Este gran jefe era como un dragón, raramente visto, pero aparentemente omnisciente sobre los asuntos de la empresa.Carlos dirigió de inmediato su ira hacia Dylan —¿No cooperar? ¿Saben con quién están hablando? ¿Saben quién soy yo?En ese momento, Carlos parecía la viva imagen de un nuevo rico, destilando pura vulgaridad.Dylan, sosteniendo con firmeza un vaso de agua con aire anticuado, mantenía una sonrisa forzada —Mi jefe dice que precisamente porque sabe quién es usted, no quiere hacer negocios.Pocas palabras, pero demoledoras por completo.Carlos estaba al borde de perder el control —¿Quién es tu jefe? ¿Ya no quiere hacer negocios en Cañada Real?—Mm, mi jefe dice que prefiere no hacer negocios en Cañada Real antes que colaborar con usted —Dylan no solo podía ser dulce, sino también venenoso.El rostro de Carlos se tornó visiblemente morado —Bien, bien, ya verán. Díselo también a ese jefe tuyo.—De acuerdo, mi jefe también me pidió que le dijera al señor Jiménez: ¡adelante, venga
—Dylan, ¿tienes información sobre el jefe? —ya que no podía verlo, al menos saber su nombre me daría algo de claridad.Dylan levantó orgulloso la mirada —¿Te interesa el jefe?—Sí, es tan misterioso que despierta cierta curiosidad —respondí con honestidad.Dylan acababa de terminar de moler el café y lo olió —Qué aroma tan exquisita.Me miró —Te preparo una taza.—No hace falta —ahora no tenía ánimo para café, mi curiosidad por este misterioso jefe estaba completamente despierta.Dylan me acercó cuidadoso el café recién molido —Son granos que envió el jefe, ¿segura que no quieres probar?—Más que probar su café, me gustaría conocerlo en persona —expresé mi pensamiento.Dylan sonrió sin decir nada.Su sonrisa enigmática me desconcertó por completo —¿De qué te ríes, Dylan? ¿Es una petición exagerada? ¿O hay algo gracioso?Dylan negó con la cabeza —No es exagerado. Me río de lo seductor que es el jefe, sin ni siquiera conocerte ya te tiene tan intrigada. Es todo un peligro.Pero sabía muy
Dicen que uno puede morir de un susto, y casi me ocurre cuando Marta gritó:—¡Me vas a matar del susto! —su voz me hizo asustarme—. ¿Qué es lo que pasa? Cuéntame.—En el parque de diversiones hay un grupo de tipos que están molestando a Sergio. Son varios, y no tienen buena pinta, todos cubiertos de tatuajes —me explicó desesperada Marta, y curiosamente, sus palabras me aliviaron un poco.Al principio imaginé algo mucho peor. Al fin y al cabo, solo eran unos cuantos buscapleitos que se habían encontrado con Sergio. A pesar de que Marta los describía como tipos intimidantes y estaba verdaderamente asustada, yo me mantuve tranquila. Algo dentro de mí me decía que Sergio podría lidiar con la situación.Me resultaba extraña esta confianza inexplicable que sentía hacia él, pero en el fondo estaba convencida de que nadie podría hacerle daño.—¿Ya lo han enfrentado? —pregunté.—No, todavía no han encontrado a Sergio, pero están preguntando por él. Pronto llegarán aquí —la voz de Marta temblab
Sin embargo, esas últimas palabras me resultaron bastante familiares, pues Dylan las había mencionado hoy... no, él no las había dicho directamente, sino que las había transmitido del jefe mayor.Mi mirada se posó justo en el rostro de Sergio, pero conociendo lo que sabía de él, era imposible que tuviera alguna conexión con el jefe mayor.—Vaya, qué valiente es —el líder calvo soltó una sombría sonrisa.—. Ya que eres tan valiente, hoy aprenderás el precio de serlo.Mientras hablaba, movió un poco el cuello haciendo que sus huesos crujieran, y gritó: —¡Destrúyanlo todo!De inmediato, los hombres detrás del calvo comenzaron a destrozar todo a su paso. Sergio no se movió, y yo entendía por qué.No era por miedo, sino porque sabía que, si estos tipos destruían el parque de diversiones, estarían metiéndose con los intereses de Carlos, y eso cambiaba por completo la situación.En ese momento, el personal de seguridad del parque se lanzó a intervenir. Quizás podían ignorar que amenazaran a Se
