CRISTINE FERRERA
No estaba acostumbrada al sabor del alcohol, pero este sabía peculiarmente dulce y no pude evitar acabarme mi copa, cuando Rinaldi estaba a punto de tomarla, nos abordó Zafrina, quien parecía algo entonada y disfrutando del gran éxito en París.
—¡Cristine! ¡«Mio bella Cristine»! —Se acercó con los brazos estirados y me estrechó con cariño.
Alcancé a notar a lo lejos la mirada déspota de Daelyn, no estaba muy feliz con ver a nuestra jefa dándome amor a mí cuando ella se la pasaba caminando detrás como su perra faldera. No pude aguantar las ganas de sonreírle y guiñarle un ojo.
—¡Ven! ¡Necesito hablar co
CRISTINE FERRERAEse olor a tabaco tan característico, mezclado con loción y virilidad me hizo saber de quién se trataba mucho antes de levantar la mirada. Eliot me sostuvo entre sus brazos, dominándome con su mirada profunda e intensa que me ponía las piernas de gelatina. Sus labios se veían húmedos, aún había rezagos del alcohol que había bebido, de seguro whisky o vodka, solos, si acaso con hielo, no era un hombre que le gustaba beber cócteles u otras bebidas preparadas, para él, lo más bajo era tomar cerveza y tenía que ser oscura como su alma.Su boca se movía, pero yo no escuchaba nada, me había perdido en su rostro tan perfecto, esculpido por el mejor artista. Suspiré profundamente como respuesta a la pregunta que no escuché. Él solo frunc
ELIOT MAGNANIDebería de resistirme a su seducción, debería de mostrarme contenido, pero podía gritarme a la cara un día y después suplicarme para que la follara, y ahí estaría, como su maldito perro fiel. ¿Cuánto tiempo había esperado para que por fin se me entregara? Esta noche no iba a escapar, no lo permitiría.Deslicé el cierre de su vestido lentamente, mientras aprisionaba su cuerpo con el mío y mi boca devoraba su cuello. Su piel irradiaba calor y su sexo parecía desesperado por recibirme en su interior. Me deshice de ese molesto vestido, descubriendo su tersa piel, besando cada centímetro, dándome mi tiempo para saborearla.Me arrancó la corbata y prosiguió con la camisa. Era notoria su
DARÍO RINALDI¡Ese hijo de puta, me había quitado mi oportunidad! ¡¿Cómo era posible que él fuera quien disfrutara de mis esfuerzos?! Lo vi salir de su habitación llevando de la mano a su hijo. La suite presidencial siempre se reservaba en estos eventos para el socio mayoritario de Zafrina, saber que él lo era me hizo pensar que tal vez ya no debería de confiar tanto en esa puta bruja de mierda.Me mantuve en silencio y escondido, viéndolos alejarse mientras yo terminaba mi llamada con un viejo amigo de la farándula:—Sí, tienes cinco minutos, tendrás la exclusiva… —dije antes de colgar y me acerqué a la habitación. Como esperaba, tenía llave y solo se podía abrir por dentro.
DARÍO RINALDILos ojos de Cristine se quedaron clavados en mi rostro mientras se arrepentía por la noche que había pasado con Eliot.—¿Qué hay de la lista?—¿Qué lista? —En verdad intenté hacer memoria, pero no sabía a lo que se refería.—Daelyn me dijo que te acostabas con cada mujer que ayudabas a entrar como modelo de Zafrina —respondió aferrándose a su orgullo.—¿Estás consciente de quien te dijo eso? —pregunté ofendido, pensando seriamente en cómo vengarme de esa estúpida rubia insípida—. Ella siempre quiso tener algo conmigo y… nunca la acept&eac
ELIOT MAGNANI—Te noto demasiado callado… ¿problemas en el paraíso? —preguntó Zafrina en cuanto notó que los niños estaban distraídos hablando entre ellos.—¿Paraíso? —inquirí con un resoplido.—Vi como te fuiste con Cristine en tus brazos y Brenda me informó que no llegó a su cuarto en toda la noche —agregó sin dejar de verme, aunque le estuviera dando un gran sorbo a su té—. ¿Se arreglaron las cosas?Resoplé y me escurrí un poco en mi asiento. No me gustaba hablar de mis asuntos personales, pero saber que Cristine se había burlado una vez más de mí me hacía rabiar, quería gritar frente a todo
CRISTINE FERRERA—Para que te queden las cosas claras por fin y te des por vencido de una vez por todas —retrocedí, sintiéndome culpable de mis palabras. Al principio de nuestra separación me gustó ser cruel con él, pero después de la noche que pasamos, ya no tanto. ¡Dios! Claro que recordaba todo y de pensar en eso me daban ganas de llorar porque en verdad creí que… me amaba, pero ese dinero en la mesita de noche me decía lo contrario—. Quédate con tu dinero, si querías echarme en cara mi pasado en ese club nocturno, no te lo voy a permitir. Es lo mínimo que podía hacer después de tu última crueldad hacia mí. Noté que su rostro se desfiguró por la sorpresa, como si no entendiera de lo que estaba hablando. No le di tiempo, tampoco iba a entrar en su juego. Me acerqué a Zafrina y estreché a mis bebés. Noté a ese pequeño niño, Mario, quien me veía con atención y curiosidad, ladeando su cabeza como si nunca hubiera visto un acto de amor entre una madre y sus hijos. Entonces lo supe, t
CRISTINE FERRERAEl resto de la semana de la moda en París pasó sin alteraciones y conforme los días avanzaban solo había dos cosas en mi mente: Eliot y todos esos regalos de hombres adinerados, jóvenes o viejos, enalteciendo mi belleza y a veces ofreciéndome trabajo o incluso una vida matrimonial estable, lo cual obviamente no creía que fuera posible. Al principio quise devolver todo, pero Zafrina me detuvo. —Cariño, acepta sus regalos, quédate con los que más te gusten los otros los puedes dar a actos de beneficencia…—Pero… No me sentiría muy cómoda con eso —dije mientras sostenía una gargantilla de diamantes. —No pienses que les debes algo… No les pediste que te regalaran todas esas cosas y en cuanto te las entregaron, pasaron a ser de tu propiedad. Disfrútalas o tíralas… y cuando se te acerquen da las gracias y aléjate. —Tomó la gargantilla y la alzó ante mis ojos—. Esto no les da derecho de tener poder sobre ti. No importa lo mucho o poco que valgan sus regalos, tú vales más.
ELIOT MAGNANIDesde que abandoné París no dejaba de ver esa maldita nota que me había dejado Cristine en la mesita de noche. Entre más lo pensaba, más me dolía la cabeza. Algo no estaba bien, algo olía a sucia y asquerosa trampa y no me costaba señalar a Rinaldi como el único capaz de envenenarla en mi contra. Suficiente con todos los errores que había cometido como para que él empeorara la situación. Pero ¿qué podía hacer yo? Cada vez que me intentaba acercar a ella se defendía como gato panza arriba, mostrándome sus garras y mordiéndome pese a mis buenas intenciones. ¿Cómo podría convencerla de que no era el mismo hombre con el que se casó? Estaba desesperado por recuperarla antes de que en verdad me olvidara. A veces quería simplemente dejarla ir, algo me decía que aferrarme tanto a ella me terminaría rompiendo más el corazón, pero… a diferencia de Ivette y otras mujeres en mi vida, permanecer lejos de ella me hacía sentir miserable, el cuerpo me dolía y no había manera de que p