CRISTINE FERRERAEl doctor me dio de alta al ver que todo estaba en orden y que lo que había detonado mi emergencia fue la policía llevándose a Donna. No sabía a dónde regresaría, porque sinceramente no quería volver a casa de Zafrina, ya no me sentía segura ahí, pero Eliot me aseguró que tenía el lugar perfecto. Después de la confesión que le hice en la habitación él recobró ese semblante dulce y controlado, pero en el fondo sabía que estaba inquieto y siendo víctima de una batalla interna. El camino de regreso yo guardé silencio mientras cargaba el peluche, presionándolo contra mi pecho. No podía arrancarme de la cabeza a Donna, su mirada llena de confianza y al mismo tiempo de miedo. El corazón se me estrujaba cada vez que pensaba en lo que debería de estar pasando como una mujer joven y sola en ese tipo de lugar tan hostil y desagradable. No me di cuenta del momento en que el auto se detuvo hasta que la mano de Eliot acarició mi mejilla, despertándome de mi ensoñación.—Llegamos
CRISTINE FERRERA—¿Estás segura de que los cargos que le echaron encima no son reales? —preguntó Jimena mientras caminábamos juntas, detrás de Berenice y Sloane, quienes se dividían entre ver cosas para la boda y cosas para los bebés.—¡Cristine! ¡Mira esta cunita para tu bebé! —exclamó Berenice señalando la que se encontraba en el aparador de una tienda cercana—. ¡Vamos a verla!Sin esperar a que contestara, la pelirroja y la rubia entraron al local, haciendo repiquetear la campanilla.—No estoy segura de que sea inocente —contesté a la pregunta de Jimena antes de soltar un profundo suspiro—. ¿Pudo obtener toda esa información de los Spoti de manera legal? —Mmm… tal vez sí, tal vez no… —Además, consiguió información para destruir a D’Marco.—El cual ya salió del hospital —intervino Jimena pensativa—, y mandó a su abogado en cuanto supo que estaba desenterrando el caso de Derek Magnani. Está listo para enfrentarme. Sabe que puede meterse en muchos problemas, pero estoy confiada, con
DONNA CRUZ—¿No sabes quien llevó a la policía hacia ti y levantó todos esos cargos en tu contra? No fueron los Spoti, mucho menos D’Marco… No, no, no… —dijo Jerry disfrutando de cada espina de desconfianza que clavaba en mi pecho. Le encantaba envenenar con incertidumbre. Entorné los ojos y regresé sobre mis pasos, pero en completo silencio.—Donna, él nunca fue tu amigo y mucho menos fue fiel a su acuerdo de «confidencialidad» —dijo acariciando su colmillo con la lengua.—¿Estás consciente de que no te creeré nada que salga de tu asquerosa boca? Lamento decirte que no eres la persona más confiable que conozco —contesté cruzada de brazos.—No me creas si no quieres. —Levantó los hombros con apatía, pero sin borrar su sonrisa—, solo diré que quien levantó la denuncia y llevó a los policías no es otro que su ayudante personal, las actas están a nombre de Eliot Magnani, aunque ha pedido mantener su anonimato. Ya sabes, como una clase de héroe desconocido, orgulloso de su modestia al no
CRISTINE FERRERA—Finn… el abogado irlandés, al que llaman «el abogado del diablo» —dijo Donna entornando los ojos con desconfianza y una sonrisa maliciosa—. Dime, ¿aún sigues en malos pasos, defendiendo a tu hermano y sus negocios ilícitos en su casino de mala muerte? La mandíbula se me quiso desencajar. Supuse que no era la clase de abogado bondadoso que busca defender al indefenso, pero de eso a promover el crimen había un largo trecho. ¿Era buen momento para exigirle explicaciones a Jimena? ¿A quién había enviado?—Por lo que veo, tú no has aprendido a mantener tus narices fuera de asuntos que no te corresponden —contestó Finn con tranquilidad mientras organizaba los documentos en sus manos—. Eres una vil periodista amarillista que obtiene información de manera ilegal. ¿Crees que lo que les hiciste a los Spoti no te puede alcanzar? Además… robaste información de la casa del doctor D’Marco. Creo que podemos considerarte una de las criminales que defenderé. —Por suerte eres bueno
