La situación debía ser extremadamente irreal y algo hilarante porque, bueno, había un intruso en su departamento. Al principio pensó y creyó que solo se trataba de una mera alucinación, pero a medida que las horas transcurrían, aquello se tornó bastante real, aunque seguía diciendo que era irreal. Para ser honesto, todo el panorama le resultaba extraño e irracional porque aún le costaba asimilar el hecho de que el enorme gato negro podía transformarse en un ser humano, en un chico. Su lado racional estaba sufriendo las consecuencias de la extensa jornada semanal en el trabajo y quizá todo lo que estaba viviendo solo fuera una rara quimera, pero la cuestión estaba en que cada se convencía más de que tal vez todo fuera cierto; además, no podía negar el hecho de que ver al gato-chico le resultaba bastante peculiar e intrigante. En resumen, estaba muy confundido.
—Quiero leche —Por poco y escupe el café que estaba bebiendo—. Un tazón de leche tibia y luego quiero un buen trozo de carne.
—Jodido gato del... demonio —profirió. Dejó la taza sobre la encimera—. Escucha, dijiste que si te daba algo de ropa responderías a mis preguntas —Lo apuntó con el dedo índice—. Bien, ya estás vestido.
—Deja de decirme gato del demonio —Quiso rodar los ojos, peri no lo hizo—. De acuerdo, sé que parezco un gato, pero no lo soy.
—Aja y yo soy un pez —espetó, casi con burla—. Pero no quiero transformarme. Estoy cansado y aquí no tengo espacio para una piscina.
—No te burles, humano tonto —Debía reconocer que el felino tenía... carácter—. Te diré algo, pertenezco a la familia de grandes felinos. Mi real apariencia es lo que viste al principio y hace poco. Soy una pantera.
—Oh —Fue todo lo que salió de su boca. Miró con mayor interés al chico y habló—: Entonces, ¿eres real?
—¿En serio? —Arqueó una ceja—. Por supuesto que soy real. Es evidente, ¿no?
—Sí, lo siento —Una sensación de culpa afloró en su pecho y no entendía por qué—. Es solo que creí que todo esto no era más que una quimera. La semana ha sido muy ajetreada y no he dormido bien. Lo siento.
—Entiendo y sé que estuve mal al invadir tu departamento... —Exhaló un suspiro, giró sobre sí y abrió la nevera—. Sin embargo, no tuve opción, ¿sabes? No tenía donde ir y como que dormir en las calles...
—¿Dormías en las calles? —preguntó, volteando la cabeza por encima del hombro derecho—. ¿No tienes un hogar, una familia?
—Mhm, no, no tengo un hogar —Otra rara sensación de culpa lo invadió—. Tampoco tengo familia. Hasta donde sé, las panteras son solitarias. Está en mi naturaleza.
—Bueno, naturaleza o no, ahora estás aquí —imperó, sacó una botella con leche de la nevera—. No está caducada —Sirvió la leche en una taza y la colocó en el microondas—. Solo espera unos segundos y podrás beberla.
—Gracias.
Asintió y observó al chico. Realmente era extraño estar hablando con un felino, bueno, un chico que podía fácilmente transformarse en un enorme gato, en una pantera. Recordó que cuando era pequeño había oído varias historias por parte de su abuelo, historias fantásticas de criaturas que podían cambiar de forma; animales que podían transmutar a humanos y viceversa. Tal vez su abuelo no estaba loco como él creyó.
—Entonces, ¿de dónde vienes? —cuestionó y el sonido del microondas lo distrajo por un segundo; abrió y sacó la taza con leche tibia y se la ofreció al minino, este aceptó gustoso—. Dijiste que responderías a mis preguntas.
—Sí, lo dije —Dibujó un mohín al darse cuenta de que su café enfrió—. Bueno, realmente no lo recuerdo. Es decir, no sé exactamente de dónde vengo, supongo que tuve alguna familia o algo así. Recuerdo que desde pequeño estuve solo y mi vida no ha sido muy fácil. Las personas que han presenciado mi transformación de pantera a humano, han huido, creyendo que era un demonio o el mismo Diablo.
—Comprendo —Tiró el resto de café frío en el fregadero—. Supongo que es normal que se hayan asustado. Yo mismo he experimentado de primera mano el terror al verte y no es nada agradable.
—No es mi culpa —Esta vez no se contuvo y rodó los ojos—. ¿Qué? Es cierto, no tengo la culpa de que seas un humano tonto.
—Y tú eres un jodido gato que...
—Pantera —Entrecerró los ojos y el repentino impulso de... Nada—. ¿Hay algo más que necesites y quieras saber?
—¿Por qué yo? —Vio al chico ladear la cabeza hacia un lado, ojos de un extraño color ámbar lo escrutaban minuciosamente—. Quiero decir, ¿por qué decidiste invadir mi departamento y no otro?
—Ah, eso... —Asintió y sirvió café caliente en la taza—. Bueno, la verdad no lo sé con exactitud. Solo quería un lugar cálido para pasar la noche. Terminé en el pasillo y fue casualidad que el rincón que escogí haya sido tu puerta, sin quitar el hecho de que dejaste caer las llaves casi en mis patas.
