Llovía esa tarde gris llovía, en el exterior, mientras recorría los pasillos entre cuchicheos varios sobre mi persona, algo que la zorra de Vanesa había logrado, lo que siempre traté de evitar y todo por acercarme a esa chica. Jamás podría perdonármelo, hacer daño a la única persona que me importaba de verdad.
Irrumpí en el despacho de mi padre sin tan siquiera haber llamado previamente, sorprendiéndole, que hizo una señal a la junta directiva para que nos dejase a solas. Lucía molesto con mi atrevimiento, pero en lugar de pedirme explicaciones se mordió la lengua. Quizás lo hizo por las heridas que presentaba, los golpes en el rostro, proveniente de una pelea con el que fue mi mentor durante mucho tiempo, la piel de los dedos desgarradas a causa de los puñetazos que pegué a la pared.
- Siéntate – pidi
Acariciaba su piel, enredando mis dedos en los escasos bellos de su pecho, aún sin poder creerme lo que había pasado entre ambos.¡Por Dios! ¡Nos habíamos acostado! Y … había sido mágico, lo más especial que me había pasado en la vida.Allí con sus brazos rodeándome, respirando con calma, pensativos, no podía quitarme de la cabeza la conversación que tuve con mi padre antes de llegar.- Hablemos – dije, deteniéndome frente a él, en aquel bar para pijos que él solía frecuentar cuando estaba hundido. Se suponía que no conocía esa información, pero durante mucho tiempo, en el pasado, me convertí en la sombra de ese hombre, con tal de conocerle mejor, en un intento desesperado por sentirme cerca de él. Me senté en el taburete y levanté la mano al camarero
Estar allí, en mi cama, después de hacerle el amor a la chica de la que estaba jodidamente enamorado era como el cielo, os lo aseguro. Jamás en toda mi vida esperé que algo así pudiese sucederme a mí, que esa chica decidiese quedarse a mi lado, luchar por mí, aferrarse a ese capullo. Y joder, sabía que iba a ser muy difícil para mí quitarme la careta y ser yo mismo, hablar de sentimientos, pero si la tenía a mi lado quería hacerlo, quería mostrarle que podía hacer cualquier cosa si ella estaba a mi lado mirándome.Nos acariciábamos el uno al otro, encantados con aquella sensación, observándonos con detenimiento, como si quisiésemos capturar cada rasgo del otro, cada sensación, cada gesto, cada mirada, cada momento.Estar con ella así, de esa manera, me hacía infinitamente feliz, má
Mi preciosa chica quería ir al rancho a ayudar a sus abuelos, yo pensaba quedarme a esperarla en mi casa, me cogería un taxi a la ciudad o algo por el estilo. Justo lo había decidido cuando escuché el teléfono. Lo cogí y miré hacia él, no era el mío. Miré por toda la habitación para encontrar el de Lisa en el suelo, en los pies de la cama.Era Mike. Pero era obvio que no iba a cogerlo, no podía.- ¿Sabes qué? – dijo, apareciendo por la habitación, después de haberse aseado en el cuarto de baño. Se detuvo y dejó de pensar en lo que la hacía feliz al verme con su teléfono en la mano - ¿qué pasa?- Es tu padre – contesté, algo alicaído. Caminó hacia mí, me quitó el teléfono y lo guardó en sus pantalones.- ¿Va
Las cosas entre nosotros iban bien, demasiado, quizás por eso aún esperaba despertar de ese perfecto sueño, en cualquier momento, pero parecía que aquello iba a durar más tiempo de lo que esperaba. Ella no parecía querer alejarse de mi lado, ni un poco. Nos complementábamos demasiado bien, éramos polos opuestos, pero teníamos cosas en común, el sexo salvaje era una de ellas.Si bien estaba encantado de tenerla a mi lado, las cosas con Mike no iban del todo bien. En el fondo sabía que nunca me aceptaría como su yerno, aún me seguía considerando una bala perdida, alguien que no estaba a la altura de una de sus hijas. Pero… yo no iba a tirar la toalla con ella, no después de haber pasado dos malditos años de mi vida lamentándome por no retenerla a mi lado.Estaba dispuesto a hacer las cosas de forma correcta aquella vez, quizás por eso le propuse ser socios en el rancho, ante su negativa de mezclar trabajo y amor. Esas cosas nunca salen bien, aseguró.- No tenemos por qué comportarnos co
Era un día como cualquier otro, llevaba puesta mis mejores galas, vestida como una auténtica vaquera, montada en mi yegua favorita, por los amplios campos del club de hípica, feliz de poder disfrutar al menos de esas pequeñas cosas. Lo cierto es que en el último año había estado ocupada, primero fue el nuevo viaje de papá, en el que estuvo inmerso por semanas, luego mamá intentando ocultar algo que yo y mis hermanas sabíamos desde hacía tiempo, sus continuas aventuras amorosas con otros hombres, intentando llenar un vacío que mi padre dejaba con cada uno de sus viajes de trabajo. Más tarde, fue la repentina tragedia que le sucedió a mi hermana. Creo que fue eso lo que marcó un antes y un después en nuestras tranquilas vidas.Antes de que todo aquello sucediese nosotras éramos solo tres chicas, hermanas unidas, preocupadas en nue
El viento sacudía mis cabellos de forma majestuosa, la brisa acariciaba mi rostro llenándola con los suaves olores del campo que se extendía a la vista, un hermoso lugar que recordaba bien, a pesar de hacer tanto tiempo que no lo visitaba. Sentía euforia, protección, felicidad, mientras esa mujer me rodeaba con sus brazos, llevando las riendas de su caballo favorito. Y el tiempo… el tiempo se movía de forma distinta, como si la realidad fuese un manto que alterar a su antojo.El cielo aventuraba tormenta, pero estaba lejos de encontrarme asustado, pues sabía que ella jamás dejaría que nada malo me sucediese. Era su hijo, al que adoraba, que, con tan sólo 4 años de edad, ya adoraba el mundo de los caballos tanto como lo hacía ella.La inconsciencia dejó pasó a un marco distinto, un largo pasillo en la más pl
Listas.Las listas son un fenómeno importante en mi vida. Quizás por eso estaba allí fuera, a plena luz del día, con el sol incidiendo sobre mí, apuntando en mi cuaderno distintas ideas que pudiesen salvar el rancho. La mejor hasta el momento era la de crear una atracción que atrajese a los turistas.El abuelo se sentó frente a mí, echándose un poco de zumo de manzana, y luego sonrió.– Sé que tus intenciones son buenas – me dijo, lucía preocupado, cansado de luchar en aquella vida – pero tu abuela y yo estamos cansados, este lugar necesita unas buenas manos fuertes y jóvenes, y nosotros ya estamos viejos para eso.– Contrataremos personal – sugerí, él sonrió, asintiendo después – me comprometeré yo misma a ele
El relajante sonido de la ducha me hacía desconectar, dejaba atrás los pensamientos sobre la última misión, todos los capullos a los que tuve que cargarme por ser una amenaza para nuestro país, la reunión que tuve con Lincoln al volver sobre un nuevo cargamento de armas militares, incluso la mamada más que placentera que una de las chicas del club me hizo en la sala de trofeos cuando sólo iba a representar a mi padre a uno de esos eventos que odiaba. Pero fue otro estridente sonido el que interrumpió aquel necesario momento, obligándome a salir de la ducha, colocarme una toalla alrededor de mi cintura y mirar hacia mi teléfono. Contesté secamente, no me apetecía hablar con nadie aún, ni siquiera había pensado en algún plan para aquel calmado sábado.– Jack – me llamó, intentando captar mi atenci&