CRISTINE FERRERA—Pues… no queda ninguna publicación de la cual preocuparte —dijo Jimena mientras tomábamos un café en la pequeña mesa del departamento. Había revisado por largos minutos su celular y yo la imité. Efectivamente, cada acusación en mi contra había desaparecido—. Todas han sido eliminadas y varios perfiles han sido bloqueados. ¿Tienes una idea de quién pudo hacerte tal favor? Debe de tratarse de alguien muy poderoso… Ambas sabíamos bien quien lo había hecho. Eliot era la única persona con el dinero y poder suficiente para organizar una cacería así, y no sabía cómo sentirme al respecto. Esto solo me confirmaba su inocencia, pues de haber sido su intención ensuciar mi reputación, no hubiera hecho nada por corregirlo. ¿Estaba agradecida? Tal vez un poco. —¿Ya pensaste que harás? —preguntó Jimena ante mi silencio—. Aunque las publicaciones desaparecieron, no significa que no hubieran infectado las mentes de esta ciudad. Después de todo te conocen como la exesposa del señor
CRISTINE FERRERALe pedí a Jimena que cuidara el sueño de mis pequeños mientras yo salía a dar una vuelta, insistiendo en que necesitaba aire y que no iría muy lejos. Me vio con desconfianza, pero no me hizo preguntas. Después de avanzar un par de calles, decidí parar un taxi y la dirección a donde quería ir me costó pronunciarla. Todo el camino le fui dando vueltas a la plática mientras ignoraba los mensajes insistentes de Rinaldi, desesperado por una respuesta. Si había posibilidad de volver con Eliot, la iba a tomar, estaba decidida. El auto se detuvo delante de la propiedad que por tantos años habité. Una de las condiciones para estar con él consistiría en cambiar de casa, me volvería loca con todos los recuerdos. Salí del auto y las piernas me temblaban, aun así, avancé con la frente en alto y mordiéndome los labios. Toqué tres veces a la puerta. Pude notar por el rabillo del ojo que las cortinas se movían, alguien se había asomado, ¿sería Eliot? Entonces escuché como la cerra
ELIOT MAGNANIDespués de visitar la empresa, específicamente el área de informática donde pedí que se encargaran de todas esas publicaciones tóxicas que solo perjudicaban a Cristine, decidí regresar a casa.Había amenazado con quedarme con mi hijo el resto del día e Ivette había intentado unirse a nosotros, pero mientras le mostraba la empresa a Mario, ella se quedó en la casa como único consuelo. Estaba loca si creía que se volvería parte de mi vida.Ya había contactado a mis abogados, era obvio que le quitaría al niño en cuanto pudiera e incluso solicitaría una orden de restricción para que no pudiera verlo. Era una mala madre y no me sería difícil comprobarlo ante la corte.—¡Mira papá! ¡Es la señora Cristine! ¡La mamá de los trillizos! —exclamó Mario desde el asiento tra
CRISTINE FERRERANo lloré hasta privarme, tampoco me tiré sobre la mesa de la cafetería rogándole al cielo que dejara de jugar con mi corazón. Solo… me mantuve ahí, sentada, con la mirada clavada en la ventana mientras las lágrimas brotaban de mis ojos y caían por mis mejillas. No había sollozos ni gimoteos, solo… silencio, uno muy profundo y doloroso.Levanté la mirada hacia el cielo nublado, estaba a punto de llover.—Un día mi abuela, cuando yo era pequeña, me dijo que… llegaría el hombre que encendiera las estrellas por mí —dije en un susurro mientras Rinaldi se mantenía en silencio, con sus manos en la taza de café y su mirada clavada en mí—. Cuando me casé c
CRISTINE FERRERA¡Sí, sí! Yo también estaba sorprendida de lo que iba a hacer. Era como pedirle a un pez que trepara un árbol frente a un jurado de chimpancés.Apenas saqué la cabeza por entre las cortinas y vi a Rinaldi sentado junto a Zafrina, mientras esa arrogante modelo se mantenía cerca, fingiendo no estar al pendiente, pero sabía que la maldita esperaba con ansias verme hacer el ridículo.—¿Cuándo planeas salir? Zafrina no es muy paciente —dijo la ayudante detrás de mí.—¡¿Cómo planeas que salga así?! ¡Esto no es ropa! ¡Son retazos de tela que te sobraron! —exclamé con los dientes apretados mientras baja
DARÍO RINALDIEntré a mi departamento, ese hoyo oscuro que parecía tan frío y carente de vida hasta que… Cristine aceptó vivir aquí con los niños. Tuve que suplicar bastante, pues su confianza en los hombres era casi nula después de todo lo que había vivido. El día que Cristine entró por primera vez a mi salón, fue imposible no prestarle atención. Parecía vulnerable y confundida, además de que era ilógico negar que era una chica muy hermosa, y joven para tener ya tres hijos, pero cuando supe que eran trillizos, me sorprendí. Eran niños educados y dulces. A veces ponían más atención que muchos de mis alumnos. Solo había algo que me causaba remordimiento, y es que yo sabía desde hacía tiempo que ella trabajaba en ese burdel. A decir verdad, pasé muchas noches viéndola de manera anónima, manteniéndome en un lugar con buena vista hacia el escenario donde bailaba. Ella era mi único motivo por el cual visitaba ese sitio de mala muerte, cuando ella regresaba a su camerino, yo me iba del lu
CRISTINE FERRERAHoy era el gran día de la pasarela de prueba donde usaríamos algunos de los vestidos y, por supuesto, mi primera evaluación. Cuando quise involucrarme en el mundo de la moda, no era precisamente como modelo. Desde pequeña me gustaba dibujar vestidos y con pedazos de tela hacerles ropa a mis muñecas. Conforme crecí, mi interés no cambió. Eso era lo que en verdad quería, crear ropa hermosa, personalizada, que fuera acorde a la altura y complexión de las personas, no quería hacer cosas por destajo, quería hacer obras únicas. Tal vez si me involucraba en el mundo del modelaje, con el tiempo Zafrina podría ver que tengo más potencial que solo caminar por una pasarela.—Me sorprende que hayas llegado tan lejos… En verdad sobreviviste todo el mes y no solo eso, luces más delgada, aunque no lo suficiente —dijo esa maldita rubia que tan mal me caía—. Toma, esto es para ti. Me ofreció un par de zapatos altos, eran más altos que los que usaban las demás y entendí que era por m
CRISTINE FERRERAEl regaño de Zafrina hizo que me pusiera de pie de inmediato, pero mi tobillo punzaba, no podía apoyarlo y casi caigo una vez más si no fuera porque alguien se había subido a la pasarela y me había tomado por la cintura.Al principio pensé que era Rinaldi preocupado por mí, pero sus manos eran más grandes y se sentían más cálidas. Apenas hacían presión sobre mi cintura y mi piel ya se había erizado y mi cuerpo temblaba. No… No era él. Imposible. Mi corazón se agitó desesperado, gritando desde el centro de mi pecho como «groupie» frente a su cantante favorito. Tardé más en voltear que Eliot en tomarme en brazos. Me sentí pequeña y vulnerable. No parecía afectado por mi peso, por el contrario, recorrió la pasarela ante la mirada sorprendida de todos, con elegancia y distinción. Parecía uno más de los modelos, luciendo varonil y con ese gesto frío tan sensual que arrancaba suspiros, mientras que yo, la que en teoría era la modelo, solo parecía un accesorio más entre sus