ELIOT MAGNANILa vi directo a los ojos en el momento que desabrochó mis pantalones y supe que ella deseaba que esto ocurriera tanto como yo. De la misma manera que me había deshecho de su vestido, dejando solo jirones de tela en su cuerpo, tomé sus bragas con ambas manos y las rasgué, ansioso por demostrarle que no era un sueño.Cubrí su delicado cuerpo con el mío, escondiéndola entre mis brazos y las sábanas. Devoré cada centímetro de su piel, recordando su sabor, encontrando especial placer en sus pechos, dejando una pequeña marca: un chupetón sobre su corazón. Sus dedos se enredaron entre mis cabellos cuando llegué a su intimidad, hundiendo mi rostro entre sus suaves muslos, bebiendo de ella, deslizando mi lengua caliente, mordiendo y succionando hasta que su cuerpo comenzó a temblar, haciéndome recordar lo satisfactorio que era cuando podía hacerla explotar solo con la punta de mi lengua. Comenzó a gemir mientras sus caderas se movían, levanté mi mirada para verla retorcerse de
DEREK MAGNANIEntreabrí los ojos e incluso respirar resultaba doloroso, tanto el pecho como la espalda me ardían y no quería moverme ni un centímetro, hasta que sentí un calor que rodeaba mi mano, cuando bajé la mirada vi a Sloane, pegada al borde del sofá, durmiendo apenas en la orilla, apresando mi mano entre las suyas con firmeza. Mi hermosa pelirroja parecía haber estado llorando y me rompió el corazón. Deslicé mi mano de entre las suyas y acaricié su mejilla. Se removió, pero no despertó. —No quiso moverse de tu lado en ningún momento —dijo un hombre en el sillón de enfrente, por la bata deduje que era un doctor. Tenía a una chica rubia sobre sus piernas, profundamente dormida—. Por suerte dormiste toda la noche, si hubieras presentado alguna emergencia, hubiera tenido que quitarlas a ambas de encima de nosotros y creo que a ninguno de los dos nos hubiera agradado perturbar su sueño. Asentí con media sonrisa e intenté incorporarme en el sofá, con una mano me tomé del respaldo
DEREK MAGNANI—Derek… —Su mirada piadosa me rompió en dos. ¿Era normal tener tantas ganas de llorar cuando la tenía entre mis brazos y me veía de esa manera? Con ella me sentía jodidamente vulnerable, capaz de postrarme a sus pies, aferrarme a sus piernas y suplicar por un poco de amor, pero… en cuanto la veía en peligro, era como si me sintiera del doble o triple de mi tamaño, sin hablar de mi fuerza y tolerancia al dolor. Me sentía indestructible cuando trataba de protegerla incluso de la más mínima brisa que pudiera revolver su cabello. La adoraba con devoción absoluta. —Creo que… ahora puedo admitir que estoy loco —contesté intentando sonreír y pegué mi frente a la suya—. No puedes comprender la magnitud de mis sentimientos por ti, Sloane, por ti haría lo que fuera, teñiría las calles de sangre, incendiaría la ciudad, acabaría a quien tú señalaras. ¿Lo entiendes? No hay nada que no haría por ti. —Derek… —insistió y sonrió, pero sus lágrimas corrían por sus mejillas. —Sloane… T
JIMENA RANGEL—Hiciste un maravilloso trabajo con Derek. Pasó la noche y no solo eso, se comporta como si nada le doliera —dije asomada entre las puertas, espiándolo. Al principio tenía miedo de que se fuera a lastimar, pero después me quedé conmovida por el amor que derrochaba por su mujer. —No fui yo —contestó Bennet detrás de mí, desconcertándome con su respuesta—. Si actúa como si nada le doliera es gracias a esa pelirroja. Volteé hacía él, ladeando la cabeza, sin poder comprender bien a lo que se refería.—¿Me dirás que lo curó el poder del amor? —bufé divertida, pero la seriedad en su mirada me hizo disolver mi sonrisa. —Soy médico, creo en lo que mis ojos pueden ver, y he sido testigo de milagros que no pueden ser comprobados por la ciencia —dijo muy seguro mientras acortaba la distancia entre los dos—. Así que sí, a estas alturas, creo en el poder del amor.Tragué saliva y retrocedí hasta que mi espalda se pegó a la puerta. Se me escapaba el aliento cuanto más cerca lo tení
