los trozos de papel e ingresó a la casa.El día había sido largo y agotador, lo único que quería era darse un buen baño, quitarse el olor a óleo —que parecía haberse enraizado por cada poro de su piel—, comer algo y meterse a la cama hasta el día siguiente.(…)—Mr. Shady, tengo una semana de descanso —enunció feliz, viendo al felino acicalarse tendido sobre la cama, su cama—. Papá y mamá ve
La vida de Evans Heinz no fue color rosa ni nada semejante, no.Nació y creció dentro de una familia constituida, pero cuando Evans cumplió 10 años de edad, sus padres se divorciaron. La razón fue producto de un acuerdo mutuo entre sus progenitores, alegando que el amor ya no estaba presente y que sus vidas se basaban en una rutina vacía y carente de afecto. Al principio no lo entendió, no del todo, pero conforme pasaban los años, lo hizo.Durante los días de semana estaba con su madre y los fines de semanas con su padre. Siendo un adolescente —cursando el último año de instituto—, reunió a sus padres para comunicarles que quería ser fotógrafo profesional. Obtuvo el apoyo de ambos. Al finalizar la preparatoria, se inscribió en la universidad para estudiar fotografía.A los 21 años finalizó la carrera y su primer empleo fue en un evento social.A los 22 años fue contratado para ser el fotógrafo exclusivo de una campaña de publicidad para una reconocida marca textil. Fue su primera expe