Tiró el maletín al sofá y se desplomó sobre este, sosteniéndose con ambas manos la cabeza que parecía a punto de estallar.—N-no me siento... bien —Oyó, causando que mirase, con ojos entrecerrados y aún sosteniéndose la cabeza, hacia su costado derecho—. Creo que... voy a morir.—¿Qué? —Algo no estaba bien... —. ¿Qué te ocurre? ¿Por qué estás... desnudo?—Tengo mucho calor y la ropa me molesta —Dejó caer las manos a su regazo y centró la mirada sobre Frufrú, dándose cuenta de que este se encontraba cubierto por una fina capa de sudor—. En serio, creo que moriré y aún soy joven.Abrió y cerró la boca, negó con la cabeza a pesar del mareo. Por mero impulso, inhaló hondo y el aroma penetró con fuerza en su nariz. Un extraño hormigueo afloró dentro de su estómago y, por primera vez, realmente observó minuciosamente a Frufrú. Acostado y completamente desnudo, el sudor perlaba la piel que a simple vista parecía ser tersa; la respiración acelerada, cabello negro pegado a la frente sudorosa y
Todo modificó, toda su vida lo hizo al punto de haber cometido la locura de tener intimidad con alguien que no era del todo... humano. Lo más lógico hubiera sido arrepentirse y no volver a cometer dicha locura, pero no. Descubrió que le gustó, descubrió un lado primitivo y bastante animal, por decirlo de manera sutil, aunque culpó a los meses que pasó sin tener relaciones sexuales y Frufrú, bueno, no importa.Desde la primera vez que ocurrió aquel encuentro íntimo —hace un mes atrás—, siguieron otros más y el último acababa de suceder hace una hora.No podía quejarse, no del todo, tenía una vida sexual activa, pero habían dilemas que se formaban dentro de su mente cada que se detenía a cavilar en todo lo que ocurrió y ocurre actualmente. No tenía idea de cómo denominar a la relación con el metamórfico; ellos no eran pareja, no eran novios, eran simples compañeros de piso y eso, incluso, era ridículo.—Hey, tengo hambre —Ladeó la cabeza y miró a Frufrú que se encontraba con la mitad de
Inhaló y exhaló hondo, fijó los ojos en el semblante rosáceo del félido y sí, decidió ser honesto.—De eso quiero hablar —enunció. Bebió un sorbo de té, el cambiaformas félido imitó su acción—. Nuestra relación ha sido ambigua desde un inicio, pero conforme pasaban los meses, me percaté de que... —calló de pronto, la ilusión reflejada en la mirada color ocre de Frufrú ocasionó que su corazón latiera con brío—. Tengo sentimientos por ti y sé que las cosas han estado yendo bien entre nosotros, pero quiero más, Frufrú, quiero una relación verdadera, quiero que...—¡Lo sabía! —Tuvo que sonreír, era tierno ver a Frufrú siendo tan... —. También tengo sentimientos por ti, Haniel, y recuerdo que dijiste que era tu compañero y eso es lo que eres. Lo supe desde que te vi por primera vez. Algo en mi despertó y solo lo supe.—¿Tu compañero? —Buscó entre los recuerdos y hubo un clic cuando rememoró parte de una conversación que tuvo con el félido en la casa de sus padres—. Oh, sí, lo recuerdo. Sin
Haniel detuvo las caricias en su hombro derecho, lo sintió tensarse y sabía que eso era todo. Lo echaría del departamento, a la calle.—¿Adoptaste a un perrito? —Y Dios, quiso reírse. Que tan irónico resultaba ser su vida porque... —. Bueno, no tenía idea de que te gustaban los...—No, Haniel, estoy... embarazado —confesó y el silencio reinó por unos largos segundos.Silencio, solo el tic tac del reloj y luego, las carcajadas de Haniel inundaron la estancia. El frío lo envolvió cuando su novio se irguió del sofá solo para continuar riendo a todo pulmón y se sintió pequeño y quiso desaparecer. Haniel no le creía y era justo, ¿cierto?, por supuesto que sí. Después de todo, ¿por qué alguien en su sano juicio creería en su palabra? Él era un fenómeno de la naturaleza, alguien a quien muchas veces lo tacharon de demonio, incluso Haniel lo hizo, ¿cierto?, entonces estaba bien. Él podría arreglárselas solo, no importa.—Oh, Dios, buen chiste —Sonrió a pesar de sentir las lágrimas cayendo por
