Hay una parte dentro de mí que se revuelca y trata de tomar nuevamente el control, mas no puedo permitirlo, pues el mundo que nos rodea es demasiado siniestro como para permitir tanta debilidad.Lo que se viene no es fácil, necesito una dosis de demencia.Esta vez me han enseñado a inhalar aquel potente polvito blanco, su efecto es inmediato. Todo se vuelve a intensificar.—Mucho mejor, ¿no? —Muto pregunta mientras pasa un mechón de mi cabello tras mi oreja.—Sí, me siento fantástica.Le veo reír mientras acerca sus labios a mi oreja.—Entonces, oficialmente tenemos a un nuevo consumidor en la familia Hikari.—Eso parece. —Puedo disfrutar de la música sin miedo o vergüenzas a que alguien me vea, me siento tan liberada.Nada me resulta tan importante como para sacarme de este estado de sosiego, las luces que destellan por todas partes de pronto se han vuelto tan intensas que hasta me impiden enfocar la visión hacia el fondo de la discoteca, solo puedo apreciar el delicado rostro de Muto
Desde el principio, he culpado a un solo hombre por mis desgracias, pero la verdad siempre ha estado frente a mí: soy yo quien ha llevado la perdición adherida a la suela de mis zapatos.Solo hizo falta la presencia de mi ángel guardián, un instante en el que su mirada me alcanzó, para que esa oscuridad que me envolvía se replegara, humillada ante su luz. Como si su sola existencia fuera capaz de exponer lo que soy y lo que me temo: mi mayor enemiga.Todo esto es mi culpa. Me dejé llevar por esa oscuridad que juré dominar. No fui lo suficientemente fuerte, y ella tomó control absoluto de mis acciones. Ahora estoy aquí, perdida en mis propios errores, enfrentando las consecuencias de lo que jamás debí permitir.No sé en qué momento la música de la discoteca se detuvo. Ahora, el lugar está lleno de murmullos, gritos lejanos y el eco de las órdenes que los policías lanzan para desalojar a la multitud. Todo parece un caos, un reflejo de mi interior.—Detective Kross —la voz de Delancis res
Todo sucedió tal como mi hermana lo había planeado: mentí al decir que alguien me había drogado, y terminé quedando como la víctima. Mi caso encajaba perfectamente en esos escenarios comunes de discotecas, lo que hizo que resultara sorprendentemente sencillo engañarlo. Sin embargo, ahora que la mentira ha salido de mis labios, un temor frío se instala en mi pecho: esa falsedad puede crecer, alimentándose de otras desgracias, hasta convertirse en algo imposible de detener.¿Por qué una mentira parece siempre más fácil de creer que la verdad?Un oficial de policía me escolta hasta la salida de la jefatura. El frío exterior me golpea de inmediato, helado y despiadado, o quizá soy yo, agotada y con las fuerzas al límite, quien lo siente más intenso de lo que realmente es. Necesito llegar al auto cuanto antes; este frío cortante me tiene temblando y parece clavarse en lo más profundo de mis huesos.Con pasos apresurados y los hombros encogidos, mis ojos recorren la calle envuelta en la nebl
Antes de que la oscuridad me envolviera por completo, encontré a Dios. Me recibió con los brazos abiertos y trazó un camino hecho a la medida de mi alma, un sendero de luz y esperanza. Si hubiese permanecido allí, tal vez mi vida estaría hoy resguardada en el bien, lejos de esta tormenta que ahora me consume.Pero el destino, siempre terco y desafiante, no sabe ceder. Con una necia insistencia, se negó a aceptar cambios y se las ingenió para arrancarme de aquel camino. Ahora, perdida en esta encrucijada, siento que me desvanezco, que cada paso me lleva más lejos de esa paz que una vez abracé por completo.¿Por qué fui abandonada en un monasterio? ¿Sabía mi madre de esta oscuridad que dormía en mí?La habitación es amplia y bien iluminada. Las delgadas cortinas translúcidas permiten que la luz del sol se filtre con suavidad, llenando el espacio de una calidez agradable. Estoy sentada sobre una silla de madera blanca, frente a un pequeño televisor que cuelga en una pared empapelada con u