—Oh y supongo que te irás, ¿verdad? —preguntó.
No supo por qué, pero la idea de que el felino se marchase, le resultó...
—Es la idea, sí —Dibujó otro mohín, dio un sorbo de café y notó como el chico bebía la leche—. No pertenezco aquí. Aún no sé cuál es mi lugar y es difícil convivir con las personas.
—Pero eres una persona —señaló, casi con desdén—. Eres un ser humano como cualquier otro.
—Sabes muy bien que no es así —Se percató del dejo de nostalgia en la voz del chico—. No soy humano, no del todo.
—¿Qué eres en realidad? —preguntó curioso y terminó de beber el café.
—Un cambiaforma félido —Frunció el ceño, más recuerdos afloraron y las historias que le contó su abuelo ahora tenían una pizca de sentido y mucha realidad—. Siendo honesto, no soy el único. Hay más como yo, aunque no todos son, bueno, metamórficos félidos.
—¿Qué quieres decir? —cuestionó, la curiosidad abarcando cada gramo de su ser.
—Bien, no quiero que te asuste, ¿de acuerdo? —Asintió—. Verás, a lo largo y ancho del mundo existen otros metamórficos. Félidos, Canis lupus, Ursidae. Incluso escuché que existen algunos que pueden mutar a insectos, pero no estoy seguro de esto último. Jamás conocí a un cambiaforma insecto, aunque debe de ser grandioso mutar a una mosca, imagina todo lo que...
Continuación inmediata del capítulo anterior.—Alto, alto... —Irguió ambas manos y exhaló un suspiro—. Bien, digamos que te creo, pero, ¿por qué las personas no hablan de ello? No escuché a nadie hablar de metamórficos antes. Aparte de mi abuelo y sus alocadas historias —musitó lo último solo para sí.—No lo sé —El chico se encogió de hombros—. Los seres humanos ordinarios reniegan que existen otros seres diferentes. Se creen los únicos que viven en el mundo cuando, en realidad, no es así.—Tiene sentido —murmuró y miró al gato-chico—. No es normal encontrarse con un gato y que este de pronto se convierta en humano o, lo que es peor, estando en forma de gato se comunique contigo. Por cierto, ¿cómo haces para que te escuche y entienda estando en tu forma de pantera?—Ah, es un don de nuestra naturaleza —Arqueó ambas cejas—. Algo telepático.—¿Puedes leer la mente? —cuestionó, casi con miedo.—Já, quisiera poder leer mentes —Había burla en la voz del minino-chico—. No, no puedo. Sin emb
Realmente debió enloquecer porque aún no podía —mejor dicho, no quería— creer que un enorme félido estuviera en su departamento y él ahí, comprando comida para gatos. Sin embargo, la cosa no estaba en el hecho de hacer ese tipo de compras, sino en haberse entusiasmado con la idea de tener un gato y, dejándose encarcelar por reacciones instantáneas, terminó comprando una caja para arena sanitaria, dos tazones, una bolsa de alimento balanceado —leyó la descripción solo para cerciorarse de que fuera el alimento indicado, gracias—, un par de juguetes y un collar con un bonito y sonoro cascabel; así que sí, al parecer su mente asimiló la idea de que de ahora en más convivirá con un gato, bueno, una pantera. De igual modo eran todos gatos, unos salvajes y otros no.En realidad, no sabía cómo ni de qué manera sentirse. Nunca en su vida —después de independizarse— había convivido con nadie. No tenía una vida social como tal, mucho menos amigos y era la primera vez que interactuaba por más de
Se echó algún tipo de spray para acomodar su cabello; por lo general, no usaba ese tipo de cosas, pero debido a la repentina llamada de su madre e invitarlo a cenar, bueno, sabía muy bien que tenía y debía verse bastante presentable.Siendo honesto, no quería ir a la dichosa cena porque temía que su madre le sálgase con lo mismo de siempre: cuando le llevaría un novio a casa. A pesar de ello, ya no sabía cómo esclarecer a su madre que él carecía de vida social y por lo tanto, era casi imposible que tuviera un novio. Su última relación amorosa había durado unos efímeros tres meses; no tuvo la culpa, por supuesto. Tampoco era como si no quisiera tener una pareja, pero debido al trabajo y a su propio estilo de vida casi ermitaño, le resultaba difícil encontrar a ese alguien que lo comprendiera y quisiera compartir su vida con él. Realmente deseaba tener novio, en serio que sí y...—¿Saldrás de compras de nuevo?Se sobresaltó al oír la voz detrás de sí. Vaya, la pantera sí que era silenci
