ELIOT MAGNANI—Sargento, gracias por informarnos del incidente, de inmediato levantaremos la denuncia necesaria —agregó Jimena terminando con su intervención. —Claro, abogada, un gusto serle de ayuda —contestó con sarcasmo mientras apretaba las mandíbulas—. Al ser un auto de alto valor en una casa digna de un millonario como el señor Magnani, espero que me dejen ver las cámaras de seguridad. —¡Por supuesto! Cuando me muestre la orden respectiva firmada por un juez, con gusto le entregaré cada grabación —agregó Jimena con una gran sonrisa, haciendo que la rabia del hombre fuera en aumento. Sin decir ni una sola palabra más y rechinando los dientes, el sargento hizo una leve inclinación con la cabeza antes de dar media vuelta y dejarnos solos bajo la lluvia. —Eso funcionará por ahora, pero tenemos muchos cabos que atar… —dijo Jimena en un susurro sin apartar la mirada de la espalda del sargento que cada vez estaba más lejos—. ¿Hay grabaciones en tu casa donde guardabas el auto? —S
CRISTINE FERRERA—Cristine, sé que la manera en la que nos conocimos no fue la más agradable —dijo Berenice con una mirada profunda de agradecimiento y ternura—, pero quiero que sepas que puedes confiar en mí. Yo… yo… te veo como mi amiga, incluso… como una hermana, claro si es que no te molesta que te lo diga. Su cara se convirtió en un gesto de incertidumbre, como si esperara un golpe entre las cejas. Aunque en algún momento la odié, ahora no podía. Era una buena chica. Le sonreí y froté sus brazos intentando reconfortarla. —No me molesta, es lindo tener una hermana… —dije con media sonrisa, haciendo que su rostro se destensara—. A decir verdad, me agrada saber que cuento contigo y con Sloane. Son las hermanas que nunca tuve.De pronto me abrazó con calidez, estaba tan atarantada que tardé en corresponderlo, pero lo hice. —Entonces dime qué es lo que te está torturando, me duele mucho verte abstraída de todo, desconectada. ¿Qué ocurre? —suplicó con gentileza antes de apartarse.
ELIOT MAGNANI—Aquí están las grabaciones que obtuve de tu casa, como pediste —dijo Donna empujando la USB hacía mí—. No te preocupes, los policías verán que alguien robó el auto y se dio a la fuga. —¿Cómo lo hiciste? —pregunté con el ceño fruncido y ella amplió su sonrisa.—¡Porque soy una maldita genio! —exclamó y golpeó la mesa con suficiencia. Tenía un carácter explosivo—. Yo soy la clase de gente a la que ustedes los ricos recurren para resolver sus porquerías. —Qué curioso, pensé que eras solo una reportera de poca monta en busca de dinero —contesté guardando la USB en mi abrigo, sin apartar la mirada de ella. En vez de ofenderla solo sonrió. —Soy quien debo de ser para ganar dinero. —Me guiñó el ojo antes de beber de su café.—¿Gustan algo más? —Se acercó la mesera con una sonrisa cordial. —Estamos bien —respondí tranquilamente, pero Donna levantó su mano. —Vas a pagar todo, ¿cierto? —preguntó viéndome fijamente y solo levanté la ceja, haciendo su sonrisa más grande—. ¿Pue
ELIOT MAGNANI—¿Y bien? ¿Qué te parece? —preguntó Donna luciendo un atuendo más elegante y jovial, aunque parecía bastante incómoda. Un suéter de cuello de tortuga color vino, unos pantalones de vestir negros y unos botines, en verdad la hacía ver diferente. Un poco de maquillaje y podría encajar en muchos lugares que suelo frecuentar—. ¿Me recuerdas por qué me estás comprando esto?—No quiero que la señora Celia D’Marco piense que la estoy visitando con una pordiosera —respondí torciendo los ojos. —¿Con cuál atuendo se queda, señorita? —Se acercó la vendedora con cordialidad, haciendo pensar a Donna, hasta que una sonrisa cínica se pintó en su rostro.—¡Con los dos! —exclamó y de un brinco bajó de la plataforma en la que estaba, rodeada de espejos. Su poca habilidad con los tacones hizo que terminara cayendo al piso de rodillas, casi a mis pies.—¿Con los dos? —pregunté con media sonrisa en cuanto ella se levantó, intentando recuperar el equilibrio mientras sus tobillos se tambaleab
