Listas.
Las listas son un fenómeno importante en mi vida. Quizás por eso estaba allí fuera, a plena luz del día, con el sol incidiendo sobre mí, apuntando en mi cuaderno distintas ideas que pudiesen salvar el rancho. La mejor hasta el momento era la de crear una atracción que atrajese a los turistas.
El abuelo se sentó frente a mí, echándose un poco de zumo de manzana, y luego sonrió.
– Sé que tus intenciones son buenas – me dijo, lucía preocupado, cansado de luchar en aquella vida – pero tu abuela y yo estamos cansados, este lugar necesita unas buenas manos fuertes y jóvenes, y nosotros ya estamos viejos para eso.
– Contrataremos personal – sugerí, él sonrió, asintiendo después – me comprometeré yo misma a elegir a los mejores capataces para el trabajo.
– ¿Lo harás tu misma? – se sorprendió. Asentí. Hacía tiempo que buscaba algo así, un nuevo proyecto que me ayudase a escapar de casa, más con todo lo que estaba cayendo en aquellos días con todo el tema de mi hermana mayor – Está bien, lo dejaremos en tus manos, Lisa.
– Quizás podríamos montar un evento para recaudar fondos – me escuchó, con interés – he estado pensando en una idea, quizás captar buenos inversores para un nuevo proyecto ayudará a remontar.
– ¿Qué propones? – tragué saliva, empezando a darle forma a la idea que había estado rondando mi mente durante toda la semana.
– Clases de hípica, las daría yo misma – él abuelo pensó en ello un momento – podríamos montar competiciones con varios obstáculos y ofrecer una experiencia campestre en la cabaña de la colina como premio. Quizás, debamos hacer algunos arreglos antes de ofrecerla al público, pero… podría funcionar.
– Organízalo, preséntame un presupuesto, y lo haremos – sonreí, al darme cuenta de que lo había logrado, el abuelo estaba dispuesto a confiar en mí con todo aquello – pero no le digas nada de esto a tus padres.
– No pensaba hacerlo – aseguré.
Semanas de preparación, eso fue lo que conseguí al meterme dónde no me llamaban, estrujarme el cerebro para ajustarme al presupuesto que le había dado al abuelo, descuidar el resto de mis responsabilidades, incluso dejar de frecuentar el club y a Sinuosa, porque no tenía tiempo que perder. Era buena organizando, la mejor, y mi sentido de la perfección no me dejaba escapar ni un detalle.
Dos meses después y el evento estaba por llegar, las cosas en casa estaban mejor, papá había contratado a una joven sicóloga que estaba ayudando a mi hermana. Al menos ya no se lesionaba a sí misma, eso era todo un avance, a pesar de que aún le costaba relacionarse con nosotros, no hablaba si podía evitarlo y jamás dejaba que la tocásemos. Ella necesitaba tiempo, y yo alejarme de todos, centrarme en aquel proyecto.
Abrí los ojos aquella mañana después de dar varias vueltas por la cama y repasar mentalmente todos y cada uno de los detalles que habían quedado cerrados en la fiesta al estilo antiguo oeste que había organizado para ese día, en el rancho. Iba a ver de todo, desde competiciones de caballos, hasta inversores que podrían pujar una cantidad simbólica para salvar el lugar. Tenía pensado miles de ideas para ese lugar, sabía que todo aquello no acababa más que de comenzar, pero estaba entusiasmada con la idea, y mi obsesión por la perfección me ponía de los nervios.
Me levanté de la cama, sin poder esperar ni un poco más y me metí en el baño, antes si quiera de que papá se despertase, y eso era raro, solía ser muy madrugador. Una hora más tarde, ya estaba lista para salir, había dejado toda la ropa en casa de mis abuelos, así que en aquel momento sólo llevaba algo muy normal, cualquier cosa para no despertar sospechas en casa.
Supervisar que todo estuviese saliendo tal y como regían las pautas que me había marcado era mi trabajo, con aquel largo vestido negro, de fiesta, demasiado incómodo para alguien que suele vestir pantalones y camisas todo el tiempo, pasando desapercibida, sin importarme demasiado las apariencias. Ese fue mi cometido al llegar allí, era imposible que pudiese relajarme, y el abuelo lo sabía, por eso me arrastró al palco principal, alegando que todo saldría a la perfección pues yo lo había organizado. Tenía demasiada fe en mí, esa era la realidad.
