CAPÍTULO 74
LA DROGA DEL VIOLADOR

CAMIL DE LA FUENTE

—¿¡Camil!? ¿¡Qué te ocurre bonita!?— preguntó Marta palideciendo al menos dos tonos al verme tan descompuesta, y desaliñada, con el rostro prácticamente verde por las nauseas, el mareo y un poco de deshidratación sumado al cóctel para completar el cuadro—¿Que demoni0s haces aquí a estas horas?¡Pero dime algo Camil!¡Dime algo!

—¡Ayúdame! ¡Ayúdame Marta!, ¡Si!— pido casi entre hipidos y sollozos que no puedo contener al verme allí, después del sacrificio que resultó llegar. Con el dolor de haber sido ultrajada, y sin tener la más put@ idea de dónde está la persona más importante en mi vida; en los brazos de mi mejor amiga me permito desmoronarme en medio de aquella sala de urgencias, extrañamente calmada a esa hora de la madrugada.

—¿Qué pasa Camil? ¿qué te hicieron?— insiste ella con verdadera preocupación en la voz. Me mira expectante y acaricia la maraña que es mi cabello, buscando consolarme.

Yo muerdo mis labios, pero me es difícil hablar.
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