—¿Qué está pasando aquí?La voz sombría de Carlos resonó con ese tono autoritario de director ejecutivo.Ya no quedaba ni rastro alguno de ese tono juguetón que usaba conmigo.Dicen que las mujeres son expertas en cambiar de cara, pero los hombres no se quedan atrás.El jefe de seguridad, aunque todavía temblaba y estaba pálido del susto, corrió a informarle la situación.Después de escuchar atento, Carlos fijó su mirada en Sergio: —¿Así que todo este desastre es por asuntos personales de Sergio?Por su tono, supe que Carlos iba a arremeter su furia contra Sergio.Sergio no respondió a la provocación, y Carlos esbozó una sonrisa burlona: —Sergio, ¿eh?—Así es —Sergio no lo negó.Carlos se agachó para recoger algunos fragmentos de los objetos destruidos: —Sergio, ¿cómo crees que deberíamos manejar todo esto?—¿Cómo desea manejarlo, señor Carlos? —Sergio captó de inmediato la intención de Carlos.Me mantuve en silencio; intervenir solo empeoraría aún más las cosas.Si no fuera por mí, Ca
Alejandro, que parecía entender la situación, miró a Sergio antes de responder: —Sergio sabrá manejar esto y no permitirá que sus asuntos personales afecten su trabajo. Además, nuestro equipo de seguridad también tiene responsabilidad por no impedir el ingreso de personas ajenas. No podemos culpar solo a Sergio de este desastre.El rostro de Carlos se ensombreció aún más; era evidente que no esperaba que Alejandro defendiera de esa manera a Sergio, desafiando su autoridad como director ejecutivo.—Señor Carlos, yo soy el responsable del parque ahora, déjeme manejar esta situación —las palabras de Alejandro prácticamente acusaban a Carlos de extralimitarse en sus funciones.Carlos estaba tan furioso que casi echaba humo por las orejas. Solo porque era Alejandro, su hermano mayor, se contenía; si hubiera sido cualquier otro, ya lo habría despedido.—Bien entonces, si vuelve a ocurrir algo así, ambos compartirán la responsabilidad —le recriminó Carlos antes de marcharse furioso.Cuando se
¿Ella me espera y tengo que ir? ¿Quién se cree que es?Decidí ignorarlo por completo, mientras Carlos me miraba fijamente, sin haber notado los mensajes que aparecían en la pantalla.—Sara, ¿en serio estás decidida a no estar más conmigo? —me preguntó Carlos con los ojos enardecidos.Ya me había cansado de repetir siempre lo mismo así que, en vez de responder, le pregunté:—¿Qué tengo que hacer para que entiendas de una vez por todas que no estoy jugando? ¿Casarme con Sergio?Para que entendiera que hablaba en serio, hasta había besado a Sergio, y aun así Carlos pensaba que era un simple juego.—Sara —pronunció mi nombre con rabia contenida.Antes me asustaba cuando se ponía así, pero ahora ya no me provocaba nada.Es increíble cómo cambian las cosas cuando dejas de querer a alguien.Bajé instintiva la mirada un momento y luego lo miré fijamente:—Carlos, esto se acabó de verdad. ¿Cómo te lo explico? Aunque fueras el último hombre sobre la tierra, ni así volvería contigo.Reconozco que
Fui a ver a Paula, que por suerte estaba en casa.—Por cierto, ¿qué pasó aquella vez que me llamaste en plena madrugada? Salía de una operación, estaba agotada y no pude devolverte la llamada. ¿Estabas enferma? —me preguntó con cierta curiosidad Paula al verme, recordando el incidente.Me quité despreocupada los zapatos y caminé descalza sobre la alfombra.—Amiga, si hubiera estado realmente enferma, a estas alturas ya sería cenizas.Paula me rodeó los hombros con el brazo.—¿Estás molesta?—No, sé que eres una mujer ocupada. No era nada importante —no le mencioné lo de la enfermedad de Sergio.Paula no me creyó:—Si me llamaste a esas horas, seguro que era importante.—Era por Sergio —terminé confesando, no quería que se preocupara pensando que me pasaba algo.Paula me sirvió atenta la mitad del jugo de sandía que acababa de preparar.—Este tipo cada vez me cae mejor. Sara, si no lo aprovechas, te vas a arrepentir toda la vida.Con el corazón todavía revuelto por lo de Carlos, le di u