No recuerdo con exactitud los primeros tres meses de mi vida. Las memorias comienzan a partir de una fría noche de invierno...Recuerdo aquel despertar porque me sentí asfixiado y cuando el aire comenzó a faltar, mi cuerpo se sacudió como si estuviera convulsionando; el miedo y la desesperación provocaron que un dejo de adrenalina naciera e intenté —con las pocas fuerzas que aún me quedaban— abrir la puerta. No lo conseguí, al menos no del todo, pero el forcejeo sirvió y ayudó para que algo del otro lado cayera y una pequeña abertura se abrió, dejando pasar el aire, aire que inhalé con brío. El tiempo solo fue una mera sucesión de estados mecánicos que me condujeron a controlar parte de lo que estaba sucediéndome. No tenía noción de nada. Cuando logré reparar el lugar en el cual me encontraba, supe que me habían abandonado con el único propósito de ponerle fin a mi vida y no entendí el por qué ni tampoco quise pensar en ello. Lo importante era el hecho de que seguía con vida y respiré
La infancia y adolescencia de Drake Leniz se podría resumir fácilmente en simples palabras: travesuras, viajes, escuelas e institutos, padres amorosos, cambios físicos, hormonales y psíquicos y muchos, muchos dibujos. No hubo nada fuera de lo usual durante los primeros 18 años de su vida, pero todo modificó cuando tomó la decisión de irse de casa, independizarse y estudiar Bellas Artes.Desde pequeño le gustó pintar y lo hizo hasta por las paredes. Por supuesto, recibió muchos regaños por parte de sus padres porque ellos tenían que pintar la casa, prácticamente, cada mes. A raíz de esto, Dean (su padre) y Geraldine (su madre) llegaron a la conclusión de que al pequeño Draky —por aquel entonces de tres años de edad— había que comprarle materiales para que pudiera hacer su arte sin destruir las paredes del hogar. Puede que al principio fue por mera diversión, pero conforme pasaban los años, aquello se volvió parte de su día a día. Primero fueron los típicos monigotes —como cualquier niñ
Su rostro se desfiguró en una mueca cansina al observar el rollo de periódico, bueno, lo que quedaba de dicho rollo; soltó un largo suspiro y negó con la cabeza. A veces se le cruzaba por la mente la idea de mudarse a un nuevo vecindario; uno en el cual no hubieran personas que tenían por mascotas a... perros. Bien, no es que le disgustaran los perros, pero siempre que estos fueran adiestrados por sus dueños, lo podría tolerar y no, no es que tuviera algún trauma o algo por el estilo, es solo que llevaba casi un año soportando las fechorías de un perro en particular.Suspirando nuevamente, recogió los trozos de papel e ingresó a la casa.El día había sido largo y agotador, lo único que quería era darse un buen baño, quitarse el olor a óleo —que parecía haberse enraizado por cada poro de su piel—, comer algo y meterse a la cama hasta el día siguiente.(…)—Mr. Shady, tengo una semana de descanso —enunció feliz, viendo al felino acicalarse tendido sobre la cama, su cama—. Papá y mamá ve
La vida de Evans Heinz no fue color rosa ni nada semejante, no.Nació y creció dentro de una familia constituida, pero cuando Evans cumplió 10 años de edad, sus padres se divorciaron. La razón fue producto de un acuerdo mutuo entre sus progenitores, alegando que el amor ya no estaba presente y que sus vidas se basaban en una rutina vacía y carente de afecto. Al principio no lo entendió, no del todo, pero conforme pasaban los años, lo hizo.Durante los días de semana estaba con su madre y los fines de semanas con su padre. Siendo un adolescente —cursando el último año de instituto—, reunió a sus padres para comunicarles que quería ser fotógrafo profesional. Obtuvo el apoyo de ambos. Al finalizar la preparatoria, se inscribió en la universidad para estudiar fotografía.A los 21 años finalizó la carrera y su primer empleo fue en un evento social.A los 22 años fue contratado para ser el fotógrafo exclusivo de una campaña de publicidad para una reconocida marca textil. Fue su primera expe
