ELIOT MAGNANIEscuché atento a Finn. El sargento Esposito estaba muerto, lo cual era un alivio, ese hombre era un cáncer dentro de la policía, pero Donna había sido secuestrada pese a la seguridad que se le puso. —En cuánto ella fue escoltada fuera de la celda, dejó de ser mi problema —dijo Piero con la mirada clavada en la mesa mientras pegaba con el dedo. Parecía ansioso y cabizbajo. No lo conocía, pero sabía que algo lo torturaba. —Lo sé… Hiciste el trabajo para el que te pagamos, cuidar de ella durante la noche —respondí sin poder ocultar mi angustia—. ¿Sabes quién se la llevó? Pagaré por cualquier información que me puedas ofrecer.Su mirada violeta se levantó hacia mí. Sus ojos estaban cargados de decisión y después de un resoplido apesadumbrado contestó:—Donna pronunció un nombre: Jerry. Lo dijo casi en un susurro después de que este matara a Esposito.Escuchar ese nombre fue como recibir un relámpago directo en el pecho. No solo mis mandíbulas se apretaron, sino también mis
DONNA CRUZGrité hasta quedarme muda, pateé las puertas y esa molesta rejilla que me separaba de Jerry. Él solo sonreía divertido y subió el volumen de la música para ignorarme.—¡¿Qué piensas hacerme?! —grité con todas mis fuerzas, pegando mi rostro a la reja. En ese momento el auto aceleró, dando un fuerte arrancón que me lanzó contra el respaldo del asiento antes de frenar y que mi frente golpeara con fuerza la rejilla. De pronto el volumen bajó hasta que el silencio solo era perturbado por algunos ruidos lejanos de calles aledañas, pues el camino que seguíamos estaba despejado, no había ningún alma a nuestro alrededor.—¿Qué esperas, que te diga todos mis planes solo porque me siento seguro del control que tengo sobre ti? ¿Crees que sería tan estúpido? —Echó el auto en reversa haciendo chirriar las llantas. Entonces me di cuenta de que una vieja bodega levantaba la cortina. Estábamos lejos de la ciudad, en la zona industrial, y me quedaba claro que aquí nadie escucharía mis gritos
DONNA CRUZ—¡Estás loca! ¡No te conozco! ¡Aléjate de mí! —gritó con furia el señor Spoti—. No vas a obtener nada de mí.Tanto se esforzaba por liberarse que parecía que estaba a punto de caer de la silla. Fue tanta su intensidad e histeria que Carla lo abofeteó.—¿Me vas a decir que no se te hace conocido el nombre de Karen Rossi? —preguntó con voz temblorosa. Estaba al borde del llanto mientras su padre negaba con la cabeza, no por no recordar el nombre de su antigua amante, al contrario, lo recordaba muy bien y eso le aterraba.—No sé de qué hablas —dijo no muy seguro, casi en un susurro mientras sus ojos delataban que estaba exprimiendo su cerebro, recordando cada noche que pasó con ella. —Déjame que te refresque la memoria —dijo Carla caminando de un lado a otro, conectando sus dedos de ambas manos: pulgar con pulgar, índice con índice, medio con medio, mientras sus ojos seguían el camino que después sus pasos andarían. Parecía no saber por dónde empezar o tal vez solamente estab
DONNA CRUZEl señor Spoti tenía la cabeza echada hacia atrás, por suerte no podía ver el agujero en su cerebro, pero sí podía ver cada gramo de este alrededor de la silla. Era como si un globo lleno de pintura roja hubiera reventado. Así se había acabado el infiel, ahora me preocupaba que yo fuera la siguiente.Jerry volteó hacia mí, parecía que el arma no pesaba en su mano sino más bien era una extensión de él. Sus ojos oscuros se clavaron y me sentí intimidada, había algo en la manera en la que me miraba que me hacía sentir curiosa. Era algo familiar que no lograba entender.—Donna, nosotros no somos tan diferentes. Los 3 venimos de familias rotas. ¿Por qué pelear cuando en realidad deberíamos de estar unidos? —preguntó con apariencia de mesías, dándole vueltas a su arma—. Dime, ¿no has soñado con encontrar al imbécil de tu padre y cobrarle todo el daño que le hizo a tu madre y a ti? ¿No puedes imaginarte la satisfacción que te daría? Piénsalo, Carla ahora tiene un problema menos de
