—¡Sí! Era enorme, se nota que la novia de Sergio tiene buenos pulmones.—O quizás es que Sergio es muy bueno y emociona a su novia...Vaya que estas chicas tienen experiencia, saben bastante.—Se fijaron bien en los detalles —reí nerviosamente.—Es que Sergio quería que lo viéramos, con la camisa medio abierta era imposible no notarlo —dijo una chica y tocó a la otra— ¿Verdad?—Sí, y no solo nosotras lo vimos, todas las chicas de la empresa, hasta el personal de limpieza lo notó.—Sergio suele ser muy discreto, casi nunca sale de su oficina cuando está en la empresa, hoy actuó muy raro, como si paseara a propósito.—¿Verdad? ¿No será que quería mostrárnoslo intencionalmente?—Es posible, tal vez... —reflexionó una chica.La otra entendió de inmediato —No es tal vez, definitivamente quería que perdiéramos las esperanzas con él.Al escuchar esto, no pude evitar admirar la inteligencia emocional de las chicas de hoy.Y también tuve que admitir lo astuto que es Sergio, sacrificando su imag
—Y yo que pensaba que me cerrarían la puerta en la cara.Al parecer el nombre de Gabriel realmente tiene peso, especialmente con Leonardo.Respiré profundo y entré. Lo primero que vi fue a un hombre de pelo entrecano haciendo yoga en medio del salón.¡¿Este era Leonardo?!Había investigado sobre él, tenía menos de sesenta años, más o menos la edad de Gabriel. En las fotos se veía joven, pero ahora parecía una generación mayor que Gabriel.Aunque había revisado su información, me costaba relacionar al Leonardo de los archivos con el hombre que hacía yoga de perfil frente a mí. Sentía que me había equivocado de persona.—Señorita, dime qué necesitas —Leonardo continuó con sus movimientos de yoga, sin detenerse.Sus palabras dejaron claro que él era Leonardo.En cuanto a por qué lucía así ahora, preferí no especular y respondí después de respirar profundo —Buenos días señor Montenegro, soy Sara.—Sí, te conozco —Leonardo siguió con sus ejercicios sin parar.Me sorprendí y mi corazón se ac
—Solo me preguntaba si Gabriel, cuando nadie lo ve, también disfruta de este tipo de servicio tan exclusivo.Soy una persona de mente activa, y en ese momento muchos pensamientos cruzaron mi cabeza.—Ven, siéntate —me invitó Leonardo.Me acerqué y las jóvenes inmediatamente me sirvieron agua, con un servicio muy atento.Aunque no estaba acostumbrada a que me atendieran así, donde fueres, haz lo que vieres.—No estás casada, ¿verdad? —Leonardo dio un sorbo a su té.—No.Leonardo sonrió —¿Cuándo te casarás con los Jiménez?Me sorprendió que no supiera que Carlos y yo habíamos terminado, y que su hijo incluso había intentado que fuera su nuera.Me preguntaba si aquella vez hubiera aceptado a Mario y me presentara como su nuera, ¿se le habrían salido los ojos de la rabia a este viejo?—Ya no me casaré —respondí directamente.Leonardo no pareció sorprendido, solo sonrió y preguntó —¿Dónde trabajas?Este hombre realmente era amigo de Gabriel, si sabía que no me casaría con los Jiménez, tambi
—Gabriel y Alicia son buenos conmigo, me tratan como a una hija.Eso lo tengo claro.Pero desde que encontré este contrato, siempre he tenido una inquietud cuando estoy con ellos.Ahora quiero resolver esa inquietud, quiero amarlos sinceramente y aceptar su amor sin reservas.Leonardo sonrió —Tal padre, tal hija.Me quedé perpleja al escucharlo, si acababa de decir que no recordaba a mi padre.Así que me había mentido.En cuanto a la razón...Contuve la respiración, mis dedos se clavaron en mi palma.En ese momento, Leonardo soltó una risita —Es que Gabriel lo menciona cada dos por tres, si no, ¿cómo iba a recordar a alguien que solo vi dos veces hace más de diez años?Mi garganta se tensó —¿Por qué Gabriel habla de mi padre...?Leonardo se levantó, su guardaespaldas se acercó inmediatamente pero él lo detuvo con un gesto. Se dirigió al ventanal y miró el césped verde —Pequeña, ¿qué crees que diría Gabriel sobre tu padre?Como era de esperar del amigo de Gabriel, sabía manejar a la gen
