CRISTINE FERRERAHoy era el gran día de la pasarela de prueba donde usaríamos algunos de los vestidos y, por supuesto, mi primera evaluación. Cuando quise involucrarme en el mundo de la moda, no era precisamente como modelo. Desde pequeña me gustaba dibujar vestidos y con pedazos de tela hacerles ropa a mis muñecas. Conforme crecí, mi interés no cambió. Eso era lo que en verdad quería, crear ropa hermosa, personalizada, que fuera acorde a la altura y complexión de las personas, no quería hacer cosas por destajo, quería hacer obras únicas. Tal vez si me involucraba en el mundo del modelaje, con el tiempo Zafrina podría ver que tengo más potencial que solo caminar por una pasarela.—Me sorprende que hayas llegado tan lejos… En verdad sobreviviste todo el mes y no solo eso, luces más delgada, aunque no lo suficiente —dijo esa maldita rubia que tan mal me caía—. Toma, esto es para ti. Me ofreció un par de zapatos altos, eran más altos que los que usaban las demás y entendí que era por m
CRISTINE FERRERAEl regaño de Zafrina hizo que me pusiera de pie de inmediato, pero mi tobillo punzaba, no podía apoyarlo y casi caigo una vez más si no fuera porque alguien se había subido a la pasarela y me había tomado por la cintura.Al principio pensé que era Rinaldi preocupado por mí, pero sus manos eran más grandes y se sentían más cálidas. Apenas hacían presión sobre mi cintura y mi piel ya se había erizado y mi cuerpo temblaba. No… No era él. Imposible. Mi corazón se agitó desesperado, gritando desde el centro de mi pecho como «groupie» frente a su cantante favorito. Tardé más en voltear que Eliot en tomarme en brazos. Me sentí pequeña y vulnerable. No parecía afectado por mi peso, por el contrario, recorrió la pasarela ante la mirada sorprendida de todos, con elegancia y distinción. Parecía uno más de los modelos, luciendo varonil y con ese gesto frío tan sensual que arrancaba suspiros, mientras que yo, la que en teoría era la modelo, solo parecía un accesorio más entre sus
DARÍO RINALDI—Zafrina… debes de entender que es la primera vez que Cristine está en una pasarela —supliqué de manera disimulada mientras caminaba detrás de ella. No quería humillarme frente a todos, pero tampoco quería que Cristine perdiera esta oportunidad. —¿No viste la manera tan desagradable en la que se cayó? ¡Para colmo, estaba a punto de caer una vez más si no fuera por el señor Magnani! —gritó con fuerza volteando hacia mí—. Darío, sabes cuanto te aprecio, has sido parte importante de este negocio y he crecido gracias a ti, pero no voy a arruinar mi reputación por un capricho tuyo. Si te la quieres llevar a la cama, encuentra otra manera. Torcí los ojos mientras lidiaba con mi dolor de cabeza. Estaba desesperado por alejar a Magnani de Cristine, mi mente no dejaba de dar vueltas a lo que podrían estar haciendo en este momento, pero… necesitaba hablar con Zafrina y evitar que la descartara de sus planes. —Te lo suplico, dale una segunda oportunidad. Lo hará mejor. —No sabe
ELIOT MAGNANIEn cuanto ese idiota intentó interponerse entre Cristine y yo, creyendo que podía darme la espalda, la sangre me hirvió, lo tomé por el hombro y lo hice a un lado. ¡Estaba furioso! ¿Con qué derecho nos interrumpió?—La viste caer en la pasarela y ¿hasta ahorita se te ocurre preocuparte por ella? —pregunté sin apartar la mirada de él. —Bueno, por lo menos no tardé casi diez años —agregó con la frente en alto, los dientes apretados y las mejillas tensas. ¿Cristine, había agarrado a este idiota como su confesor? Pensé que no era la clase de mujer que platica sus problemas con el primer imbécil que se le atraviesa, que dejaría ese asunto entre nosotros dos, y admito que me sentí aún más molesto. —Creo que nos harías un gran favor si simplemente dejaras de acosarla —contestó y de inmediato la tomó en brazos, en un acto caballeroso, cuando yo sabía perfectamente que solo lo hacía para usarla como escudo, porque eran demasiado notorias mis ganas de molerlo a puños—. ¿Nos vam