Miró con escepticismo el enorme peluche de felpa. No podía negar que había cierto parecido, pero no podía comparar una pantera de felpa con...—¿Necesita ayuda, señor? —Pestañeó varias veces y dejó el gigantesco peluche en el estante—. Si quiere, puedo mostrarle otros peluches. Tenemos leones, tigres, leopardos, guepardos y...—No. Está bien, solo... —Hizo un mohín con los labios y miró de nuevo el muñeco de felpa—. Es hermoso, ¿cierto? Las panteras son elegantes, majestuosas y algo arrogantes. Si no lo sabré yo —musitó, más para sí.—Ah, ya veo. Usted debe trabajar en el refugio de grandes felinos, ¿verdad?—¿Qué? No, no trabajo en ningún refugio de... —calló, mirando a la fémina que lo miraba con una sonrisa amable—. Señorita, ¿cree que este enorme peluche es adecuado para un niño de cinco años?—Bueno, ciertamente es un muñeco muy grande para un niño de esa edad —comentó la fémina, mirando los estantes—. Pero viendo el lado positivo, el niño podrá jugar con el peluche sin problemas
Miró a Haziel que ya estaba desgarrando el papel que envolvía el muñeco de felpa en forma de pantera.—¿Te gusta, Hazz? —preguntó, viendo los ojitos de su hijo brillar de felicidad.—¡Sí y se parece a papito! —exclamó Haziel, tratando de abrazar a la enorme pantera de felpa—. Gracias, papá.—Oh, eso se parece a mí —Con una enorme sonrisa, Frufrú se acercó a él y le dio un pequeño beso en los labios—. Tienes buen gusto, cariño.—Lo tengo, ¿verdad? —Ciñó a su esposo entre sus brazos, acercándolo hacia sí y lo besó. Un beso más largo esta vez—. Te extrañé, panterita.—También te extrañé, Haniel —Podía quedarse todo el día solo mirando los ojos enigmáticos de Frufrú. Dios, amaba con todo su corazón y alma a su esposo—. Sabes que te amo y que eres, junto a nuestro hijo, lo más importante de mi vida. Y sé que muchas veces quieres llegar a casa y descansar después de un día agitado en el trabajo y lo siento si no es así. Haré lo posible por...—Hey, aguarda, panterita —Colocó un dedo sobre l
Cuando Haziel se cansó, quedó dormido hecho una bola sobre un cojín que se había salvado de las garras. La pantera de felpa a su lado.—Por fin —Mirando sonriente a su esposo, movió las cejas en un gesto sugerente—. Que dices si practicamos para hacer otro cachorro, panterita.—Haniel —ronroneó Frufrú.—Me encanta cuando dices mi nombre con ese tono —acotó, inclinándose hacia Frufrú y robándole un beso—. En serio, panterita, quiero tenerte en nuestra cama, desnudo y...—Yo... —Notó el dejo de incertidumbre en la voz de su esposo—. ¿En serio quieres otro hijo?—Dios, sí, panterita —replicó, hundiendo su rostro en el cuello de Frufrú, inhalando el aroma dulzón de toda esa piel expuesta—. Quiero ser padre de muchos cachorritos. Imagina todo un ejército de mini panteritas como tú. Combatiremos en un apocalipsis zombi.—Hey, soy un félido, no un conejo, cariño —regañó su esposo, pellizcándole un pezón por encima de la camisa.—Cierto —concordó, alzando la cabeza y mirando fijo esos ojos co
Encontró a sus dos amores en la cocina. Haziel había cambiado y sí, al parecer, había seguido la costumbre de su papito. Pasearse desnudo como si fuera algo tan normal. Lo cual, ahora que lo pensaba, eso era exactamente así desde que conoció a su panterita hace años atrás. Esta situación, para cualquier otra persona, sería algo completamente inmoral, irresponsable y quién sabe qué más, pero para él, que su esposo y su hijo no fueran pudorosos después del cambio era algo tan normal como respirar. Pese a ello, era mejor que Haziel se pusiera ropa porque pronto haría más frío, aunque la temperatura dentro de la casa fuera cálida.—Ve a ponerte algo de ropa, bebé.Sonrió ante las palabras de su esposo. A veces parecía como si de verdad su panterita pudiese leerle la mente.—El bebé está en tu pancita, papito. Yo soy un niño grande y soy el hermano mayor —protestó su hijo, frunciendo graciosamente el ceño.—Entonces con más razón. Eres un niño grande y sí, eres el hermano mayor. Como tal,