LUCA MAGNANI—Ñi, ñi, ñi, voy a quedarme con mi mujer, ñi, ñi, ñi —refunfuñé aún dentro del auto mientras esperaba que cambiara el color del semáforo. Yo también tenía mujer y también me quería quedar con ella. Estúpido y sensual Derek, ¿creía que era el único que quería hacerse bolita en la cama abrazando la cintura de su mujer, recibiendo apapachos y besos? ¡Pues no!, pero claro… como yo le había dado la grandiosa idea a Jimena de ir a una fiesta «swinger».Bueno, bueno… no era como tal una fiesta de esas, pero… era obvio a qué iban todos los que asistirían. ¿Qué planeaba hacer? ¿Entrar y sacarla como si fuera un papá regañón y avergonzarla frente a todos? Otra opción era entrar, fingir que era un participante más e ir con ella a la habitación, darle un pésimo sermón de por qué la idea que yo mismo propuse era mala y esperar a que amaneciera. Tal vez saltar un poco sobre la cama para que los demás no nos creyeran un par de aburridos, pero… ¿y si Berenice se aparecía mágicamente en
LUCA MAGNANI—¡Un momento! ¡¿A dónde van?! —exclamó la conejita, ahora malhumorada, sosteniendo una mano frente a nosotros. —Tenemos que entrar, es urgente —supliqué, pero la chica parecía caprichosa. —Entiendo, tú si puedes pasar, pero… él no. —Se cruzó de brazos, haciendo que sus pechos se vieran más grandes a través de ese escote de corazón y me alejé de ella sintiéndome asqueado, como si hubiera intentado violarme. —¿Por qué no? —preguntó Bennet furioso. —Hoy no andamos con juegos de roll, «doctor» —dijo con media sonrisa, guiñándole un ojo a Bennet.—¿Ella si viene de conejita y yo no puedo entrar como doctor? —preguntó indignado—. Para tu debido conocimiento…—Guapa, ¿tienes vestidores? —pregunté con una gran sonrisa y supe que me entendió de inmediato cuando sonrió conmigo. —Claro, por acá… —dio media vuelta y se contoneó de manera sugestiva. Aunque Bennet al principio no parecía interesado en seguirnos, no tuvo otra opción. Teníamos que darnos prisa y yo tenía el traje q
JIMENA RANGELEse era el momento de huir o quedarme. Quería tener un hijo, pero tenía miedo, o eso fue lo que sentí hasta que llegó él. Por inercia tomé su mano con timidez y las mejillas encendidas, logrando que su mirada amenazante por fin se alejara del tipo odioso. Mi corazón dio un vuelco, era como si su cuerpo generara energía y al tocarlo, energizara el mío. Di un paso hacia él y comencé a respirar con algo de dificultad, pero de manera profunda. Su olor me era conocido, fruncí el ceño, sabía que alguno de los Magnani olía igual o ¿es que toda la gente adinerada usa la misma loción?Con el poco aire que quedaba en mis pulmones agarré valor y dije cerrando los ojos:—¿Vamos… juntos? —Tenía la garganta seca y por un momento temí su rechazo. Me sentía como en la secundaria invitando a salir al chico que me gustaba.Apretó los labios e inhaló profundamente, dudando, hasta que su mano apretó con firmeza la mía y con gentileza me dirigió hacia el pasillo donde estaban las habitacion
TOM BENNETRetrocedió un paso a la vez, parecía… triste, pude notarlo pese que su rostro estaba cubierto por encaje. La conocía tan bien que podía interpretar su estado de ánimo incluso en la penumbra que nos rodeaba. Se sentó en la orilla de la cama, tan pequeña y vulnerable que me desarmó.—No me malinterpretes. No suelo entrar en esta clase de lugares. De hecho, jamás creí que lo haría en toda mi vida. —Entonces… ¿por qué lo haces? —pregunté casi sin voz. Tenía miedo de que no solo buscara tener un hijo, sino también a alguien a nivel romántico. Eso me partiría el alma, aunque… ¿no me lo merecía por todo el daño que le había causado? Luca tenía razón, esto era mi culpa, por no ser el hombre que ella se merecía desde que me ofreció su corazón.Sus manos se posaron en su vientre y su boca se frunció como si estuviera conteniendo sus ganas de llorar. —Tal vez esto te suene raro. —Intentó sonreír, pero no lo logró—. Estoy aquí porque quiero un hijo. He perdido mucho tiempo de mi vida