CRISTINE FERRERAEliot no se merecía mi perdón, mucho menos que regresara a él, no después de todo lo que me había hecho. Tantos años de abandono, indiferencia, burlas y humillaciones, ¿podían olvidarse después de unos cuantos besos y la promesa de que todo sería mejor?Y no solo eso… Quedaría como una estúpida si volvía a confiar en él y de nuevo terminaba abandonada en una oscura casa. Siendo la sirvienta, la niñera… pero no la esposa. Solo un accesorio más. ¡No lo soportaría! La caída sería más dura y… no estaba segura de poder aguantarla.Tenía que ser fuerte por mí y por mis hijos. Ya había comenzado a andar un nuevo camino, no pod&iacu
CRISTINE FERRERA—Vaya… tú de nuevo —dijo la ayudante con media sonrisa al verme llegar—. ¡Qué buena caída te llevaste! ¿Cómo sigues de tu tobillo?—Mejor… aún duele, pero menos —contesté compartiendo su sonrisa—. ¿Dónde está Zafrina? Al parecer quiere hablar conmigo.—¿Volverás al ruedo?—Sería una tonta si así fuera —nos interrumpió Daelyn, tan alta y elegante, con esa mirada insoportable—. Después de tu catastrófica caída, lo mejor sería que desaparecieras si no quieres hacer reír a los asistentes. Es claro que esto es demasiado para ti. —Caída que tú provocaste, por cierto. —Me crucé de brazos y vi con molestia como fingía sorpresa. —¿Yo provoqué? ¡Fuertes acusaciones! Qué lástima que nadie le creería a una fracasada como tú. —Comenzó a carcajearse de esa manera molesta.—¿Qué dijiste? No te escuché bien… pero entendí que querías que te golpeara en la cara. —De pronto su sonrisa se desvaneció y el odio hirvió en sus ojos.—¿Crees que no sé cómo es que llegaste aquí? ¿Crees que n
CRISTINE FERRERAComo bien había dicho Brenda, lloré sangre. Me dedicaba a hacer ejercicio hasta que mis músculos ardían, al borde de explotar, para después practicar una y otra vez mi andar en la pasarela. Cuando Zafrina presenciaba las sesiones no dudaba en aumentar la exigencia, incluso dándose el atrevimiento de golpearme en las pantorrillas, el trasero o los brazos con una vara para corregir mi postura.Sus enseñanzas no se condicionaban solo a andar en la pasarela, sino que era muy estricta con la educación en la mesa y al hablar, exigiendo que cada comida la hiciera con ella, y así también vigilar que me apegara al plan de alimentación.Un par de veces llevé a mis trillizos a comer con Zafrina. ¡Era obvio que a ella no le agrad&oa
ELIOT MAGNANI—Quiero pensar que estarás satisfecho con los resultados —contestó Zafrina acomodándose a mi lado—. Incluso yo estoy orgullosa de esa criatura. Antes de que pudiera responder, vi como Cristine salió al escenario y mi corazón se detuvo. No me había sentido tan emocionado como desde que la volví a ver en ese club nocturno. Me recargué sobre el borde y la vi con atención.Su cuerpo se había estilizado, su cutis parecía impecable, incluso sus ojos verdes se veían más grandes y claros que antes, pero… eso no era lo llamativo en ella. Caminaba con soltura y confianza, sus pasos eran fuertes, su actitud orgullosa y sus ojos feroces. Despedía por cada uno de sus poros seducción y poder, y para mi infortunio supe que no era el único hombre que lo notó. Recordé como aquel día en ese club los hombres la veían con deseo y lujuria, pero esta vez parecían fascinados, los estaba enamorando. Giró sobre sus talones, dando vuelo a su hermoso vestido, luciendo sus largas piernas. Estaba