– Lisa – me llamó la abuela, con una gran sonrisa, cuando me senté junto a ella – estás preciosa – sonreí, agradecida, besando su mejilla, presenciando el primer número. Cuatro de los mejores jinetes del país montados en caballos salvajes, mostrando sus habilidades para aguantar sobre ellos el tiempo suficiente.
Fue un éxito, los aplausos y despertar el interés de varios inversores, eso fue lo que conseguí. Y estaba eufórica, feliz de poder lograr las pautas marcadas. Estaba tan absorta en ello, que ni siquiera me di cuenta de que Javier se acercaba. Le observé con atención, era el capataz de mi abuelo, el que yo misma contraté meses atrás, lucía preocupado.
– Señorita Lisa – le miré, sin comprender, dejando de aplaudir, girándome para prestarle toda mi atención – uno de los jinetes del espectáculo número cinco no se ha presentado aún.
– ¿Lo llamaste? – quise saber. Estaba molesta, seguramente no tendría que haber hecho caso al abuelo, debía haber seguido a mi instinto.
– Lo tiene desconectado – asentí - ¿qué haremos, Brownie no se dejará montar por un desconocido?
– Lo haré yo misma – acepté, el abuelo miró hacia mí, en busca de algún problema, pero le calmé con una sonrisa – todo está controlado – prometí, besé su mejilla y me marché detrás de Javier.
Me vestí con mis mejores galas, mis botas favoritas de montar, y un atuendo de lo más adecuado para la ocasión. Me sentía libre allí arriba, sobre mi yegua favorita, presentando a los corceles de nuestro propio rancho, mostrándoles el espectáculo que estaban esperando.
Por un momento no podía escuchar los bitores, las voces, el gentío a mi alrededor, sólo estábamos la yegua y yo, conectando de esa forma que me encantaba, como si hubiésemos sido nacidas para aquello, complementadas.
El aplauso de todas las gradas fue memorable al terminar la presentación, fue eso lo que me hizo salir de mi hipnotismo y darme cuenta de dónde me encontraba. Me bajé de la yegua y saludé al público, con una gran sonrisa, y tiré de ella hasta el cercado, ante la atenta mirada de varios inversores. Era fuerte, decidida y muy capaz, aspectos que no solían verse en mujeres, no al menos en ese mundo. Yo siempre fui la excepción a la regla.
– ¿Cuál es el montante inicial? – preguntó una voz detrás de mí. Sonreí al reconocer su voz, era James, mi antiguo profesor de hípica, el que me enseñó todo lo que sé. Sonreí y me acerqué a saludar, ignorando al tipo que lo acompañaba. Rompió a reír, dándome un cálido abrazo que calentó mi corazón. Nos llevábamos muy bien, eso es todo – Has hecho un excelente trabajo aquí, cuando el comité me habló de ello, tan sólo… no podía creerlo.
– ¿Vienes como inversor o sólo a saludar? – pregunté, divertida.
– Pensaba venir sólo a saludar, pero la presentación de hace un momento ha sido tan sublime, que me es imposible no pensar en aportar mi granito de arena – asentí, sonriente, entendiendo su punto de verlo, agradecida - ¿cuál es el premio de la competición amistosa?
– Una semana en el rancho – contesté, sonrió – una experiencia inolvidable, quizás a la larga se convierta en un proyecto mucho más amplio, pero de primeras consistiría en un día a día en el mundo de los caballos, conocer de primera mano cómo funciona un rancho, incluso unas clases personalizadas para el vencedor.
– ¿y tú serías el instructor?
– Por supuesto.
– Quizás participe – bromeó su amigo, haciendo que me fijase en él. Era guapo, aunque no fue eso lo que llamó mi atención, no me dejaba sorprender con facilidad por hombres como él. Un muchacho rubio de ojos claros, fuerte y apuesto, de mi misma edad me devolvía la mirada. Pero le calé a primera vista, era prepotente, orgulloso y burlón. Esa clase de hombres que detesto. Pero os repito, no fue nada de eso lo que me hizo prestarle más atención de la que debía. Había algo en él que me resultaba familiar, como si ya nos hubiésemos visto antes, porque yo jamás olvido una cara.
– ¿Tú? – se quejó James – Pero si ni siquiera sabes montar a caballo.
– No puede ser más difícil que manejar un arma – contestó, fijándose nuevamente en mí.