ELIOT MAGNANI—A mí no me andes viendo así, pedazo de estúpido, no soy yo la que está siendo perseguida por la policia —reclamó Donna furiosa, sacudiendo su mano lastimada por haberme pegado—. Soy reportera y, principalmente, soy inteligente. No sé por lo que estás pasando, pero puedo ser de gran ayuda si la recompensa es jugosa. »Hablemos, cuéntame tus problemas y te daré soluciones, si no te convence, bueno solo dame las gracias por haberte sacado de ahí y jamás nos volveremos a ver, pero si mis habilidades pueden serte útiles, espero comenzar una fructífera amistad contigo. —Su sonrisa la hacía parecer convencida de que yo la necesitaría. Acepté entrar a su auto y dio muchas vueltas para llegar por fin a la mansión de Zafrina. Al final me di cuenta de que tenía razón. Era lo suficientemente temeraria y cínica para hacer cosas, incluso ilegales, para mí y pintarlas como una mera investigación. Abrió la guantera de su auto y me ofreció un celular desechable, no pude evitar notar qu
DONNA CRUZ—Tienes que ser rápida, no podemos quedarnos mucho tiempo, ve pensando cómo harás para no dejar rastro —dijo Eliot mientras caminábamos hacia la mansión. Yo iba felizmente dando saltitos a su lado, como una pequeña niña, no lo podía evitar estaba emocionada por mi ropa nueva, pero también por la misión que tenía ante mí. Amaba esa descarga de adrenalina cuando hacía algo peligroso. —Tú preocúpate por lo que harás para mantener a esa mujer ocupada —contesté con una gran sonrisa. —No la cagues… —agregó antes de presionar el timbre, logrando que me indignara.—Tú no la vayas a cagar, «don perfecto» —refunfuñé.En cuanto la puerta se abrió ofrecí una gran sonrisa a la pelirroja, pero ella parecía pasmada de miedo, cuando volteé hacia Eliot entendí. La veía con tanta frialdad y furia contenida que parecía que en su mente ya la había matado un par de veces.—¿Qué quieren? —preguntó la mujer a la defensiva y Eliot sin esperar a ser invitado presionó la puerta y entró. —Con perm
DONNA CRUZCelia bajó la mirada hacia el cheque, no sonrió, su gesto era frío, sin sentimientos, pero sus ojos estaban cargados de realidad y determinación. Asintió y tragó saliva antes de mostrar una sonrisa forzada.—Señor Magnani, ¿gusta un café o un té? Podemos ir a la cocina —contestó con un tono dócil y noté que las lágrimas se asomaban por el borde de sus párpados, pero no supe si eran de alegría o frustración. Lo que importaba era que había tomado una decisión y eso complació a Eliot, quien me echó una mirada antes de soltar el cheque.—Haz lo tuyo —agregó antes de seguir a Celia, la cual se comportó como si yo no existiera.
DONNA CRUZAsentí y por primera vez pude notar el dolor en el rostro de Eliot. Le estaba costando mantener la boca cerrada y lidiar con la desconfianza de la mujer que parece haber olvidado sus esfuerzos por demostrarle que la amaba. ¿Qué tan fácil es perder la fe en alguien? Después de todo lo vivido y de conocer hasta la fibra más profunda de su ser, ¿puedes darle la espalda sin pruebas firmes? Porque hay que ser sinceros, nuestra relación es meramente profesional, no hay abrazos, besos ni coqueteos, tal vez golpes y violencia de mi parte, pero dudo que eso haga un amante.Entonces… ¿Qué queda?Si no hay besos, si no hay abrazos, si no hay intimidad, si lo único que él quiere es un voto de confianza bajo la promesa de que una vez que esto s