*—Layonel:La noche pasó sin más sobresaltos, y ambos disfrutaron de la compañía del otro, compartiendo momentos de paz y ternura. La ciudad dormía mientras el coche avanzaba por las calles iluminadas. Layonel, sentado en el asiento del copiloto, no podía evitar fijar su mirada en Damien, quien conducía de regreso al Pent-house que ambos compartían. La luz suave de los faros acariciaba el rostro de Damien, resaltando sus facciones con una serenidad que solo Layonel parecía ver.Layonel se permitió una pequeña sonrisa, sintiendo el peso de la conversación de esa noche, pero ahora con un nuevo sentido de alivio. Todo lo que había temido se desvanecía lentamente, y el amor de Damien lo cubría como un escudo protector.—Te estás quedando dormido —murmuró Damien, sin apartar la vista del camino, pero con una sonrisa juguetona en los labios.—Solo estaba pensando —respondió Layonel suavemente, aun con los ojos fijos en él—. En lo afortunado que soy de tenerte.Damien le lanzó una rápida mir
*—Layonel:Damien era, sin lugar a dudas, un obsesivo en la cama. Su control y su deseo de hacer que Layonel alcanzara el máximo placer no conocían límites. Con cada movimiento, con cada toque, dejaba claro cuánto lo anhelaba y cuánto lo adoraba.Las manos de Layonel se aferraron con fuerza a las sábanas con desesperación, sus gemidos resonando en la habitación, entrecortados por el placer que lo inundaba. Gritaba el nombre de Damien, una y otra vez, perdiéndose en las olas de éxtasis que lo atravesaban.En esos momentos, Damien tenía su cabeza entre las piernas de Layonel, su lengua recorriendo con habilidad el lugar más íntimo de su cuerpo. Layonel apenas podía pensar, sus caderas temblaban y su respiración se volvía cada vez más errática. Las palabras de Damien, dichas horas antes, resonaban en su mente: “Espero que estés preparado para lo que viene, Layonel”. Y ahora, más que nunca, eso se sentía como una verdad absoluta.Cada lamida, cada caricia, estaba cargada de deseo, Damien
*—Layonel:Hacer el amor con Damien fue maravilloso. Estar en sus brazos y envuelto en su calor, era como estar en un refugio donde todo lo demás dejaba de existir. Ver sus expresiones, los leves cambios en su rostro mientras se dejaba llevar por el placer, era un espectáculo íntimo que Layonel jamás olvidaría. Sentir cómo sus manos lo recorrían, cada toque encendiendo chispas de deseo en su piel, lo hacía estremecerse de la cabeza a los pies.Damien tenía una forma única de hacerle el amor, intensa, pero al mismo tiempo llena de ternura. Cada movimiento parecía calculado para llevar a Layonel a un lugar donde la realidad se desvanecía y solo quedaban ellos dos. El roce de sus labios, la presión de sus caderas, el ritmo creciente de sus respiraciones, todo estaba perfectamente sincronizado, creando una sinfonía de sensaciones que los envolvía.Y claro, Damien también tenía otras formas de hacer las cosas divertidas…Layonel recordaba vívidamente cómo, el otro día, había sido despertad
*—Lay:Estaba tan feliz y dispuesto a darlo todo en su nuevo trabajo.Layonel Robbins, llamado cariñosamente Lay por sus amigos cercanos, había conseguido un empleo a tiempo completo y muy formal. Lay iba a ser el asistente de un gran empresario que tenía una larga cadena de clubes nocturnos, aunque el horario era loco por así decirlo y tenía que trabajar los fines de semana, Lay estaba dispuesto a todo con tal de conseguir un buen salario de forma honorable. La paga era muy buena y tenía la facilidad incluso de tener un trabajo a medio tiempo si deseaba, puesto que comenzaba a trabajar desde las seis de la tarde hasta las dos de la mañana, si, un loco horario, pero situaciones desesperadas necesitaban medidas igual de desesperadas.Sus padres habían muerto cuando era un adolescente y entre las deudas que estos dejaron, las deudas que había adquirido durante su juventud para pagar sus estudios y algunas deudas extras, lo habían agobiado tanto que había tenido en su momento como cuatro