TOM BENNET—¿Matrimonio? ¿No es muy pronto? —preguntó Sofía sorprendida, mientras sus ojos escépticos me inspeccionaban de pies a cabeza. —Nos conocemos desde hace tanto… ¿Crees que se asuste? —Cuando volteé hacia ella, noté como se mordió los labios. —Sé conocen de hace años, pero… lo que ocurrió entre ustedes fue accidentado y muy complicado. Lo sabes. La heriste —contestó con un resoplido y apoyó ambos antebrazos en el barandal—. Incluso yo me siento incómoda estando cerca de ti cuando ella está presente. Creo que la amistad que teníamos…—La arruiné —murmuré y agaché la mirada—. Creí que te amaba y perdí de vista a la mujer que siempre estuvo ahí. Siempre atenta y preocupada por mí, por ambos. Yo… nunca pensé que ella sintiera algo especial por mí, era tan buena con todos que…—Es buena por naturaleza —contestó con una sonrisa melancólica—. Cuando lo perdí todo, cuando Adam me dio la espalda, cuando mi madre me quería obligar a abortar a mis mellizos, ella apareció como un bonit
JIMENA RANGELLa intrusión de ese par de abogados me sacó de mis cabales. ¿En verdad planeaban que dejara pasar lo que me había hecho ese doctor loco? ¡Nunca! Desde la cama escuché una discusión ahogada por la puerta cerrada. Entonces se abrió, mostrándome de nuevo al hombre que los había sacado de la habitación. Inquieta, me reacomodé en la cama. Su actitud apenada y mirada cabizbaja me retorcía el corazón. —Ya todo está bien. Ya se están haciendo cargo de ellos —dijo en un susurro, acercándose paso a paso, como si temiera de nuevo mi rechazo—. ¿Necesitas algo?—Necesito que te vayas… —susurré y desvié mi atención. No creí tener suficiente fuerza para hablarle a la cara. —Jimena…—¡Cállate y déjame en paz! —grité furiosa y cerré mis ojos, creyendo que cuando los volviera a abrir, él ya no estaría ahí, pero me equivoqué—. De todos los problemas que ya tengo, tú eres el que menos deseo resolver. Aunque creo que tú ya te resolviste solo desde hace mucho tiempo. Nos vimos por un momen
JIMENA RANGEL —Entonces… —Sofía parecía no poder asimilar toda la información que le había dado. Sus ojos denotaban que estaba haciendo memoria, recordando cuando recién nos conocimos, dándose cuenta de que mis días más sombríos no eran por el exceso de trabajo, mis noches de lágrimas no eran por problemas económicos, cada lágrima que solté en ese entonces tenía nombre y apellido. Su mano se deslizó por las sábanas, intentando alcanzar la mía. Sus ojos se llenaron de lágrimas y por cómo tragaba saliva entendí que en realidad estaba tragándose las ganas de llorar.—Ese hijo de puta… —susurró Louis de brazos cruzados, recargado en la pared, pensativo.—No sé si decir que éramos muy jóvenes o tontos. Tal vez la vida había fluido con tanta facilidad que nunca creímos que algo malo nos podía pasar —contesté con la mirada perdida en mis sábanas. —A ver, mamita —dijo Louis chasqueando los dedos en el aire y formando un circulo con el índice, claramente indignado—. No hables como si todo e
JIMENA RANGELParecía que la armonía entre Cristine y Sofía no era suficiente para que los niños rompieran la tensión. Leonardo era el que encabezaba los ceños fruncidos, viendo a los mellizos de pies a cabeza con desconfianza. —Mario, ¿recuerdas cuando te dije que las chicas menores de 8 años eran todas tuyas —susurró Luca codeándolo sutilmente, entonces el pequeño vio a Clara y se sonrojó de inmediato—. Anda, nos conviene emparentar con una familia de doctores. —¡Luca! —exclamé con la firme intención de regañarlo—. Deja de andar con tus cosas.—¿Qué? ¡Yo también quiero arreglar un matrimonio y saber lo que se siente forzar a dos personas a casarse contra su voluntad! —refunfuñó indignado.—Justo lo que nos ha jodido la vida a todos —agregó Eliot, quien se asomó para darle una palmada en la cabeza—. Te convertirás en lo que juraste destruir. —Solo quiero saber qué se siente, tal vez hay algo emocionante y satisfactorio en todo esto que hace que los padres obliguen a sus hijos a c