CRISTINE FERRERACuando llegué a casa era demasiado tarde. Subí cansada por el elevador y al abrir la puerta había un profundo silencio, todos estaban en sus habitaciones y algunos juguetes se encontraban desperdigados por el piso. Entonces alcé la mirada hacia la sala, en el enorme sofá se encontraba Eliot, dormía incómodo, con la cabeza colgando del respaldo. Me acerqué lentamente, parecía tan cansado, sus esfuerzos por crear algo nuevo después de que perdió la empresa de su familia lo estaban consumiendo. Me senté a su lado y me quedé en profundo silencio, viéndolo dormir. Acaricié su mano con suavidad, siguiendo la dirección de sus venas con las yemas de mis dedos, subiendo por su antebrazo descubierto, tenía la camisa remangada, cuando subí por su cuello, su mano me tomó con firmeza, pero sin lastimarme, entonces vi sus ojos negros abriéndose lentamente, así como sus labios. Volteó perezosamente, parecía que aún no estaba procesando lo que ocurría. Revisó mi mano con atención
CRISTINE FERRERA—Claro que no —contesté indignada—. Hemos tenido buenos momentos que atesoro en mi corazón. Amo a Eliot y no hay otro hombre para mí. —Cristine, su relación era una mierda. Ya déjala ir y consíguete a alguien que vaya más con tu personalidad y contigo. No hay nada de malo aceptar que no funcionó y seguir adelante. Es lo más sano, créeme —dijo Luca intentando hacerme entrar en razón, pero solo consiguió indignarme.—No quiero renunciar a él —contesté con lágrimas en los ojos y el corazón reducido—. Lo amo… aunque parezca que todos estos problemas dicen lo contrario. »Sí, me equivoqué, pero no al escogerlo a él como mi compañero, me equivoqué al dejar que Zafrina me llenara la cabeza de ideas, al perder de vista mis sentimientos y confianza hacia él. Agaché la mirada porque en el fondo tenía miedo de que Luca tuviera razón. Desde que me casé con Eliot, los problemas y malentendidos no habían parado. Siempre estábamos en guerra, ¿cómo podíamos recuperar algo, si es qu
CRISTINE FERRERAMe estacioné frente a esa vieja casa y me quedé por unos minutos viéndola desde el interior del auto. La última vez que la había visitado me encontré a Ivette dentro. Esa maldita mujer, ¡y pensar que sería el menor de mis problemas!Caminé hacia la entrada, pasando entre el jardín descuidado, con maleza que llegaba hasta la rodilla. Cuando giré el pomo, noté que la puerta estaba bajo llave. Me sentí tentada a tocar un par de veces, arriesgándome a que Eliot no estuviera dentro o simplemente no le interesara abrirme. Con cuidado y estirándome lo más que podía, intenté alcanzar la llave que descansaba escondida arriba del marco de la puerta, con la zozobra que no estuviera ya, pero para mi suerte mis dedos se encontraron con ella, fría y llena de telarañas por el paso del tiempo.Por fin entré a la casa y fue como destapar la caja de pandora, impregnándome con los recuerdos que se precipitaron hacia mí con furia. La casa estaba en penumbras y descuidada, los muebles ll
CRISTINE FERRERASentada frente al fuego de la chimenea levanté mi copa media llena, ya no sabía cuántas llevaba mientras que el festín que había preparado se enfriaba en la mesa. Intenté sonreír con los ojos llenos de lágrimas y un maldito nudo en la garganta que me asfixiaba y que solo con el alcohol lograba pasar ese trago amargo de mi aniversario. Ni siquiera sabía por qué había preparado la cena si, como el año pasado, comería sola. Me casé joven y llena de ilusión, con un hombre atractivo que me llevaba unos cuantos años de más, pero que… creí que… ya sabes, me amaría cuando me conociera. Era una buena chica, detallista, dulce… me esforzaba por hacer hasta el mínimo esfuerzo para ganarme su corazón, ¡Dios sabe cuánto luché por… solo una sonrisa!, pero nada de lo que hacía era suficientemente bueno. Siempre en esta fecha recordaba lo primero que le dije a mi esposo cuando entramos a esta casa, que sería nuestro hogar. Aún llevaba mi vestido de novia y él no dudó en dirigirse a