*—Lay:Era un hombre que seguía siempre las reglas, puesto que odiaba que la gente lo señalara con el dedo y fallar no estaba en su vocabulario. Era por esto que siempre hacia lo que su jefe, Damien Bates, decía, incluyendo cumplir su pedido de siempre, aquel que solo sucedía los domingos cuando…—Te estoy esperando, Layonel —dijo Damien Bates fuertemente al ver que Layonel seguía en el mismo lugar luego de reportar su visita al Oscuro, el cual era el club nocturno para homosexuales que supervisaba cada domingo.Layonel hizo una mueca y le dio una mirada a su jefe, quien se veía impaciente y esperaba por este.No quería ceder, últimamente se estaba haciendo el difícil, pero era más porque su corazón no podía seguir soportando esto. Su jefe seguía dándole alas, pero a su vez, seguía desapareciendo cada noche con sus amantes.Ya no sabía que pensar.—Las reglas deben seguirse y recuerda que día es hoy, Layonel —insistió su jefe Damien con su profunda voz que hacía que cualquier que la e
*—Damien:¿Cuánto más podría aguantar?Su mano rodeó su grueso pene y comenzó a moverla por toda su hinchada longitud, masturbándose y sintiéndose maravillosamente bien. Había estado endurecido toda la noche, más bien, los domingos siempre pasaba lo mismo, pues era el día que tenía que hacer esa descabellada supervisión.¿Por qué se hacía esto? Aquel caliente chico estaba a su merced, pero era un maldito cobarde que no quería dar el paso y tomar lo que estaba en bandeja de plata.Layonel siempre le había interesado y su deseo por corromperlo cada día, mes y año que pasaba crecía considerablemente. Las ganas de empujarlo contra su escritorio y meter su polla contra su rosácea raja lo tenían desesperado. Tenía el culito más lindo que había visto en su vida y era por eso que siempre esperaba con ansias los domingos. Ver sus blanquecinas nalgas y su rosáceo agujero lo ponían a mil y las ganas de metérsela solo crecían cada vez que tenía que revisar si había sido o no mancillado en el Club
*—Lay:Sus días siempre eran muy tranquilos, Layonel podía decir que a pesar de las deudas y de que vivía en un sitio de perros, tenía una buena vida. El trabajo no exigía mucho de él y no tenía una gran vida social, por lo cual, vivía muy en paz.Tampoco se metía con nadie o al menos eso era lo que creía.Era un día normal de trabajo, era domingo por lo cual estaba otra vez supervisando en el Club Oscuro. Había hecho el inventario de las bebidas y de los alimentos, además de ello, había hecho un recorrido antes de que el club llegara a su apogeo, por lo cual ahora estaba en el bar tomando un trago ligero con Cameron, el manager de este.Miró hacia Cameron, quien era un hombre bastante alto de tez oscura gracias a su etnia mezclada entre afroamericano y latino. Cameron era más viejo que él, tenía 40 años y era homosexual. Este tenía otras tendencias de las cuales Lay no quería saber tantos detalles, pero a pesar de esto, eran buenos amigos. Más bien, Cameron se había convertido en su
*—Lay:Ya no se sentía a gusto trabajando para Damien.Después de aquel día en donde Damien le dijo que no era su tipo y que Layonel se percató de que nunca iba a pasar nada entre ellos, se sentía desganado y tener que ver a Damien lo hacía peor. No lo odiaba, pero tampoco quería verlo. Sin embargo, tenía que hacer su trabajo bien hasta el final de sus días.El único día en que trabajaba y que se quedaba más tiempo de más en los clubes era el domingo, pero era más por Cameron que por otra cosa. Siempre aprovechaba sus visitas para hablar con él. A veces se veían para comer los días que tenían que trabajar y los días que no, cenaban juntos. Cualquiera pensaría que tenían algo, pero, aunque Layonel podía pasar como su tipo de chico, Cameron nunca había cruzado la línea con él y lo agradecía.Había hecho su recorrido en el club, no viendo algo diferente desde la última vez y esta vez decidió no revisar las cámaras, dejando que sea Cameron que se encargará de ello. No quería volver a mete