JIMENA RANGEL—Iba a tener un hijo hace mucho tiempo —contesté sintiendo la mirada lastimosa de Bennet clavada en mi espalda. —¿Dónde está? —preguntó Gerardo con emoción.—¿Qué edad tiene? —segundó Mario con el mismo interés. —Él… se fue, está en el cielo —contesté adolorida del corazón. ¿Cómo se le puede explicar a niños tan pequeños el dolor tan profundo de una madre que tuvo que renunciar a su hijo por amor y piedad?—. Él… estaba enfermito.—¿Nació enfermito? ¿Qué tenía? —preguntó Leonardo curioso y preocupado al mismo tiempo, mientras yo tenía que lidiar con ese dolor del pasado, desenterrarlo después de tantos años y abrazarlo. —Niños… Ese es un tema que le duele mucho a su tía Jimena. No querrán hacerla llorar, ¿verdad? —dijo Bennet intentando lidiar con la situación, leyendo a la perfección mi rostro pálido y ojos brillosos, además de mis labios apretados mientras buscaba las palabras correctas y mis manos temblorosas se posaban en mi vientre. Los cinco niños pusieron caras
CRISTINE FERRERASentada frente al fuego de la chimenea levanté mi copa media llena, ya no sabía cuántas llevaba mientras que el festín que había preparado se enfriaba en la mesa. Intenté sonreír con los ojos llenos de lágrimas y un maldito nudo en la garganta que me asfixiaba y que solo con el alcohol lograba pasar ese trago amargo de mi aniversario. Ni siquiera sabía por qué había preparado la cena si, como el año pasado, comería sola. Me casé joven y llena de ilusión, con un hombre atractivo que me llevaba unos cuantos años de más, pero que… creí que… ya sabes, me amaría cuando me conociera. Era una buena chica, detallista, dulce… me esforzaba por hacer hasta el mínimo esfuerzo para ganarme su corazón, ¡Dios sabe cuánto luché por… solo una sonrisa!, pero nada de lo que hacía era suficientemente bueno. Siempre en esta fecha recordaba lo primero que le dije a mi esposo cuando entramos a esta casa, que sería nuestro hogar. Aún llevaba mi vestido de novia y él no dudó en dirigirse a
CRISTINE FERRERACuando el llanto de mis angelitos por fin cesó, tomé mi computadora portátil y la abrí sobre mis piernas mientras que con un pie seguía meciendo la cuna para que el sueño de mis bebés no fuera perturbado o interrumpido. Comencé a teclear con habilidad; no solo quería el divorcio, necesitaba que Eliot firmara un acuerdo donde me cedía la custodia total de los niños. No me importaba si no recibía ni un solo centavo, incluso estaba dispuesta a renunciar a cualquier beneficio que la separación me pudiera ofrecer. ¡No quería absolutamente nada de él! ¡Podía quedarse con su dinero, con su enorme casa y todas las comodidades! ¡Lo único que necesitaba era poner fin a este calvario y llevarme a mis bebés lejos de él! Dudaba mucho que quisiera quedárselos, era un horrible padre, ¿qué haría con tres niños? ¿Cómo podría cuidar de ellos y cubrir todas sus necesidades si solo tenía tiempo para trabajar e ignorarnos?Estaba dispuesta a llevar los papeles al día siguiente a primera
CRISTINE FERRERANuestro matrimonio no solo era un fracaso, sino que había sido un asunto arreglado entre mis padres y los suyos. Sabía de Eliot mucho antes de saber que me casaría con él y admito de manera vergonzosa que lo admiraba, no solo porque era un hombre que parecía más un actor de películas de acción, con su gran altura, sus espaldas anchas, y ese rostro que era la combinación perfecta entre rasgos finos y angulosos, y masculinidad, sino que estaba fascinada por unirme en matrimonio con un hombre tan inteligente, que era capaz de dirigir una empresa como la que tenía en sus manos. No me sentía a su altura y tenía miedo de no ser suficiente. Tenía razón, no lo fui, por lo menos no para él, porque si de algo estoy segura es que yo no dejé de demostrarle que tenía iniciativa y corazón.Mi primer intento de alejarme de él, el primero golpe en mi corazón, fue cuando descubrí que había otra mujer en el suyo. Aún guardaba fotos y recuerdos que veía cuando se sentía melancólico. Iv