Era un día como cualquier otro, llevaba puesta mis mejores galas, vestida como una auténtica vaquera, montada en mi yegua favorita, por los amplios campos del club de hípica, feliz de poder disfrutar al menos de esas pequeñas cosas. Lo cierto es que en el último año había estado ocupada, primero fue el nuevo viaje de papá, en el que estuvo inmerso por semanas, luego mamá intentando ocultar algo que yo y mis hermanas sabíamos desde hacía tiempo, sus continuas aventuras amorosas con otros hombres, intentando llenar un vacío que mi padre dejaba con cada uno de sus viajes de trabajo. Más tarde, fue la repentina tragedia que le sucedió a mi hermana. Creo que fue eso lo que marcó un antes y un después en nuestras tranquilas vidas.
Antes de que todo aquello sucediese nosotras éramos solo tres chicas, hermanas unidas, preocupadas en nuestras propias vidas. Por una parte, estaba Amara, nuestra hermana pequeña, la alocada y libre del grupo, siempre escapándose de casa para asistir a alguna de las fiestas de sus amigos, siempre siendo cubierta por una de nosotras. Luego estaba yo, si nos regimos por orden de edades, siempre fui demasiado reservada, exigente y agria en cuanto a temas familiares se refería, aunque siempre sentí esa hermandad con ellas. Me pasaba la vida haciendo planes, las listas eran mi segundo nombre, las hacía para todo, incluso antes de empezar el día. Lo hacía para calmarme, eso me relajaba, me ayudaba a focalizar que era lo que quería hacer, y al final del día me sentía realizada si había cumplido todos los puntos. Y luego, estaba Sophia, nuestra hermana mayor, la responsable por excelencia, siempre estudiando, encerrada en el estudio, la biblioteca o la casa de Hera, su mejor amiga, preparándose para los exámenes universitarios. Todo un ejemplo a seguir. Era perseverante, nunca se daba por vencida, y era muy buena en los estudios.
Creo que en ese aspecto no era parecida a mis hermanas, porque yo nunca supe lo que quería hacer, a lo que quería dedicarme, estuve perdiendo el tiempo durante tres años, hasta que me inscribí en la escuela de hípica y lo aprendí todo sobre el mundo de los caballos. Quería ser adiestradora, incluso profesora, y se me daban muy bien los animales, con sólo una mirada y sentía que podía entenderlos, ver incluso su alma.
Aunque, de momento, actuaba por libre, había colgado varios carteles por la ciudad, sobre que daba clases de hípica, obtuve algunas respuestas positivas, tenía un total de cinco alumnos, tres de ellos era niños, los otros dos un matrimonio que quería hacer una excursión a caballo por el noreste del país, y querían aprender un poco antes. Estaba agradecida, de verdad, no podía quejarme, las cosas me iban bien.
En el aspecto sentimental creo que era más parecida a Sophia, no me interesaban mucho los hombres, nunca tuve tiempo para eso, siempre estaba inmersa en mis propios pensamientos, quería hacer muchas cosas antes de echarme novio. He oído cientos de veces, que cuando te echas pareja tus intereses dejan de importar, y te centras tanto en él que te olvidas de vivir. No quería eso en mi vida. Era egoísta, aún tenía mucho que pulir profesionalmente antes de centrarme en otro. Y no es que me faltasen pretendientes, era bastante atractiva, a pesar de no ser una despampanante rubia de ojos claros como lo eran mis hermanas, al contrario, yo era morena, de piel media, bajita y no tenía mucha delantera. A menudo pensaba que era adoptada, incluso bromeaba con mis hermanas al respecto, pues no me parecía en nada a mis padres o a ellas, aunque reconozco que sí a mi abuelo materno, al que adoraba visitar, y no solo para disfrutar de su compañía, también para encerrarme en los establos con Brownie, mi yegua favorita.
Tan sólo quería montar a caballo, sentir como los problemas empequeñecían, dejarlos atrás por unas horas. Sentir el cabello en el viento, este sobre mi rostro y ese agradable olor a pino calmaba mi corazón. Esa adrenalina recorriendo mi piel, al galope de Sinuosa, la yegua más veloz de todas.
Hacía frío aquella mañana, la nieve casi rodeaba toda la pradera y el paisaje era hermoso. Sinuosa se detuvo a recuperar el aliento, yo me fijé en las montañas, en el contraste de tonos, en como un hermoso arcoíris de mil colores se vislumbraba al fondo, rompiendo el blanco y el negro de aquel lugar.
Mi mente me jugó un mal momento, justo cuando mejor lo estaba pasando, un recuerdo de la noche anterior hizo que me faltase el aliento. Tragué saliva, intentando calmarme, pero era imposible hacerlo, más cuando era mi hermana, mi propia hermana la que lo estaba pasando mal.