– Lisa, él es Jack O’Brien, un buen amigo del club de lucha libre – sonreí, divertida. Sabía que James era un adicto a los clubs, estaba en todos los que existían en la ciudad. Era un tipo polifacético, y siempre estaba buscando algo nuevo qué hacer o aprender – Jack, ella es Lisa…
– La fuerza no va a servirle para montar a caballo – contesté, interrumpiendo a nuestro amigo en común – hay que ser ágil y tener buena técnica, señor O’Brien – él sonrió, como si mi atrevimiento fuese divertido para él.
– Una apuesta – contestó él, con esos aires de superioridad que detestaba – además del premio, claro – sonreí, con desgana, negando con la cabeza. Ese tipo me caía pésimo – Un duelo – le miré, sin comprender – Un cuerpo a cuerpo con usted – rompí a reír, él era del todo un descarado.
– ¡Chicos, chicos! – nos llamaba James, intentando calmar los ánimos, mientras él y yo nos asesinábamos con la mirada, en ese juego peligroso, porfiándonos – Es suficiente, Jack.
– Un cuerpo a cuerpo – acepté, haciendo que ambos se sorprendiesen, no pensaban que yo fuese a aceptar – sólo si ganas la competición.
– Te destrozaré – se jactó, bajé la cabeza un momento, cuando la levanté tenía ganas de partirle la cara.
– ¿De verdad? No creo si quiera que eso llegue a pasar, más cuando ni siquiera vas a poder subirte al caballo – se quejaba James, dejándole en ridículo delante de mí. Rompí a reír, sin poder evitarlo.
– No soy tan malo cómo piensas – se quejó, mirando hacia mí de reojo – al menos yo he montado a caballo alguna vez, pero dudo mucho que ella haya luchado en un cuerpo a cuerpo con anterioridad.
– ¿Lo dudas? – lancé, porfiándole. Por alguna razón que desconocía, molestarle me era placentero – Tener un padre en las fuerzas armadas no es cualquier cosa – me jacté - ¿qué te hace pensar que no me ha enseñado a defenderme? – Lo hizo, pero era una niña, ni siquiera me interesaba demasiado, y reconozco que Sophia era mejor alumna que yo. Así que, de nada me valdría en cuerpo a cuerpo con él. Su sonrisa se esfumó, y la curiosidad se desató.
– ¿En qué unidad? – sonreí, divertida.
– Esa información es irrelevante en esta conversación, señor O’Brien – contesté – Será mejor que se prepare, la competición tendrá lugar después del próximo número – miré hacia James, haciéndole una señal de despedida, antes de marcharme, dejándole allí, algo desubicado, porque sus armas de seducción jamás antes habían sido tan nulas con una dama.
El relajante sonido de la ducha me hacía desconectar, dejaba atrás los pensamientos sobre la última misión, todos los capullos a los que tuve que cargarme por ser una amenaza para nuestro país, la reunión que tuve con Lincoln al volver sobre un nuevo cargamento de armas militares, incluso la mamada más que placentera que una de las chicas del club me hizo en la sala de trofeos cuando sólo iba a representar a mi padre a uno de esos eventos que odiaba. Pero fue otro estridente sonido el que interrumpió aquel necesario momento, obligándome a salir de la ducha, colocarme una toalla alrededor de mi cintura y mirar hacia mi teléfono. Contesté secamente, no me apetecía hablar con nadie aún, ni siquiera había pensado en algún plan para aquel calmado sábado.– Jack – me llamó, intentando captar mi atenci&
Estaba agotada aquellos días, apenas dormía, los preparativos en Bluehill para las clases de hípica tenían toda mi atención. Se había apuntado más gente de la cuenta, y ya tenía ocupada toda la agenda de la semana, para casi todas las horas. No iba a tener tiempo para nada más.No quería pensar en qué haría para ocultar todo aquellos de papá y mamá al comenzar, ni siquiera en el cambio de Sophia, que estaba empezando a confiar, incluso me sonreía a veces. Quizás podía recuperarla, contarle mis preocupaciones, porque todo aquello era demasiado estrés para una sola persona. Sabía que ella me ayudaría sin dudarlo, pero aún no estaba curada del todo, no podía pedirle ayuda a nadie más.Nunca he sobresalido por tener muchos amigos, tan sólo a Casia, que casualmente, tambié
