CRISTINE FERRERA
Eliot no se merecía mi perdón, mucho menos que regresara a él, no después de todo lo que me había hecho. Tantos años de abandono, indiferencia, burlas y humillaciones, ¿podían olvidarse después de unos cuantos besos y la promesa de que todo sería mejor?
Y no solo eso… Quedaría como una estúpida si volvía a confiar en él y de nuevo terminaba abandonada en una oscura casa. Siendo la sirvienta, la niñera… pero no la esposa. Solo un accesorio más. ¡No lo soportaría! La caída sería más dura y… no estaba segura de poder aguantarla.
Tenía que ser fuerte por mí y por mis hijos. Ya había comenzado a andar un nuevo camino, no pod&iacu
CRISTINE FERRERA—Vaya… tú de nuevo —dijo la ayudante con media sonrisa al verme llegar—. ¡Qué buena caída te llevaste! ¿Cómo sigues de tu tobillo?—Mejor… aún duele, pero menos —contesté compartiendo su sonrisa—. ¿Dónde está Zafrina? Al parecer quiere hablar conmigo.—¿Volverás al ruedo?—Sería una tonta si así fuera —nos interrumpió Daelyn, tan alta y elegante, con esa mirada insoportable—. Después de tu catastrófica caída, lo mejor sería que desaparecieras si no quieres hacer reír a los asistentes. Es claro que esto es demasiado para ti. —Caída que tú provocaste, por cierto. —Me crucé de brazos y vi con molestia como fingía sorpresa. —¿Yo provoqué? ¡Fuertes acusaciones! Qué lástima que nadie le creería a una fracasada como tú. —Comenzó a carcajearse de esa manera molesta.—¿Qué dijiste? No te escuché bien… pero entendí que querías que te golpeara en la cara. —De pronto su sonrisa se desvaneció y el odio hirvió en sus ojos.—¿Crees que no sé cómo es que llegaste aquí? ¿Crees que n
CRISTINE FERRERAComo bien había dicho Brenda, lloré sangre. Me dedicaba a hacer ejercicio hasta que mis músculos ardían, al borde de explotar, para después practicar una y otra vez mi andar en la pasarela. Cuando Zafrina presenciaba las sesiones no dudaba en aumentar la exigencia, incluso dándose el atrevimiento de golpearme en las pantorrillas, el trasero o los brazos con una vara para corregir mi postura.Sus enseñanzas no se condicionaban solo a andar en la pasarela, sino que era muy estricta con la educación en la mesa y al hablar, exigiendo que cada comida la hiciera con ella, y así también vigilar que me apegara al plan de alimentación.Un par de veces llevé a mis trillizos a comer con Zafrina. ¡Era obvio que a ella no le agrad&oa
ELIOT MAGNANI—Quiero pensar que estarás satisfecho con los resultados —contestó Zafrina acomodándose a mi lado—. Incluso yo estoy orgullosa de esa criatura. Antes de que pudiera responder, vi como Cristine salió al escenario y mi corazón se detuvo. No me había sentido tan emocionado como desde que la volví a ver en ese club nocturno. Me recargué sobre el borde y la vi con atención.Su cuerpo se había estilizado, su cutis parecía impecable, incluso sus ojos verdes se veían más grandes y claros que antes, pero… eso no era lo llamativo en ella. Caminaba con soltura y confianza, sus pasos eran fuertes, su actitud orgullosa y sus ojos feroces. Despedía por cada uno de sus poros seducción y poder, y para mi infortunio supe que no era el único hombre que lo notó. Recordé como aquel día en ese club los hombres la veían con deseo y lujuria, pero esta vez parecían fascinados, los estaba enamorando. Giró sobre sus talones, dando vuelo a su hermoso vestido, luciendo sus largas piernas. Estaba
CRISTINE FERRERANo estaba acostumbrada al sabor del alcohol, pero este sabía peculiarmente dulce y no pude evitar acabarme mi copa, cuando Rinaldi estaba a punto de tomarla, nos abordó Zafrina, quien parecía algo entonada y disfrutando del gran éxito en París.—¡Cristine! ¡«Mio bella Cristine»! —Se acercó con los brazos estirados y me estrechó con cariño.Alcancé a notar a lo lejos la mirada déspota de Daelyn, no estaba muy feliz con ver a nuestra jefa dándome amor a mí cuando ella se la pasaba caminando detrás como su perra faldera. No pude aguantar las ganas de sonreírle y guiñarle un ojo.—¡Ven! ¡Necesito hablar co
CRISTINE FERRERAEse olor a tabaco tan característico, mezclado con loción y virilidad me hizo saber de quién se trataba mucho antes de levantar la mirada. Eliot me sostuvo entre sus brazos, dominándome con su mirada profunda e intensa que me ponía las piernas de gelatina. Sus labios se veían húmedos, aún había rezagos del alcohol que había bebido, de seguro whisky o vodka, solos, si acaso con hielo, no era un hombre que le gustaba beber cócteles u otras bebidas preparadas, para él, lo más bajo era tomar cerveza y tenía que ser oscura como su alma.Su boca se movía, pero yo no escuchaba nada, me había perdido en su rostro tan perfecto, esculpido por el mejor artista. Suspiré profundamente como respuesta a la pregunta que no escuché. Él solo frunc
ELIOT MAGNANIDebería de resistirme a su seducción, debería de mostrarme contenido, pero podía gritarme a la cara un día y después suplicarme para que la follara, y ahí estaría, como su maldito perro fiel. ¿Cuánto tiempo había esperado para que por fin se me entregara? Esta noche no iba a escapar, no lo permitiría.Deslicé el cierre de su vestido lentamente, mientras aprisionaba su cuerpo con el mío y mi boca devoraba su cuello. Su piel irradiaba calor y su sexo parecía desesperado por recibirme en su interior. Me deshice de ese molesto vestido, descubriendo su tersa piel, besando cada centímetro, dándome mi tiempo para saborearla.Me arrancó la corbata y prosiguió con la camisa. Era notoria su
DARÍO RINALDI¡Ese hijo de puta, me había quitado mi oportunidad! ¡¿Cómo era posible que él fuera quien disfrutara de mis esfuerzos?! Lo vi salir de su habitación llevando de la mano a su hijo. La suite presidencial siempre se reservaba en estos eventos para el socio mayoritario de Zafrina, saber que él lo era me hizo pensar que tal vez ya no debería de confiar tanto en esa puta bruja de mierda.Me mantuve en silencio y escondido, viéndolos alejarse mientras yo terminaba mi llamada con un viejo amigo de la farándula:—Sí, tienes cinco minutos, tendrás la exclusiva… —dije antes de colgar y me acerqué a la habitación. Como esperaba, tenía llave y solo se podía abrir por dentro.
DARÍO RINALDILos ojos de Cristine se quedaron clavados en mi rostro mientras se arrepentía por la noche que había pasado con Eliot.—¿Qué hay de la lista?—¿Qué lista? —En verdad intenté hacer memoria, pero no sabía a lo que se refería.—Daelyn me dijo que te acostabas con cada mujer que ayudabas a entrar como modelo de Zafrina —respondió aferrándose a su orgullo.—¿Estás consciente de quien te dijo eso? —pregunté ofendido, pensando seriamente en cómo vengarme de esa estúpida rubia insípida—. Ella siempre quiso tener algo conmigo y… nunca la acept&eac