Capítulo 27: La protegida de Rinaldi

CRISTINE FERRERA

No lloré hasta privarme, tampoco me tiré sobre la mesa de la cafetería rogándole al cielo que dejara de jugar con mi corazón. Solo… me mantuve ahí, sentada, con la mirada clavada en la ventana mientras las lágrimas brotaban de mis ojos y caían por mis mejillas. No había sollozos ni gimoteos, solo… silencio, uno muy profundo y doloroso. 

Levanté la mirada hacia el cielo nublado, estaba a punto de llover. 

—Un día mi abuela, cuando yo era pequeña, me dijo que… llegaría el hombre que encendiera las estrellas por mí —dije en un susurro mientras Rinaldi se mantenía en silencio, con sus manos en la taza de café y su mirada clavada en mí—. Cuando me casé c

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