TOM BENNETTenía miedo de lo que diría, esperaba escuchar mi nombre saliendo de su boca, sus gritos y reclamos, las lágrimas, pero eso no ocurrió. Posó sus manos en mis mejillas y me atrajo de nuevo hacia ella, para fundirnos en un nuevo y profundo beso. Era como si decidiera descartar todas sus dudas y simplemente dejarse llevar. ¿Eso era lo mejor? En este momento, para los dos, tal vez sí. Cada beso se volvió más intenso y su cuerpo moviéndose suavemente debajo del mío era una firme invitación a tomarlo. Deslicé su vestido mientras mi boca no paraba de besar su cuello. Su piel era dulce y suave, tan deliciosa como la recordaba. Mi corazón se desbocó cuando sus pequeñas manos desabrocharon con torpeza mi camisa, acariciando de manera sutil mi piel caliente. Sus dedos recorriendo mi pecho y mi abdomen dejaban marcas de fuego, me estaba quemando, consumiendo en deseo. No podía contenerme, me estaba costando demasiado llevar las cosas con calma. La deseaba, llevaba años haciéndolo, an
LUCA MAGNANISabía que no tenía sentido esperar a Bennet, en primera no lo iban a dejar salir, y no me refería a la conejita, podía estar seguro de que Jimena sería quien lo entretendría toda la noche, así que decidí regresar al departamento. Me dolía la espalda por toda la tensión nerviosa acumulada, pero no podía disimular mi sonrisa de victoria. Abrí la puerta y me dejé caer en el sofá, eché la cabeza hacia atrás y cerré los ojos, cuando creí que me quedaría dormido sentí una tibia mano en mi mejilla, la cual atrapé con mi habilidad de gato panzón. Sin abrir los ojos, comencé a besar cada dedo, sabiendo perfectamente a quién pertenecía esa suave piel. —¿Dónde estabas? —preguntó Berenice suavemente y mi sonrisa se hizo más grande. Cuando abrí los ojos y la vi a un lado, con esos hermosos ojos azules irradiando una clase de luz celestial que me sedaba, solo pude suspirar como el hombre enamorado que era.—¿Me extrañaste? —mi pregunta la hizo sonreír y mi mundo dio vueltas. Sin pensa
LUCA MAGNANIMe asomé lentamente al sofá y lo que encontré fue una pequeña rubia con la mirada llena de brillo y mordiéndose los labios. Me recargué en el respaldo y me sentí orgulloso de Bennet, era obvio que había hecho un gran trabajo el bastardo. —¿Feliz? —pregunté levantando una ceja y luciendo una media sonrisa. Como respuesta, Jimena se levantó de un brinco y me abrazó, rodeando mi cuello con tanta fuerza que pensé que me asfixiaría.—¡Fue maravilloso! ¡Fue el mejor sexo que he tenido en años! —exclamó y pude sentir la mirada furibunda de Derek. —Sí, bueno… solo que no te escuche Berenice porque lo podría tomar a mal —dije nervioso mientras le daba pequeños golpecitos en los brazos para que entendiera que debía soltarme. Cuando por fin me liberó, muchas dudas saltaron a mi mente. ¿Sabía que, con quien pasó la noche, era Bennet? Si fuera así, ¿no me habría golpeado? Porque hasta donde recordaba, no lo quería—. Entonces… tu compañero fue… ¿bueno contigo?—Sí, fue maravilloso —c
SLOANE D’MARCONo podía evitar sentirme nerviosa, hoy era el día en el que Derek se presentaría en la corte. Fue tan extraño verlo frente a Eliot, ambos de traje, era casi imposible distinguir cual de los dos era, pero siempre estaban esas pequeñas y disimuladas diferencias. Derek era sutilmente más fornido, sus brazos más gruesos y sus espaldas más anchas, mientras que Eliot era más espigado y delgado. Derek tenía un andar pesado, como si sus pies fueran a quebrar el piso por donde andaba, mientras que Eliot se movía elegante, como una pluma al viento. A parte de eso, Derek tenía cicatrices sutiles en el rostro y también en manos, sin hablar del resto del cuerpo. Verlas me dolía, porque solo podía imaginarme por todo lo que había pasado, cuánto dolor llevaba tatuado en la piel. Siempre besaba cada vieja herida y me prometía a mí misma que me esforzaría para que nunca volviera a sentir dolor. Supuse que mi mirada se había vuelto insistente cuando Derek volteó hacia mí y me sonrió. Se