JIMENA RANGEL—Hiciste un maravilloso trabajo con Derek. Pasó la noche y no solo eso, se comporta como si nada le doliera —dije asomada entre las puertas, espiándolo. Al principio tenía miedo de que se fuera a lastimar, pero después me quedé conmovida por el amor que derrochaba por su mujer. —No fui yo —contestó Bennet detrás de mí, desconcertándome con su respuesta—. Si actúa como si nada le doliera es gracias a esa pelirroja. Volteé hacía él, ladeando la cabeza, sin poder comprender bien a lo que se refería.—¿Me dirás que lo curó el poder del amor? —bufé divertida, pero la seriedad en su mirada me hizo disolver mi sonrisa. —Soy médico, creo en lo que mis ojos pueden ver, y he sido testigo de milagros que no pueden ser comprobados por la ciencia —dijo muy seguro mientras acortaba la distancia entre los dos—. Así que sí, a estas alturas, creo en el poder del amor.Tragué saliva y retrocedí hasta que mi espalda se pegó a la puerta. Se me escapaba el aliento cuanto más cerca lo tení
JIMENA RANGEL—Iba a tener un hijo hace mucho tiempo —contesté sintiendo la mirada lastimosa de Bennet clavada en mi espalda. —¿Dónde está? —preguntó Gerardo con emoción.—¿Qué edad tiene? —segundó Mario con el mismo interés. —Él… se fue, está en el cielo —contesté adolorida del corazón. ¿Cómo se le puede explicar a niños tan pequeños el dolor tan profundo de una madre que tuvo que renunciar a su hijo por amor y piedad?—. Él… estaba enfermito.—¿Nació enfermito? ¿Qué tenía? —preguntó Leonardo curioso y preocupado al mismo tiempo, mientras yo tenía que lidiar con ese dolor del pasado, desenterrarlo después de tantos años y abrazarlo. —Niños… Ese es un tema que le duele mucho a su tía Jimena. No querrán hacerla llorar, ¿verdad? —dijo Bennet intentando lidiar con la situación, leyendo a la perfección mi rostro pálido y ojos brillosos, además de mis labios apretados mientras buscaba las palabras correctas y mis manos temblorosas se posaban en mi vientre. Los cinco niños pusieron caras
ELIOT MAGNANINo estuve consciente de cuánto tiempo pasé dormido, descansar por fin en una cama que no fuera la de la celda, con el tibio cuerpo de Cristine a mi lado, fue suficiente para que pudiera dormir todo lo que no había dormido en ese tiempo. Abrí los ojos lentamente y me removí en la cama, haciendo que las sábanas y las almohadas liberaran su dulce aroma, pero mi mano no encontró su cuerpo. Era sorprendente como en segundos cada uno de mis músculos se tensó y una descarga de adrenalina me puso ansioso. Me senté sobre la cama y no tuve que buscarla mucho, para mi buena suerte se encontraba usando un encantador camisón blanco y se veía al espejo, primero de frente y luego de perfil, mientras pasaba su mano por su vientre, haciendo que la tela se adhiriera y mostrara su pequeña barriga. Ahí estaba mi pequeño hijo creciendo y no pude evitar sonreír. ¿Cómo era posible que años antes pudiera mantenerme alejado de ella por meses? Ahora sabía que no podría sobrevivir ni un día. Mi
ELIOT MAGNANI—Leonardo… —susurré su nombre mientras me acercaba con cautela, sin saber bien cómo arreglar las cosas. —¿Te fuiste por mi culpa? —preguntó en un susurro, recargando su mejilla en el borde mientras sus deditos rascaban la pared y su mirada se clavaba en el piso—. ¿Nos abandonaste porque te dije todas esas cosas feas? ¿Te fuiste por mi culpa?—No fue por eso… —contesté y tenía miedo de acercarme y que él saliera corriendo como aquella vez—. No quise ausentarme tanto tiempo de ustedes. Estuve metido en un problema serio, pero ya estoy de regreso. —¿En serio no te enojaste por lo que dije? —insistió con voz más lastimosa—. No era cierto. Yo… yo… no quería decirte esas cosas feas, es que… me sentí muy… muy mal… y yo… yo no… es que… Cerró sus ojos y parecía querer esconder su rostro contra la pared, mientras enormes lágrimas caían por sus mejillas regordetas. —¿Ya no me quieres? ¿Ya no quieres que sea tu hijo, porque yo te dije que no quería que fueras mi papá? —preguntó
