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Orange: Celoso.

No soy alguien extraordinario, tampoco me considero especial, pero sí creo que he tenido suerte.

Mi vida es relativamente tranquila y casi siempre estoy, bueno, descansando. Trabajar no es lo mío, por supuesto que no. Nunca me falta nada, a pesar de que no muevo un solo pelo por conseguirlo, porque para cualquier necesidad lo tengo a él.

¿Cómo comenzar a describirlo a él? Bien, aquí vamos. Él es la persona más guapa que he visto en toda mi vida; es simpático, risueño, trabajador, cariñoso y podría seguir enumerando las cualidades buenas, pero creo que sería muy excesivo porque, por supuesto, él no es perfecto. Como cualquier ser humano, posee unos cuantos defectos, como el humor ácido cuando las cosas no le salen bien o ese léxico burdo que esporádicamente emplea para despotricar como un crío; es terco como una mula cuando quiere algo y no se detiene hasta conseguido, como aquella vez que se le antojó hacer una tarta de fresas a las tantas de la madrugada y terminó con la vecina llamando a los bomberos (casi se incendia la casa por su culpa). Pese al desastre que puede llegar a ser, él es mi mundo completo.

Lo quiero porque me quiere y lo amo porque me ama, aunque a veces tengamos nuestras diferencias y él piense que no lo entiendo.

¿Qué si estoy enamorado de él? Por supuesto que no, él tiene a otra persona y supongo que está bien, ¿no? Es decir, esa persona lo soporta tanto o más que yo y es como quitarme un peso de encima cuando están juntos. Sin embargo, desde hace unos cuantos días, él ha estado un tanto sumido en una burbuja depresiva. Resulta que tuvo un percance con esa persona, discutieron y, en un arranque de histeria, él lo echó de casa. Puedo asegurar que no es en lo absoluto bonito verlo triste y escucharlo llorar en las noches, sobre todo porque tiende a parlotear hasta altas horas de la madrugada entre sollozos, pero el muy cabrón no es capaz de hacer algo positivo al respecto. Lo cual, debo esclarecer, me enerva al punto de... No importa.

Anoche llegué a mi límite, porque él estuvo hasta las cuatro de la madrugada lloriqueando por esa persona, diciendo que la extrañaba, que se había comportado como un canijo y cuantas cosas similares. Entiendo que le duela, entiendo que esté como idiota cada noche, pero, hombre, aquello llegó al colmo y se lo hice saber, bueno, algo así.

La situación se volvió densa porque él se lamentaba lo bueno para nada que era, que no sabía valorar las cosas buenas dentro de su vida y bla, bla, bla... Aja, todo un desmadre porque estaba seguro de nunca poder recuperar a esa persona y no, no es así. Entonces, por mero impulso, le hice saber que tenía que dejar de lloriquear y ponerse en marcha para reponerse y comenzar a pensar nítidamente.

Creo que no salió tan mal porque por la mañana llamó a esa persona y ahora él está de los nervios, caminando de un lado al otro por todo el jodido living. Estoy seguro de que hará un agujero en la alfombra y eso no sería...

El timbre sonó y por fin sus pies dejaron de andar de un lado al otro. Su mirada cayó sobre mí, como esperando que le diera instrucciones. Obvio que no, él es bastante madurito para tomar sus propias decisiones. ¿Qué se cree, eh?

—Oh, Dios, ¿qué hago? —preguntó, desviando la mirada hacia la puerta y de nuevo a mí.

¿Cómo siquiera puedo responder a su tonta pregunta? Solo lo miré cansino y él entendió.

Se dirigió cabizbajo hacia la puerta, como cachorrito herido, y la abrió.

—Aquí estoy —habló la persona—. ¿Me dejarás entrar?

—Oh, sí, lo siento —responde él, haciéndose a un lado.

Estoy pensando seriamente que es un tonto, aunque tiende a demostrar lo contrario algunas veces, pero ahora está dejando mucho que desear.

La persona... No, prefiero llamarlo por su nombre. Esa persona se llama Keith y Keith es alguien verdaderamente fascinante por el simple hecho de presentarse en casa y mirarlo a los ojos mientras él hace un intento de sonrisa. Oh, Señor, quiero darle un golpe.

—¿Quieres beber un café o té o...?

Y Keith se percata de mi presencia y me regala una sonrisa genuina.

Ah, es hermoso, en serio. Estoy verdaderamente hechizado por sus ojos color ámbar y su semblante aniñado, aunque ciertamente es un hombre adulto, pero, ¿a quién le importa? A mí no.

—Un café está bien —replica Keith, aún con su mirada sobre mí.

Me siento halagado y echo un vistazo hacia cierto hombre de mirada ensombrecida. Él está celoso. Es hilarante, de cierto modo.

—Siéntate, enseguida regreso —informa y Keith, como algunas veces, ni siquiera le dio relevancia.

Puedo notar que Keith también tiene atisbo de haber estado llorando y no me agrada. Espero que ambos puedan solucionar los problemas.

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