CRISTINE FERRERA —Solo hice lo que creí justo —confesó Luca sentado en la silla de Eliot mientras los tres lo veíamos de manera acusatoria, solo faltaba poner una luz sobre su cara. —¿Lo que creíste justo? ¡Fue ilegal! —exclamó Jimena aún más pálida y ojerosa. —Falso, no fue ilegal, me puse a investigar y resulta que al ser un Magnani y además socio mayoritario, podía hacerlo. Avisarles era mera cortesía y sinceramente ninguno de esos viejitos me cayó bien desde que corrieron a Eliot como si fuera solo el barrendero… —contestó indignado.—Luca… —Eliot torció los ojos, pero no fue suficiente para detener las palabras de su primo. —¡No! ¡Eso si fue injusto! Diste todo por la empresa y no lo valoraron. Sé que no eres el hombre más agradable, ni el más comprensivo, entiendo que trabajar contigo y soportar tus exigencias tuvo que ser como una patada en las pelotas —empezó a vociferar como político en campaña—. Comprendo que seas intolerable y mandón, enojón e insoportable. Ya me imagin
DONNA CRUZCon cada paso que dábamos, mi corazón se aceleraba y la angustia me estaba asfixiando. Nadie hizo preguntas y a nadie le importó que fuera en calidad de rehén. Enfermeras, doctores, incluso guardias de seguridad nos veían pasar sin prestarnos interés. —¿Sabes? En verdad quiero cambiar, quiero lo que tú me dijiste que podía conseguir. Tus palabras me mostraron otros panoramas que nunca consideré —susurró Jerry mientras me llevaba, obligándome a ir a su paso, aunque sus manos en mi brazo y cintura eran gentiles, podía sentir su hostilidad—. No miento cuando te digo que quiero ser bueno y que quiero serlo a tu lado. No había conocido a una mujer como tú, tan dulce e inteligente. Eres divertida y muy bonita. »De pronto me di cuenta de que estaba fantaseando con tener una familia contigo. Incluso podríamos ir a México y conocer a tu familia, me encantaría que me presentaras a tu madre, debe de ser tan fuerte e inteligente como tú, de algún lado lo sacaste. Volteé hacia él, tr
DONNA CRUZJerry besó mi frente antes de salir de la celda y que el director cerrara la puerta. Empezó su recorrido de regreso por el pasillo, pero el director se mantuvo unos instantes, viéndome fijamente con atención. —¿Entiendes que Jerry no es una persona normal? —preguntó entornando los ojos. —Es un psicópata… —respondí con fastidio. —Un psicópata puede tener una vida normal, puede desempeñar un trabajo y puede incorporarse a la sociedad sin que esta resienta su problema mental. De hecho, son muy buenos en trabajos donde se necesita tener sangre fría, como policías, forenses o hasta cirujanos… —De inmediato pensé en el hermano gemelo de Eliot, Derek, ese tipo era un psicópata, pero parecía capaz de tener una familia y mantener ciertos límites, incluso sentir empatía, aunque solo fuera por un número muy reducido de personas—. Jerry no es solo un psicópata, no solo no es capaz de no sentir empatía, él tiene algo que en psiquiatría le llamamos la triada oscura. »También es narci
PIERO BERNARDIVolver a escuchar el nombre de la periodista que se hizo conocida por la muerte de mi esposa me había revuelto el estómago. Pensé que era una forma en la que el destino me decía que podía desquitar un poco de mi rencor. Aunque las personas que habían matado a mi mujer habían recibido su merecido, aún quedaba ella en mi mente, palpitando entre mis pensamientos cada vez que estaba completamente solo y en oscuridad.Visité la tumba de mi amada antes de meterme a esa prisión. Si mataba a esa reportera, no había mucho que Finn o los hombres para los que trabajaba pudieran hacer, pero entonces, como una señal divina, me di cuenta de que las flores en la tumba de mi esposa, que siempre florecían en esa época del año, parecían pequeñas y enjutas. Las revisé con tristeza, queriendo entender por qué este año la belleza de esas flores estaba apagada, casi inexistente. —Cuando se camina tanto por el mismo lugar, la tierra se erosiona —dijo el sepulturero quitándose el sombrero fr
