ELIOT MAGNANI
—Otra prueba de que estás loco… —susurró el doctor mientras retrocedía sin apartar la mirada de mi hermano, quien empezaba a rodear la patrulla volcada para poder alcanzarlo—. ¿Es tanta tu rabia en mi contra que ni siquiera el dolor te detiene?
—Dispara una vez más, dispara cuantas veces quieras, pero si me voy a morir aquí, me iré contigo. No voy a permitir que vuelvas a estar cerca de Sloane y de mis hijos —siseó Derek lleno de ira mientras avanzaba con el pecho inflado y la espalda sangrante.
Derek estaba en desventaja y por muy feroz que se mostrara, no aguantaría otro disparo. Volteé a mi alrededor, reconociendo el tramo de carretera, me era bastante conocido, y cuando D’Marco apuntó una vez m&a
ELIOT MAGNANI—¿Cómo está Cristine? —El corazón me ardió al preguntar mientras su imagen se proyectaba en mi cabeza. Su hermoso cabello negro, sus ojos verdes y su dulce sonrisa.—Rota… —Derek respondió casi de inmediato y volteó hacia mí—. Te ama tanto que no le importó enfrentarme y mucho menos arriesgarse. Te extraña tanto o más de lo que tú la extrañas a ella.—¡Todo esto es tu puta culpa! —grité furioso y lo tomé por el cuello de la camisa, presionándolo contra la columna, viendo como su rostro se contraía en una mueca de dolor—. Yo iba a ayudarte, te iba a sacar de ahí. ¡Me traicionaste, me usaste y después arruinaste mi vida! &i
ELIOT MAGNANIMientras mi padre vio en mí un digno sucesor, su rechazo hacia Derek aumentó, aunque no fuera algo notorio, era obvio que no olvidaba que, en los momentos difíciles, mi hermano se había acercado a mi madre y no a él. Ahora entendía porque mi padre no luchó por sacarlo de ese hospital psiquiátrico y prefirió darlo por muerto. Vi a Derek en el sofá y sentí lástima, había sido una víctima del conflicto entre mis padres en el que no tenía nada de culpa, pero… ¿no lo fui yo también? Mientras llevaba un par de toallas y un cuenco con agua, pensé en todos esos años en los que hice a un lado a Cristine, ¿no la traté de la misma manera que mi padre trató a mi madre? Haciéndola a un lado como si fuera una apestada, rehusándome a comer su comida, a compartir la cama y ausentándome por largo tiempo de casa. Cada castigo que mi padre le impuso a mi madre, Cristine también lo sufrió, la diferencia es que ella no era culpable de nada, solo de mis traumas. ¿Cuánto puede dañar a un hij
SLOANE D’MARCO—Déjenme ver si entendí… —dijo la abogada caminando de un lado para otro, mientras Berenice, Cristine y yo permanecimos sentadas en el enorme sofá de Zafrina, como tres niñas regañadas—. Se han involucrado de manera ilegal en todo esto más veces de las que puedo contar, y no solo eso… ¡¿Las tres están embarazadas al mismo tiempo?! ¡¿Qué carajos?! ¡¿Es temporada de celo para los Magnani y o qué?!Las tres agachamos la cabeza casi al mismo tiempo, sin encontrar una buena explicación para todo. —Es que los Magnani somos puro fuego —contestó Luca lleno de orgullo, empeorando la molestia de Jimena. —Sí, algunos comen cuando tienen problemas, o beben, ustedes se aparean —contestó torciendo los ojos y negando con la cabeza como mamá regañona. —Pues se me hace más divertido, que mordernos las uñas —refunfuñó Luca defendiendo su punto mientras torcía los ojos. —Y pensar que hace unos años se creía que los Magnani se irían a la extinción con un CEO soltero y frío y un rebelde
SLOANE D’MARCOMe quedé en silencio, fría y pensativa, con el celular en mi mano mientras intentaba calmarme. Vi a Jimena alejada, tan nerviosa como yo, llamando por su teléfono mientras Zafrina se concentraba en aliviar los malestares de Cristine y Berenice. Era el momento justo donde parecía que nadie se daba cuenta de mi presencia. Mordiéndome los labios, empecé a retroceder lentamente, la curiosidad estaba pesando más que mi instinto de sobrevivencia. Las palmas de mis manos sudaban, porque sabía que estaba mal, aun así, di media vuelta justo cuando alcancé la puerta y salí al jardín. Avancé con paso decidido, pero mis músculos empezaban a perder fuerza y me temí que al llegar a la calle cayera de rodillas sobre la acera. —¿Mami? —preguntó mi pequeño Brian, con la frente llena de sudor y las rodillas de tierra—. ¡Mami! ¡Mami! ¡¿A dónde vas?! ¡Llévame contigo! Corrió inocentemente hacia mí, dando brinquitos con el resto de sus primos detrás de él. —Mi amor, no puedo llevarte.