“Acababa de volver de Bluehalls, se suponía que no debía ir allí, mamá iba a enfadarse si se enteraba de que seguía en contacto con mis abuelos, pero siempre pensé que ellos no eran los culpables de lo que sucedía con nuestra familia, siempre supe que el problema era ella, ese vacío que sentía dentro, ese complejo de inferioridad que jamás la dejaría ser feliz. Avancé por el pasillo, despreocupada, pensando en mis propios dramas, el abuelo quería vender el rancho, y eso sólo dejaría a miles de animales sin hogar, incluida a mi preciada Brownie. Tras mi conversación con él, creí haber logrado un poco más de tiempo hasta pensar en una solución, tal vez si me encargaba de buscar a un buen asesor, quizás las tierras darían beneficios, quizás podríamos salvar el lugar.
Un ruido en el despacho de papá me sacó de mis pensamientos, pues se suponía que él estaba en la sala, reunido con un visitante del que ni siquiera conocía su identidad. Abrí la puerta, despreocupada, haciendo que Sophia mirase hacia mí, y yo observase la escena asimilándola. Allí, de pie, junto al escritorio de papá, con un abre cartas en la mano, cubierto por un líquido de color púrpura que reconocí en seguida, se encontraba mi hermana, en camisón, manchando la tela con la sangre que resbalaba por sus piernas, formando un gran charco sobre el suelo. Tenía la mirada perdida, el rostro plagado en lágrimas y la desesperación la albergaba. Sabía que ella no volvería a ser la misma después de ser ultrajada de aquella manera. ¡Dios! Ningún ser humano debería sobrevivir a algo así.
– ¡PAPÁ! – Grité, preocupada, temblando de rabia, al comprender que ninguno de nosotros podíamos hacer nada para salvarla, para protegerla de sus propios demonios. Revivir una y otra vez lo que le sucedió debía ser la peor pesadilla de este mundo. Me sentía impotente, y quizás eso hizo que mis lágrimas comenzaran a caer, justo cuando mi padre abría la puerta corredera de la sala, y yo retrocedía, hasta chocar con la pared.
– ¡SOPHIA! – Llamó papá al entrar en la habitación, preocupado, corriendo hacia ella, arrebatándole el abrecartas de la mano, cogiéndola en brazos, mientras mi hermana se dejaba llevar, sin emitir sonido alguno - ¡JACK! – Llamó al hombre que estaba aún en la puerta, observando la escena como un mero espectador - ¡Jack, llama a una ambulancia!”
Mis lágrimas se precipitaban al vacío, devolviéndome a la realidad. Era una tragedia lo que le sucedió a mi hermana, y quizás por eso debía ser fuerte por ella, ya jamás podría apoyarme en su hombro, esperar a que resolviese los problemas por mí, no cuando ella tenía sus propios demonios a los que enfrentarse.
El viento sacudía mis cabellos de forma majestuosa, la brisa acariciaba mi rostro llenándola con los suaves olores del campo que se extendía a la vista, un hermoso lugar que recordaba bien, a pesar de hacer tanto tiempo que no lo visitaba. Sentía euforia, protección, felicidad, mientras esa mujer me rodeaba con sus brazos, llevando las riendas de su caballo favorito. Y el tiempo… el tiempo se movía de forma distinta, como si la realidad fuese un manto que alterar a su antojo.El cielo aventuraba tormenta, pero estaba lejos de encontrarme asustado, pues sabía que ella jamás dejaría que nada malo me sucediese. Era su hijo, al que adoraba, que, con tan sólo 4 años de edad, ya adoraba el mundo de los caballos tanto como lo hacía ella.La inconsciencia dejó pasó a un marco distinto, un largo pasillo en la más pl
Listas.Las listas son un fenómeno importante en mi vida. Quizás por eso estaba allí fuera, a plena luz del día, con el sol incidiendo sobre mí, apuntando en mi cuaderno distintas ideas que pudiesen salvar el rancho. La mejor hasta el momento era la de crear una atracción que atrajese a los turistas.El abuelo se sentó frente a mí, echándose un poco de zumo de manzana, y luego sonrió.– Sé que tus intenciones son buenas – me dijo, lucía preocupado, cansado de luchar en aquella vida – pero tu abuela y yo estamos cansados, este lugar necesita unas buenas manos fuertes y jóvenes, y nosotros ya estamos viejos para eso.– Contrataremos personal – sugerí, él sonrió, asintiendo después – me comprometeré yo misma a ele