—Sé sincero, ¿te acostaste con Sara?La voz grave se coló por la rendija de la puerta, frenándome en seco justo cuando iba a entrar.Por la abertura, vi a Carlos recostado en su sillón, con los labios apretados.—Ella se me insinuó, pero no me interesa.—Vamos, Carlos, no seas tan quisquilloso. Sara es toda una belleza, muchos andan tras ella —dijo Miguel Soto, el mejor amigo de Carlos y testigo de nuestra historia de una década.—Es que la conozco demasiado, y no hay ninguna chispa entre nosotros, ¿me entiendes? —repuso Carlos con el ceño fruncido.A los catorce años me habían enviado a vivir con los Jiménez. Ahí fue que conocí a Carlos, y todos comenzaron a decir que algún día nos casaríamos.Desde entonces hemos vivido juntos, y así, entre ir y venir, se nos fueron diez años.—Claro, si trabajan en el mismo lugar, se ven las caras todo el santo día, y encima viven juntos. Seguro hasta saben cuándo el otro va al baño.Miguel soltó una risita y chasqueó la lengua.—Ya no estamos para
Carlos levantó la mirada al escucharme entrar y sus ojos se posaron inmediatamente en mi rostro. Sin necesidad de mirarme demasiado, sabía cómo me sentía.—¿Te sientes mal? —preguntó curioso, frunciendo el ceño ligeramente.En silencio, me acerqué a su escritorio. Tragando la amargura que sentía, y, con severidad, le dije:—Si no quieres casarte conmigo, puedo decírselo a Alicia, tu madre.El ceño de Carlos se arrugó aún más, comprendiendo de inmediato que había escuchado su conversación con Miguel.—Nunca pensé que en realidad me convertiría en algo tan prescindible para ti, Carlos... —añadí con un fuerte nudo en la garganta.—Para todos, ya somos prácticamente marido y mujer —me interrumpió Carlos.¿Y eso qué? ¿Se casaría conmigo solo por las apariencias? Lo que yo realmente deseaba, era que me pidiera matrimonio por amor, porque quisiera pasar su vida conmigo.Con un ligero chirrido, Carlos cerró su bolígrafo y miró los papeles del Registro Civil en mis manos.—El próximo miércoles
Estuve dándole vueltas a aquel asunto durante todo el día, sin llegar a ninguna conclusión. Cuando Carlos vino a buscarme por la tarde, aún no tenía respuesta, pero igual lo seguí.Después de diez largos años, me había acostumbrado a él y a volver a casa de los Jiménez después del trabajo. ¡La costumbre es algo bastante terrible!—¿Por qué tan callada? —preguntó Carlos en el camino, notando mi estado de ánimo al instante.—Carlos, tal vez deberíamos... —comencé a decir, tras unos segundos de silencio.No pude terminar la frase, ya que su teléfono sonó, interrumpiéndome y mostrando un número sin nombre en la pantalla del auto, tras lo cual noté cómo la mano de Carlos se tensó un poco en el volante.Estaba nervioso, y eso era algo poco común en él. Instintivamente, miré su rostro mientras él con agilidad desconectaba el altavoz del auto y se ponía el auricular. —Hola... Sí, voy para allá.La llamada fue breve. Al colgar, me miró y dijo:—Sara, tengo un asunto urgente que atender. No pod
Nunca imaginé que terminaría en la comisaría acusada de acoso. El jovencito con el que choqué apenas tenía diecisiete años, era un menor de edad, y juraba que yo había intentado propasarme con él. Aunque lo negué con insistencia, insistía en que realmente lo había tocado.—¿Dónde te tocó? —preguntó el policía con detalle.El joven, que se llamaba Alberto Hernández, me miró y señaló su pecho y luego más abajo. —Aquí y aquí... Me tocó en todas partes.«¡Mentiroso de mierda!», pensé y casi lo grito furiosa. Ni siquiera había tocado de esa manera a Carlos, que es guapísimo, ¿y ese simple mocoso creía que lo iba a manosear a él?—No lo toqué, solo choqué con él por accidente —aclaré, cuando el policía me miró.—¿Ha tomado algo de alcohol? —preguntó el oficial con una mirada un tanto insinuante.En esta sociedad, un hombre borracho es normal, pero una mujer que bebe es muy mal vista.—Sí —acepté.—¿Cuánto bebió? —insistió el policía, sin que yo entendiera muy bien qué relación tenía con lo