ELIOT MAGNANIMe levanté del suelo y me deshice del agarre de Derek, quien intentó levantarse una vez más, pero el cansancio y la falta de sangre hicieron que de nuevo se dejara caer. —No te mueras todavía —le pedí antes de salir de la cabaña. El frío se estaba volviendo insoportable. Busqué en el enorme cobertizo que quedaba a unos metros. Ahí guardaba el abuelo la camioneta vieja, solo rogaba porque aún sirviera. Después de romper las cadenas con una palanca igual o peor de oxidada, pude ver el auto dentro. Era una camioneta de las antiguas: pesada, ancha, de enormes faros y con un «tumbaburros» que parecía poder arrancar un árbol desde la raíz. Pasé mi mano por la fina capa de polvo sintiendo el frío metal. Abrí el cofre y parecía que todo estaba en su lugar, pero… ¿funcionaba?Alcancé las llaves sobre la mesa donde mi abuelo solía trabajar y entré en la cabina de la camioneta, notando un olor enmohecido y escuchando ese rechinido de los asientos. Metí la llave en el «switch» y n
ELIOT MAGNANI—¡No! ¡Espera! —gritó Luca furioso, indeciso en si entrar al auto o ir por mí.—Estaré bien, solo váyanse —pedí con tranquilidad encendiendo de nuevo el estruendoso motor de la camioneta—. Los alcanzaré cuando todo se calme.—Eliot… —Noté la incertidumbre en su cara y de pronto parecía ese niño pequeño que recordaba de hacía años, con la mirada rota.Era curioso como en los momentos de mayor tensión siempre llegaba una ola de recuerdos. Luca era un niño introvertido que siempre me seguía a mí o a Derek como un patito buscando aprobación. Nunca se dio cuenta de que éramos gemelos, era muy joven para encontrar la diferencia y como era raro que Derek y yo estuviéramos en una reunión familiar al mismo tiempo, él nos llamaba a los dos con mi nombre, cosa que a Derek no le
LUCA MAGNANITenía el corazón en la garganta y la firmeza en las manos. Apreté las mandíbulas mientras me incorporaba a la carretera.—Veamos que tan bueno eres saltándote las reglas —susurró Derek en cuanto me percaté del retén de patrullas más adelante.—¿Se te olvida que soy la oveja negra de la familia? —pregunté con media sonrisa, comenzando a sentir esa adrenalina que me llenaba de euforia.—Pensé que yo era la oveja negra…—Nah… tú eres la oveja loca y muerta —contesté con una carcajada.—Cabrón… —sus
SLOANE D’MARCOAtravesamos largos pasillos y subimos por ascensores. Mi padre estaba en el área ejecutiva del hospital, el nivel con mejores servicios y más costoso. Claro, no esperaba menos.—Ahí es… —dijo Celia señalándome la habitación.—¿No vienes conmigo? —pregunté levantando una ceja y ella negó. ¿Así o más obvio que algo andaba mal?Avancé sintiendo que mi párpado comenzaba a temblar desde antes de enfrentarme a mi padre, pero cuando entré a la habitación me quedé congelada. Había un enfermero ahí y estaba preparando una inyección. El cubrebocas ocultaba la mitad de su rostro y su mirada se clav&oacu