Continuación inmediata del capítulo anteriorSu madre ladeó la cabeza y su padre miró al chico con el ceño fruncido.—¿Frufrú? —preguntaron su padre y madre al unísono.—¿Frufrú? —cuestionó, con completo asombro en torno al félido y este solo le ofreció una radiante sonrisa como si nada.—Es un bonito nombre —replicó el metamórfico félido—. Además, la gatita Carlota lo dice en una canción y me gustó mucho porque...—¿Quién es Carlota? —indagó su madre.Rezó un Padre Nuestro, un Ave María y rogó a Dios porque el suelo se abriera y se lo tragara por completo. Su mal presentimiento acababa de cumplirse. Algo así…—¿Nos disculpan un momento? —preguntó, agarró una mano del chico y arrastrándolo hacia las escaleras—. ¡Ya regresamos, iré a mostrarle mi antigua habitación!No quiso ni siquiera echar una mirada por encima de los hombros a sus padres.Arrastró al michi-chico hasta llegar a su antiguo cuarto, abrió la puerta y lo empujó, sin sutileza, al interior. Encendió las luces. El enojo tr
Semana uno.Luego de la cena, bajo una atmósfera incómoda, las cosas siguieron su cauce normal... De acuerdo, no era normal porque tuvo que continuar con el engaño e hizo pasar al cambiaforma félido como su novio y no, no salió del todo muy bien, al menos no para él. Tuvo que tragarse las explicaciones verdaderas respecto a su acompañante para con su madre y dejar que ella siguiera entusiasta con la idea de que tuviese por fin un novio; en cuanto a su padre, bueno, recibió un tremendo reproche por no compartir la buena nueva —que por fin se había conseguido una pareja— porque claro, según la historia que inventó, llevaba más de dos meses de... novio. Si bien hubo algo bueno de todo el asunto, fue el hecho de que su supuesto novio le siguió la corriente y fue Frufrú quién armó toda una historia de cómo se conocieron (bastante cliché, cabe destacar). En resumen, lo hecho, hecho estaba.Posterior al fin de semana bochornoso y casi desastroso, la semana fue tranquila. La misma rutina, bue
Tiró el maletín al sofá y se desplomó sobre este, sosteniéndose con ambas manos la cabeza que parecía a punto de estallar.—N-no me siento... bien —Oyó, causando que mirase, con ojos entrecerrados y aún sosteniéndose la cabeza, hacia su costado derecho—. Creo que... voy a morir.—¿Qué? —Algo no estaba bien... —. ¿Qué te ocurre? ¿Por qué estás... desnudo?—Tengo mucho calor y la ropa me molesta —Dejó caer las manos a su regazo y centró la mirada sobre Frufrú, dándose cuenta de que este se encontraba cubierto por una fina capa de sudor—. En serio, creo que moriré y aún soy joven.Abrió y cerró la boca, negó con la cabeza a pesar del mareo. Por mero impulso, inhaló hondo y el aroma penetró con fuerza en su nariz. Un extraño hormigueo afloró dentro de su estómago y, por primera vez, realmente observó minuciosamente a Frufrú. Acostado y completamente desnudo, el sudor perlaba la piel que a simple vista parecía ser tersa; la respiración acelerada, cabello negro pegado a la frente sudorosa y
Todo modificó, toda su vida lo hizo al punto de haber cometido la locura de tener intimidad con alguien que no era del todo... humano. Lo más lógico hubiera sido arrepentirse y no volver a cometer dicha locura, pero no. Descubrió que le gustó, descubrió un lado primitivo y bastante animal, por decirlo de manera sutil, aunque culpó a los meses que pasó sin tener relaciones sexuales y Frufrú, bueno, no importa.Desde la primera vez que ocurrió aquel encuentro íntimo —hace un mes atrás—, siguieron otros más y el último acababa de suceder hace una hora.No podía quejarse, no del todo, tenía una vida sexual activa, pero habían dilemas que se formaban dentro de su mente cada que se detenía a cavilar en todo lo que ocurrió y ocurre actualmente. No tenía idea de cómo denominar a la relación con el metamórfico; ellos no eran pareja, no eran novios, eran simples compañeros de piso y eso, incluso, era ridículo.—Hey, tengo hambre —Ladeó la cabeza y miró a Frufrú que se encontraba con la mitad de
Inhaló y exhaló hondo, fijó los ojos en el semblante rosáceo del félido y sí, decidió ser honesto.—De eso quiero hablar —enunció. Bebió un sorbo de té, el cambiaformas félido imitó su acción—. Nuestra relación ha sido ambigua desde un inicio, pero conforme pasaban los meses, me percaté de que... —calló de pronto, la ilusión reflejada en la mirada color ocre de Frufrú ocasionó que su corazón latiera con brío—. Tengo sentimientos por ti y sé que las cosas han estado yendo bien entre nosotros, pero quiero más, Frufrú, quiero una relación verdadera, quiero que...—¡Lo sabía! —Tuvo que sonreír, era tierno ver a Frufrú siendo tan... —. También tengo sentimientos por ti, Haniel, y recuerdo que dijiste que era tu compañero y eso es lo que eres. Lo supe desde que te vi por primera vez. Algo en mi despertó y solo lo supe.—¿Tu compañero? —Buscó entre los recuerdos y hubo un clic cuando rememoró parte de una conversación que tuvo con el félido en la casa de sus padres—. Oh, sí, lo recuerdo. Sin