DONNA CRUZPiero puso su chamarra sobre mis hombros antes de asomarse por los barrotes. Podía notar que estaba calculando el siguiente paso. Sus ojos violetas se entrecerraban suavemente mientras fruncía cada vez más el ceño, mientras que yo no podía alejar mi mirada de él. Era un hombre atractivo, con una ferocidad que se escondía detrás de una calma calculada, además de que estaba envuelto en esa aura de peligro que me enchinaba la piel. El aire se volvió más denso y me obligué a desviar la mirada, sentía la cara roja y no quería que él notara mi nerviosismo. Bueno, se vale soñar con un amorío pasional de película con un chico malo, aunque sé perfectamente que nunca pasará. —Nos descubrirán… —siseó y no sabía si estaba hablando conmigo o con él mismo—. El punto es que lo hagan cuando estemos más cerca de la puerta. De pronto tomó mi mano con firmeza y todo mi cuerpo tembló. Tuve que sacudir un poco la cabeza para distraerme de esa sensación, pero la comprendía, eso pasa cuando un
DONNA CRUZAl principio me sentí avergonzada, pero conforme comenzaba a entender lo que ocurría, el dolor se hizo cada vez más presente. Me sentía lívida y mareada. La sangre brotaba de mi piel mientras Piero parecía esforzarse por cerrar la herida con ese gel extraño que parecía solidificarse al tocar mi carne. —Tranquila, todo estará bien —susurró con los ojos muy abiertos y tomó mi rostro entre sus manos—. No parece grave, pero necesito que te mantengas despierta. ¿Entendido?—Tengo frío… creo que eso es algo que siente alguien que se va a morir, ¿verdad? —pregunté aterrada—. ¡Dios! ¡Me voy a morir!—¡No te vas a morir! Es solo un rasguño, cálmate —agregó obligándome a verlo a los ojos. —No puedo creerlo… No pude ver a mi mamá por última vez… —susurré con los ojos llorosos y me sentí inmensamente triste—. Siempre quise regresar a mi casa y… poder… estar con ella, compartir un café mientras le platicaba todo lo que había hecho en este país. Ahora no podré…Piero me vio con inmensa
CRISTINE FERRERASentada frente al fuego de la chimenea levanté mi copa media llena, ya no sabía cuántas llevaba mientras que el festín que había preparado se enfriaba en la mesa. Intenté sonreír con los ojos llenos de lágrimas y un maldito nudo en la garganta que me asfixiaba y que solo con el alcohol lograba pasar ese trago amargo de mi aniversario. Ni siquiera sabía por qué había preparado la cena si, como el año pasado, comería sola. Me casé joven y llena de ilusión, con un hombre atractivo que me llevaba unos cuantos años de más, pero que… creí que… ya sabes, me amaría cuando me conociera. Era una buena chica, detallista, dulce… me esforzaba por hacer hasta el mínimo esfuerzo para ganarme su corazón, ¡Dios sabe cuánto luché por… solo una sonrisa!, pero nada de lo que hacía era suficientemente bueno. Siempre en esta fecha recordaba lo primero que le dije a mi esposo cuando entramos a esta casa, que sería nuestro hogar. Aún llevaba mi vestido de novia y él no dudó en dirigirse a
CRISTINE FERRERACuando el llanto de mis angelitos por fin cesó, tomé mi computadora portátil y la abrí sobre mis piernas mientras que con un pie seguía meciendo la cuna para que el sueño de mis bebés no fuera perturbado o interrumpido. Comencé a teclear con habilidad; no solo quería el divorcio, necesitaba que Eliot firmara un acuerdo donde me cedía la custodia total de los niños. No me importaba si no recibía ni un solo centavo, incluso estaba dispuesta a renunciar a cualquier beneficio que la separación me pudiera ofrecer. ¡No quería absolutamente nada de él! ¡Podía quedarse con su dinero, con su enorme casa y todas las comodidades! ¡Lo único que necesitaba era poner fin a este calvario y llevarme a mis bebés lejos de él! Dudaba mucho que quisiera quedárselos, era un horrible padre, ¿qué haría con tres niños? ¿Cómo podría cuidar de ellos y cubrir todas sus necesidades si solo tenía tiempo para trabajar e ignorarnos?Estaba dispuesta a llevar los papeles al día siguiente a primera