DEREK MAGNANICuando el abrazo se disolvió, nos quedamos un momento viéndonos Cristine y yo, compartiendo una sonrisa. Sentía una clase de calor en el pecho y era capaz de pensar en ella como una hermana menor. Me inspiraba tanta ternura. —No te acostumbres a acercarte tanto a mi mujer… —escuché la voz profunda y gruesa de Eliot, entonces lo vi atravesando la puerta, cargando a uno de los trillizos que parecía haber estado llorando, y sin ganas de soltarse del cuello de su padre. —¿Cómo puedes tolerar a un hombre tan celoso? —le pregunté a Cristine sin apartar la mirada de Eliot. —Wao… —dijo el hijo mayor de Eliot, Mario, en un susurro. Parecía sorprendido y descolocado—. Son idénticos. Es como tener dos papás.—Siempre es bueno tener dos de todo —contestó el trillizo barrigón mientras asentía como lo haría alguien sabio. —¿Se imaginan cuando los dos vayan a la escuela por nosotros? —preguntó Brian con emoción.—¡Sí, podemos decir que tenemos dos papás! —exclamó el tercer trillizo
DEREK MAGNANI—¿Es en serio? —pregunté cuando me vi al espejo y noté que no solo el atuendo era elegante, casual y costoso, sino que era idéntico al de Eliot. Cuando volteé hacia él fue como si nunca me hubiera apartado del espejo, sobre todo porque estaba haciendo el mismo gesto de desagrado que yo.—¡Ay, lo siento! Siempre quise tener gemelos para vestirlos igual —dijo Zafrina entre risas—. No te quejes, Eliot…—Derek… —corrigió Eliot—. Derek es quien se quejó, no yo. —Puso su mano en mi pecho y volteó a verla con reproche—. ¡Él es Derek, velo bien! —En cuanto los pierda de vista, se me habrá olvidado quien era quien —contestó esa señora levantando los hombros y sonriendo—. Además, ¿no les da curiosidad saber si sus mujercitas podrían identificarlos con facilidad? ¿No han pensado en la serie de malentendidos que podrían venir más adelante? Después de soltar su veneno, nos dejó solos en el vestidor, compartiendo un silencio cargado de dudas. ¿Sloane podría confundirse? ¿Qué hay de
CRISTINE FERRERAYa saben lo que dicen sobre la calma antes de la tormenta, sentía que eso era lo que estábamos compartiendo en este momento. Los niños jugando con Luca en el jardín; Berenice y Zafrina platicando mientras bebían té en la mesita de herrería; Sloane y Derek aprovechando el tiempo perdido, recargados debajo del árbol más frondoso para que la sombra ocultara sus besos apasionados; mientras yo permanecía acurrucada entre los brazos de Eliot, disfrutando del breve sol, porque estos eran días de lluvias, días en los que el cielo debería de permanecer nublado y el frío aumentaba, pero… era como si la vida nos diera ese breve respiro, sabiendo que allá afuera nos seguían esperando asuntos pendientes que podrían acabar con todo esto en cuestión de segundos.—¿En qué piensas? —pregunté besando el brazo de Eliot, que descansaba sobre mi pecho, y echando la cabeza hacia at
CRISTINE FERRERAEliot se levantó al notar mi cambio de actitud, aparentemente preocupado, y me tomó por los brazos como si temiera que me fuera a desmayar en cualquier momento.—¿Estás bien? Te ves pálida… —dijo asomándose para ver mi rostro.—Sí, solo estaba un poco mareada —contesté y mi dolor de estómago aumentó.Torciendo la boca, me tomó en brazos y decidió llevarme a la habitación. Su preocupación solo había aumentado. A cada pasó que dio lo vi fijamente, apreciando su perfil, perdida en sus ojos cargados de determinación y sus labios suaves. Recargué mi cabeza en su hombro y de pronto sentí ganas de llorar. ¿Estaba exagerando o solo era víctima de las hormonas? Eliot no era un hombre de esos. Era imposible que esa chica significara algo para él, debía de tratarse de