DARÍO RINALDI—Zafrina… debes de entender que es la primera vez que Cristine está en una pasarela —supliqué de manera disimulada mientras caminaba detrás de ella. No quería humillarme frente a todos, pero tampoco quería que Cristine perdiera esta oportunidad. —¿No viste la manera tan desagradable en la que se cayó? ¡Para colmo, estaba a punto de caer una vez más si no fuera por el señor Magnani! —gritó con fuerza volteando hacia mí—. Darío, sabes cuanto te aprecio, has sido parte importante de este negocio y he crecido gracias a ti, pero no voy a arruinar mi reputación por un capricho tuyo. Si te la quieres llevar a la cama, encuentra otra manera. Torcí los ojos mientras lidiaba con mi dolor de cabeza. Estaba desesperado por alejar a Magnani de Cristine, mi mente no dejaba de dar vueltas a lo que podrían estar haciendo en este momento, pero… necesitaba hablar con Zafrina y evitar que la descartara de sus planes. —Te lo suplico, dale una segunda oportunidad. Lo hará mejor. —No sabe
ELIOT MAGNANIEn cuanto ese idiota intentó interponerse entre Cristine y yo, creyendo que podía darme la espalda, la sangre me hirvió, lo tomé por el hombro y lo hice a un lado. ¡Estaba furioso! ¿Con qué derecho nos interrumpió?—La viste caer en la pasarela y ¿hasta ahorita se te ocurre preocuparte por ella? —pregunté sin apartar la mirada de él. —Bueno, por lo menos no tardé casi diez años —agregó con la frente en alto, los dientes apretados y las mejillas tensas. ¿Cristine, había agarrado a este idiota como su confesor? Pensé que no era la clase de mujer que platica sus problemas con el primer imbécil que se le atraviesa, que dejaría ese asunto entre nosotros dos, y admito que me sentí aún más molesto. —Creo que nos harías un gran favor si simplemente dejaras de acosarla —contestó y de inmediato la tomó en brazos, en un acto caballeroso, cuando yo sabía perfectamente que solo lo hacía para usarla como escudo, porque eran demasiado notorias mis ganas de molerlo a puños—. ¿Nos vam
CRISTINE FERRERAEliot no se merecía mi perdón, mucho menos que regresara a él, no después de todo lo que me había hecho. Tantos años de abandono, indiferencia, burlas y humillaciones, ¿podían olvidarse después de unos cuantos besos y la promesa de que todo sería mejor?Y no solo eso… Quedaría como una estúpida si volvía a confiar en él y de nuevo terminaba abandonada en una oscura casa. Siendo la sirvienta, la niñera… pero no la esposa. Solo un accesorio más. ¡No lo soportaría! La caída sería más dura y… no estaba segura de poder aguantarla.Tenía que ser fuerte por mí y por mis hijos. Ya había comenzado a andar un nuevo camino, no pod&iacu
CRISTINE FERRERA—Vaya… tú de nuevo —dijo la ayudante con media sonrisa al verme llegar—. ¡Qué buena caída te llevaste! ¿Cómo sigues de tu tobillo?—Mejor… aún duele, pero menos —contesté compartiendo su sonrisa—. ¿Dónde está Zafrina? Al parecer quiere hablar conmigo.—¿Volverás al ruedo?—Sería una tonta si así fuera —nos interrumpió Daelyn, tan alta y elegante, con esa mirada insoportable—. Después de tu catastrófica caída, lo mejor sería que desaparecieras si no quieres hacer reír a los asistentes. Es claro que esto es demasiado para ti. —Caída que tú provocaste, por cierto. —Me crucé de brazos y vi con molestia como fingía sorpresa. —¿Yo provoqué? ¡Fuertes acusaciones! Qué lástima que nadie le creería a una fracasada como tú. —Comenzó a carcajearse de esa manera molesta.—¿Qué dijiste? No te escuché bien… pero entendí que querías que te golpeara en la cara. —De pronto su sonrisa se desvaneció y el odio hirvió en sus ojos.—¿Crees que no sé cómo es que llegaste aquí? ¿Crees que n
CRISTINE FERRERAComo bien había dicho Brenda, lloré sangre. Me dedicaba a hacer ejercicio hasta que mis músculos ardían, al borde de explotar, para después practicar una y otra vez mi andar en la pasarela. Cuando Zafrina presenciaba las sesiones no dudaba en aumentar la exigencia, incluso dándose el atrevimiento de golpearme en las pantorrillas, el trasero o los brazos con una vara para corregir mi postura.Sus enseñanzas no se condicionaban solo a andar en la pasarela, sino que era muy estricta con la educación en la mesa y al hablar, exigiendo que cada comida la hiciera con ella, y así también vigilar que me apegara al plan de alimentación.Un par de veces llevé a mis trillizos a comer con Zafrina. ¡Era obvio que a ella no le agrad&oa
ELIOT MAGNANI—Quiero pensar que estarás satisfecho con los resultados —contestó Zafrina acomodándose a mi lado—. Incluso yo estoy orgullosa de esa criatura. Antes de que pudiera responder, vi como Cristine salió al escenario y mi corazón se detuvo. No me había sentido tan emocionado como desde que la volví a ver en ese club nocturno. Me recargué sobre el borde y la vi con atención.Su cuerpo se había estilizado, su cutis parecía impecable, incluso sus ojos verdes se veían más grandes y claros que antes, pero… eso no era lo llamativo en ella. Caminaba con soltura y confianza, sus pasos eran fuertes, su actitud orgullosa y sus ojos feroces. Despedía por cada uno de sus poros seducción y poder, y para mi infortunio supe que no era el único hombre que lo notó. Recordé como aquel día en ese club los hombres la veían con deseo y lujuria, pero esta vez parecían fascinados, los estaba enamorando. Giró sobre sus talones, dando vuelo a su hermoso vestido, luciendo sus largas piernas. Estaba
CRISTINE FERRERANo estaba acostumbrada al sabor del alcohol, pero este sabía peculiarmente dulce y no pude evitar acabarme mi copa, cuando Rinaldi estaba a punto de tomarla, nos abordó Zafrina, quien parecía algo entonada y disfrutando del gran éxito en París.—¡Cristine! ¡«Mio bella Cristine»! —Se acercó con los brazos estirados y me estrechó con cariño.Alcancé a notar a lo lejos la mirada déspota de Daelyn, no estaba muy feliz con ver a nuestra jefa dándome amor a mí cuando ella se la pasaba caminando detrás como su perra faldera. No pude aguantar las ganas de sonreírle y guiñarle un ojo.—¡Ven! ¡Necesito hablar co
CRISTINE FERRERAEse olor a tabaco tan característico, mezclado con loción y virilidad me hizo saber de quién se trataba mucho antes de levantar la mirada. Eliot me sostuvo entre sus brazos, dominándome con su mirada profunda e intensa que me ponía las piernas de gelatina. Sus labios se veían húmedos, aún había rezagos del alcohol que había bebido, de seguro whisky o vodka, solos, si acaso con hielo, no era un hombre que le gustaba beber cócteles u otras bebidas preparadas, para él, lo más bajo era tomar cerveza y tenía que ser oscura como su alma.Su boca se movía, pero yo no escuchaba nada, me había perdido en su rostro tan perfecto, esculpido por el mejor artista. Suspiré profundamente como respuesta a la pregunta que no escuché. Él solo frunc