Abrió la puerta con sigilo, asomó apenas la cabeza y miró hacia ambos lados. Cuando comprobó que no había nada fuera de lo usual salió de la casa, seguido de su perro.—Muy bien, andando —enunció, colocándose las gafas oscuras (de sol).Caminó tranquilo por el pasillo con la firme intención de llegar a la vereda y...—¡Eh, vecino!«No de nuevo», pensó.Haciendo caso omiso, como si no hubiera escuchado nada, apresuró los pasos.—¡Vecino, le estoy hablando!Inhaló y exhaló hondo, deteniéndose.Miró a su perro quien estaba olfateando algo en la vereda. Esperaba que el tipo no fuera verdaderamente un pervertido. Nunca se sabe qué clase de personas son las que...—Gracias por detenerse. Necesito hablar con usted.Giró leve la cabeza en torno al tipo y arqueó una ceja; bueno, al menos estaba completamente vestido.Se tomó unos segundos, agradeciendo llevar las gafas oscuras puestas, y analizó al hombre de pies a cabeza. En mitad de su escrutinio, creyó notar un par de manchas color ocre en
Resultó que su vecino era un descarado, sinvergüenza y un atrevido. Lo que pensó que podría ser el inicio de una relación armoniosa —después de hablar y que su vecino viera con sus propios ojos lo que su perro hacía en su patio—, estaba lejos de ser una realidad.Quiso descartar de inmediato de su mente aquella tarde cuando, por primera vez, tuvo la oportunidad de hablar y enfrentarse con el tipo, bueno, chico, pero la escena se repetía una y otra vez como si fuera una película de categoría B. Era malo para su salud mental.La semana había sido bastante ajetreada ya que tuvo que asistir a dos exposiciones de la galería en la cual exhiben sus cuadros y llegar a su casa, cansado y agotado y tener que recoger cosas olorosas por todo su pequeño patio, no estaba ayudando en lo absoluto; a eso debía sumarle que sus padres estarían de visita mañana por la noche, para una cena en familia (una tradición que venían repitiendo cada fin de mes).Suspirando cansino, terminó de recoger la última co
Manteniendo el semblante sereno, giró de nuevo para enfrentarse a su vecino y por supuesto, este estaba riendo burlón por lo bajo. Abrió y cerró la boca y antes de hacer nada, el tipo rodeó su abdomen con ambos brazos.—D-draky... —musitó, riendo a carcajadas.Se hizo tan evidente que se estaba burlando de él, de su...—Hijo, ¿no me presentarás a tu amigo?Sin ocultar el estupor, divisó a su madre cerca de la valla que separaba ambas casas (terrenos).—¿Qué haces aquí, mamá? —preguntó, en lugar de decir cualquier cosa.Bueno, en su defensa, tenía todo el derecho de hacer la pregunta porque se suponía que sus padres llegarían por la noche y, ¿dónde estaba su padre? Oh, Dios...—Recuerdo haberte enseñado buenos modales, Draky —¿Estaba bien recibir regaños de su madre cuando ya era todo un hombre adulto?—. No me devolviste el saludo ni me presentaste a tu amigo.—Hola, mamá —espetó, con una sonrisa forzada—. Esta persona no es un amigo, es...—Buenos días, señora —Estupefacto, miró al ti
La situación tenía y debía ser la más ridícula y bochornosa que había enfrentado en su vida porque de verdad, Drake no creía estar de nuevo frente a la puerta de su vecino sin contar que minutos antes recogió la bolsa y la llevó hasta el contenedor de basura de la calle. Se repitió una y otra vez que todo era por no decepcionar a su madre y no por otros motivos... ocultos.Siendo sincero, la curiosidad despertó dentro de sí y ahora quería saber a qué se refirió el chico con ese comentario tan particular respecto a familia constituida.No teniendo más opciones, tocó el timbre.Contó mentalmente mientras rogaba por un milagro y que su vecino se hubiera marchado de su casa o que se hubiera ido a dormir o lo que sea, pero después de diez segundos, la puerta se abrió. Esta vez ocultó el estupor que sintió —hace una hora— al ver los ojos color zafiro de su vecino. El repentino deseo de tener un pincel, pinturas y un lienzo en sus manos y plasmar el rostro del chico… bueno, lo dejó un tanto