Capítulo 352
En los Jiménez había desenmascarado su hipocresía y sus miserables maquinaciones. Debía estar furiosa por ello.

Beatriz me miró. Agarró la puerta de su coche, y cuando pensé que iba a abrirla para tirarme o pegarme, se inclinó nerviosa y se arrodilló frente a mi vehículo.

No me lo esperaba. Había anticipado que me rogaría, pero en realidad no que se arrodillara. La mujer era realmente adaptable a las circunstancias.

La verdad, que se arrodillara no me molestaba; lo merecía, después de todo, me había robado a mi prometido. Pero ahora estaba embarazada, y arrodillarse podía afectar en gran manera al feto. Si algo le pasaba, la culpa recaería sobre mí.

Así que, ¿cómo podía permitirlo? Sin embargo, no bajé del coche para ayudarla. Esa mujer usaba a su hijo simplemente como escudo; si mostraba demasiada compasión, se aprovecharía de eso.

Solo sonreí con ironía. —Señorita Hernández, ¿qué significa esto?

—Sara, te ruego que me perdones, que perdones a mi hijo, que le des una oportunidad de vi
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