El relajante sonido de la ducha me hacía desconectar, dejaba atrás los pensamientos sobre la última misión, todos los capullos a los que tuve que cargarme por ser una amenaza para nuestro país, la reunión que tuve con Lincoln al volver sobre un nuevo cargamento de armas militares, incluso la mamada más que placentera que una de las chicas del club me hizo en la sala de trofeos cuando sólo iba a representar a mi padre a uno de esos eventos que odiaba. Pero fue otro estridente sonido el que interrumpió aquel necesario momento, obligándome a salir de la ducha, colocarme una toalla alrededor de mi cintura y mirar hacia mi teléfono. Contesté secamente, no me apetecía hablar con nadie aún, ni siquiera había pensado en algún plan para aquel calmado sábado.– Jack – me llamó, intentando captar mi atenci&
Estaba agotada aquellos días, apenas dormía, los preparativos en Bluehill para las clases de hípica tenían toda mi atención. Se había apuntado más gente de la cuenta, y ya tenía ocupada toda la agenda de la semana, para casi todas las horas. No iba a tener tiempo para nada más.No quería pensar en qué haría para ocultar todo aquellos de papá y mamá al comenzar, ni siquiera en el cambio de Sophia, que estaba empezando a confiar, incluso me sonreía a veces. Quizás podía recuperarla, contarle mis preocupaciones, porque todo aquello era demasiado estrés para una sola persona. Sabía que ella me ayudaría sin dudarlo, pero aún no estaba curada del todo, no podía pedirle ayuda a nadie más.Nunca he sobresalido por tener muchos amigos, tan sólo a Casia, que casualmente, tambié
Mi mejor amigo opinaba que tenía un aspecto horrible, y joder lo tenía, no entendía qué mierdas había pasado conmigo, por qué cojones le confesé mis demonios a esa chica para que pudiese usarlos contra mí.– A pesar de eso, tienes buen aspecto – aseguró, sacándome una sonrisa ladeada. Él era un buen tío, dio su vida por salvar la mía en más de una ocasión, en el campo de batalla. Siempre fuimos los tres mosqueteros, salvándonos el culo, a pesar de que no teníamos la misma edad. Él tenía diez años más y Mike treinta. Se podría decir que yo era el benjamín del grupo.– Ni siquiera imaginas lo mal parado que salió el otro – bromeé. Sonrió, dándome un leve golpe en el hombro, gi
La grada entera irrumpió en aplausos, Sinuosa había conseguido otro tanto, ese evento en el que participaban los miembros del comité, gracias a la publicidad que James dio entre los suyos, estaba siendo todo un éxito. Estaba feliz, podría haberlo sido completamente si cierto estúpido no estuviese a mi lado, importunándome.– Mírala – me dijo, como si estuviese ciega y no tuviese ojos en la cara, colocando su brazo alrededor de mi cuello, acercándose más de lo necesario – hasta esa yegua tiene más curvas que tú – le sonreí con desgana, apartando su brazo de mí. Sonrió, como si molestarme fuese su único propósito.– Recuérdame otra vez qué es lo que haces aquí.– S
La primera clase fue muy bien, debo admitir que ella era una gran instructora, incluso me olvidé del trabajo y los problemas por unas horas, la pesadez y los recuerdos del pasado también se marcharon, y no sé cómo, terminamos en la sala de estar, con un par de cervezas, comiendo ganchitos. Ella era distinta a cómo había imaginado, no era una de esas chicas que se dejaba impresionar, no bebía vino y jamás se callaba lo que pensaba, eso me gustaba, era todo lo contrario a mí.Era como beber con un colega, sin la pesadez de tener que estar ocultando mi parte sensible a cada rato. Ella me hacía sentir cómodo, la miraba y era como ver a otra persona, no a esa chica que adoraba vestir ropa de chico, bien tapada, y para nada sensual. Quizás su forma de ser y su aspecto tenían algo que ver con su progenitor. Tenía entendido que los padres militares siempre
Estaba entusiasmada con la boda de mi hermana, elegir los vestidos, preparar el ramo, los invitados, el catering, organizar era mi vida, lo que más adoraba. Salí al pasillo, con una gran sonrisa, junto a Amara, debíamos buscar al modista para indicarle que ese era el vestido que había resultado ganador. Mi hermana bromeaba al respecto, justo cuando la puerta del despacho se abrió, no nos detuvimos, seguimos avanzando, no me interesaba con quién estuviese reunido papá, pero entonces me detuve, incapaz de dar un paso más, de espaldas a ellos, a escasos metros de la puerta, mientras mi hermana me observaba sin comprender.– Será un placer para mí, Mike – Esa voz. Juraría que me era familiar. ¿Dónde la había escuchado con anterioridad?– Gracias por pasarte a saludar &ndash