Mi mejor amigo opinaba que tenía un aspecto horrible, y joder lo tenía, no entendía qué mierdas había pasado conmigo, por qué cojones le confesé mis demonios a esa chica para que pudiese usarlos contra mí.– A pesar de eso, tienes buen aspecto – aseguró, sacándome una sonrisa ladeada. Él era un buen tío, dio su vida por salvar la mía en más de una ocasión, en el campo de batalla. Siempre fuimos los tres mosqueteros, salvándonos el culo, a pesar de que no teníamos la misma edad. Él tenía diez años más y Mike treinta. Se podría decir que yo era el benjamín del grupo.– Ni siquiera imaginas lo mal parado que salió el otro – bromeé. Sonrió, dándome un leve golpe en el hombro, gi
La grada entera irrumpió en aplausos, Sinuosa había conseguido otro tanto, ese evento en el que participaban los miembros del comité, gracias a la publicidad que James dio entre los suyos, estaba siendo todo un éxito. Estaba feliz, podría haberlo sido completamente si cierto estúpido no estuviese a mi lado, importunándome.– Mírala – me dijo, como si estuviese ciega y no tuviese ojos en la cara, colocando su brazo alrededor de mi cuello, acercándose más de lo necesario – hasta esa yegua tiene más curvas que tú – le sonreí con desgana, apartando su brazo de mí. Sonrió, como si molestarme fuese su único propósito.– Recuérdame otra vez qué es lo que haces aquí.– S
La primera clase fue muy bien, debo admitir que ella era una gran instructora, incluso me olvidé del trabajo y los problemas por unas horas, la pesadez y los recuerdos del pasado también se marcharon, y no sé cómo, terminamos en la sala de estar, con un par de cervezas, comiendo ganchitos. Ella era distinta a cómo había imaginado, no era una de esas chicas que se dejaba impresionar, no bebía vino y jamás se callaba lo que pensaba, eso me gustaba, era todo lo contrario a mí.Era como beber con un colega, sin la pesadez de tener que estar ocultando mi parte sensible a cada rato. Ella me hacía sentir cómodo, la miraba y era como ver a otra persona, no a esa chica que adoraba vestir ropa de chico, bien tapada, y para nada sensual. Quizás su forma de ser y su aspecto tenían algo que ver con su progenitor. Tenía entendido que los padres militares siempre
Estaba entusiasmada con la boda de mi hermana, elegir los vestidos, preparar el ramo, los invitados, el catering, organizar era mi vida, lo que más adoraba. Salí al pasillo, con una gran sonrisa, junto a Amara, debíamos buscar al modista para indicarle que ese era el vestido que había resultado ganador. Mi hermana bromeaba al respecto, justo cuando la puerta del despacho se abrió, no nos detuvimos, seguimos avanzando, no me interesaba con quién estuviese reunido papá, pero entonces me detuve, incapaz de dar un paso más, de espaldas a ellos, a escasos metros de la puerta, mientras mi hermana me observaba sin comprender.– Será un placer para mí, Mike – Esa voz. Juraría que me era familiar. ¿Dónde la había escuchado con anterioridad?– Gracias por pasarte a saludar &ndash
Asistí a un combate de boxeo de mi amigo y ex compañero Alex, volver a verle fue alentador, me dio ganas de volver al pasado, de volver a tener una razón de existir, justo como en aquellos días. Pero él jamás volvería conmigo al frente, ni él ni Mike, debía resignarme de una vez.Por supuesto resultó vencedor, era un gran profesional en la materia.Levanté bien alto el ramo para que lo viese, y le di un más que reconfortarle abrazo que me supo a gloria. ¡Dios! ¡Cómo lo echaba de menos!Mientras miraba a aquellos dos, Mike y Alex, reencontrados de nuevo, los tres mosqueteros juntos, como en los viejos tiempos
Fue una suerte que un repentino viaje por su parte nos hiciese perdernos las próximas clases, y así, sin más, sin darnos cuenta, llegamos al día del evento en el club. Yo estaba histérica, estaba organizando la boda de mi hermana, las actividades en el rancho de mis abuelos y, además, iba a ser nombrada como parte del comité esa noche. No tenía ni idea de cómo lo había logrado, sin que todo se fuese de control.Una fiesta de gala, de etiqueta, reunidos en un amplio salón para la recepción del evento, antes de pasar a las gradas a disfrutar del espectáculo ecuestre que había organizado con la ayuda del comité, más que dispuesta a mostrar mi valía, pues James me había asegurado que estaban realmen