CAPÍTULO 77

LLEGANDO A LOS ÁNGELES

CAMIL ARAY

Durante todo el vuelo de cuatro horas, desde Atlanta a Los Ángeles, solo rece por qué mi hija estuviera con sus tíos, y no del otro lado del mundo. Estaba muriendo de tanto extrañarla sin saber que había alcanzado a ver, o qué le había dicho su padre de esa forma tan extraña de partir a mitad de la noche a rumbo desconocido. Emira no era una niña tan apegada a mi, pues de pequeña se acostumbró a mi ausencia los días de guardia; pero nunca pasó tanto tiempo sin mi.

Emira era demasiado inteligente, pero aún así era una niña pequeña. Me necesitaba, y Farid aunque buen padre, era totalmente primerizo. Si las cosas se ponían difíciles de un momento a otro él por supuesto no sabría calmar a la niña.

Aunque me gustaría que la tuviera difícil por habérsela llevado de ese mood, era mejor que Emira no notara mi ausencia, o al menos que la notara lo más tarde posible cuando yo estuviera casi al llegar por ella.

El aterrizaje en Los Ángeles, me mareo un
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