Aun acostada en la cama y con el celular en las manos, comienzo a buscar el número de contacto de Dimitri. Entre uno, dos, tres intentos fallidos por sostener el teléfono, este se me resbala de las manos y termina cayendo sobre mí.—¡Ay, Jesucristo¡ —exclamo, masajeándome mientras trato de no perder la paciencia—. Esto casi me revienta un seno.Finalmente, consigo agarrar el celular con firmeza y retomo mi búsqueda. Ahí está su número. Marco y llevo el teléfono al oído. Apenas pasan un par de tonos cuando Dimitri responde con su acostumbrado dramatismo.—¡Flor de jazmín! Es un milagro recibir tu llamada. ¿A qué se debe esta sorpresa?—¡Dimitri, borraste el número de Richard!—¿Eh?—Sí, la vez que regresábamos de la casa hogar estabas trasteando mi celular. ¡Y resulta que borraste su número!—Ah, sí, claro. Borré el número de Elmo.—¡¿Elmo?! —Me levanto un poco, indignada—. ¡¿Ya le pusiste un sobrenombre?!—Sí. Él es Elmo. Elmorrinoso. —Su risa se escucha a través del teléfono, y eso no
Hoy usaré mi sonrisa más bonita y rociaré tras mi oreja la mejor fragancia, esa que me hace ver el mundo de manera positiva.Sacó del clóset la mejor ropa que tengo hasta ahora. El invierno aún se siente en el aire, así que elijo unos jeans ajustados que marcan perfectamente la silueta de mis piernas. Me pongo una blusa de lana blanca y, como me enseñó Lottie, me envuelvo una bufanda gris alrededor del cuello, asegurándome de que quede justo como me indicó. Mis botas negras completan el look, y con algo de dificultad, me paseo por la habitación para practicar mi taconeo. Las botas no tienen un tacón demasiado alto, pero no quiero quedar en ridículo, y mucho menos avergonzar a Richard. A ningún chico le gustaría salir con una chica que camina como borracha desequilibrada.—Bien, no es tan difícil... puedo moverme bien con esto.Me detengo frente al espejo y agarro el jacket negro que está sobre el perchero. Al ponérmelo, me observo de arriba abajo. Acicalo mi cabello y reviso mi maquill
Jamás había visto un arma de fuego tan de cerca. Por primera vez siento el pesado calibre sobre las palmas de mis manos; el frio del hierro me ha paralizado de tal forma que no me permite sostenerla con la seguridad requerida. Mis dedos tiemblan, incapaces de aferrarse con firmeza al arma, entumecidos por el pánico que siento. No sé nada de pistolas; ni siquiera puedo identificar qué modelo es o si está lista para disparar. Lo único que entiendo es que las balas salen por el agujero de enfrente y que hay un gatillo que debo presionar para usarlas. Pero ¿qué más se supone que debo hacer?Jamás había tenido un arma de fuego tan cerca, y mucho menos sostenido una. El peso del metal frío en mis manos me resulta aterrador, como si cargara un objeto prohibido que no debería pertenecerme. Mis dedos tiemblan, incapaces de aferrarse con firmeza al arma, entumecidos por el pánico que me invade. No sé nada de pistolas; ni siquiera puedo identificar qué modelo es o si está lista para disparar. Lo
Cuando escucho su nombre, solo pienso en esa progresiva e interminable obsesión que constantemente me persigue. Sí, porque su obsesión tiene patas, las he llamado: inseguridad y perturbación.Dimitri Paussini no dudó en amenazar con deshacerse de Richard tan pronto se enteró de nuestra cita. Solo él tenía razones para querer matarlo, solo él sería capaz de algo tan cruel. Él y su m*****a obsesión... Ahora, todo esto me carcome con una culpa insoportable, porque sé que es por mi causa que Richard está al borde de la muerte.Mientras caminamos por los alrededores de Bentall Center, la claridad del día me encandila, obligándome a ocultar el rostro bajo las palmas de mis manos. La imagen del cuerpo inerte de Peter se instala con crudeza en mi mente, mientras la expresión de agonía de Richard se convierte en una tortura que no puedo apartar. La ansiedad me consume, y cada paso se siente como una lucha contra mi propia fragilidad.—Señorita Inocencia, la dejaré en el portón de su casa. —¼ de