SLOANE D’MARCODerek tomó por el cuello a Carla tan fuerte que pudo ponerla de pie con un solo movimiento logrando que distrajera su atención de mí y volviera a su miseria. Sus planes se habían ido a la mierda, Derek ya no era suyo.—Escúchame bien, huye de la ciudad, huye del país, porque si mi hijo sufre las consecuencias de tu visita, si algo le pasa, si Sloane lo pierde por lo que has hecho hoy, no voy a parar hasta encontrarte y te juro que te ahorcaré con tus propias entrañas —siseó Derek no solo sorprendiendo a Carla, sino también a mí. ¿Cuánto odio y violencia albergaba en su interior para hacer amenazas tan brutales? —Derek… ella… ella… me manipuló, ella… —comenzó a gimotear Carla, pero en vez de causar lástima en él, solo aumentó su odio y desagrado. Ya era muy tarde, el papel de víctima se le había caído y no había manera de recuperar su confianza. Derek la arrojó aún más lejos y se quedó en la puerta viéndola partir, arrastrando lo que le quedaba de dignidad en la suela d
CRISTINE FERRERAEra curioso como un día el departamento había estado lleno de vida, con mis hijos jugando con Luca, Berenice y yo cocinando, mientras esperaba a que Eliot regresara de trabajar, pero ahora, solo podía escuchar el ruido de mi respiración. Mi vida se había caído a pedazos y me sentía tan devastada. Caminé entre habitaciones, imaginándome la familia que había formado aquí y que ahora parecía que no existía. Las últimas gardenias se estaban secando y el repartidor ya no llegaba con más, recordándome que el tiempo había pasado y que Eliot seguía encerrado. Confiada de que Zafrina estaba cuidando de mis niños, decidí entrar a mi habitación, dejarme caer sobre la cama y consumirme en la miseria, llegar a lo más bajo, dejar que el dolor me consumiera y alcanzara hasta la última fibra de mi cuerpo mientras las lágrimas caían por mis mejillas, pero mi boca guardaba silencio. Algo me decía que no podía caer más bajo, ni sentirme aún más sola. Luca debería de estar llegando a a
DEREK MAGNANIEl doctor había regresado el mismo día que había dado la grata noticia, pero cuando nos vio a Sloane y a mí llenos de cortadas y golpes parecía no comprender que había ocurrido con nosotros en tan poco tiempo entre la primera y la segunda visita. Era obvio que lo primero que le preocupó fue violencia doméstica, viéndome con desconfianza y decepción mientras suturaba el brazo de Sloane, pero al notar la herida tan profunda en mi rostro tal vez imaginó que las fuerzas estaban equilibradas. Al final, después de suturar cada herida, no solo pagué por sus servicios, sino también por su silencio. De esa manera volvimos a quedar solos, pero por lo menos ya estábamos suturados y la sangre no sería un gran problema. De inmediato me asomé al despacho, donde mi pequeño Brian estaba acurrucado en el sofá, parecía un cachorrito, había estado llorando, se notaban sus lágrimas secas en sus mejillas regordetas y me sentí mal. Lo tomé entre mis brazos, viéndolo tan pequeño y frágil mie
DEREK MAGNANILa tomé por los muslos, haciendo que enroscara sus piernas a mi cadera y la llevé al baño, desgastando nuestros labios con besos necesitados, ansiosos y desesperados. Por largos veinte años me privé de su cuerpo, no podía seguir desperdiciando el tiempo. La deseaba, mi piel ardía impaciente y debajo del agua tibia la tomé una vez más. Entré lentamente en ella mientras no dejaba de ver su dulce rostro contorsionándose de placer. Sentir sus dedos encajándose en mis hombros mientras su boca entreabierta liberaba dulces gemidos solo me enloquecía más de lo que su cálida y húmeda intimidad ya lo hacía. Entrar en ella y sentir su cuerpo adherido al mío me daba la sensación de dos piezas que se ensamblan a la perfección. Disfruté de su textura y su sabor. Me ensañé con su cuello, mordí sus hombros, encajando mis dientes haciendo que se retorciera y al mismo tiempo sus manos me atrajeran más a ella, desesperada porque no me apartara, deseando que nuestros cuerpos se fundieran.
CRISTINE FERRERASentada frente al fuego de la chimenea levanté mi copa media llena, ya no sabía cuántas llevaba mientras que el festín que había preparado se enfriaba en la mesa. Intenté sonreír con los ojos llenos de lágrimas y un maldito nudo en la garganta que me asfixiaba y que solo con el alcohol lograba pasar ese trago amargo de mi aniversario. Ni siquiera sabía por qué había preparado la cena si, como el año pasado, comería sola. Me casé joven y llena de ilusión, con un hombre atractivo que me llevaba unos cuantos años de más, pero que… creí que… ya sabes, me amaría cuando me conociera. Era una buena chica, detallista, dulce… me esforzaba por hacer hasta el mínimo esfuerzo para ganarme su corazón, ¡Dios sabe cuánto luché por… solo una sonrisa!, pero nada de lo que hacía era suficientemente bueno. Siempre en esta fecha recordaba lo primero que le dije a mi esposo cuando entramos a esta casa, que sería nuestro hogar. Aún llevaba mi vestido de novia y él no dudó en dirigirse a
CRISTINE FERRERACuando el llanto de mis angelitos por fin cesó, tomé mi computadora portátil y la abrí sobre mis piernas mientras que con un pie seguía meciendo la cuna para que el sueño de mis bebés no fuera perturbado o interrumpido. Comencé a teclear con habilidad; no solo quería el divorcio, necesitaba que Eliot firmara un acuerdo donde me cedía la custodia total de los niños. No me importaba si no recibía ni un solo centavo, incluso estaba dispuesta a renunciar a cualquier beneficio que la separación me pudiera ofrecer. ¡No quería absolutamente nada de él! ¡Podía quedarse con su dinero, con su enorme casa y todas las comodidades! ¡Lo único que necesitaba era poner fin a este calvario y llevarme a mis bebés lejos de él! Dudaba mucho que quisiera quedárselos, era un horrible padre, ¿qué haría con tres niños? ¿Cómo podría cuidar de ellos y cubrir todas sus necesidades si solo tenía tiempo para trabajar e ignorarnos?Estaba dispuesta a llevar los papeles al día siguiente a primera
CRISTINE FERRERANuestro matrimonio no solo era un fracaso, sino que había sido un asunto arreglado entre mis padres y los suyos. Sabía de Eliot mucho antes de saber que me casaría con él y admito de manera vergonzosa que lo admiraba, no solo porque era un hombre que parecía más un actor de películas de acción, con su gran altura, sus espaldas anchas, y ese rostro que era la combinación perfecta entre rasgos finos y angulosos, y masculinidad, sino que estaba fascinada por unirme en matrimonio con un hombre tan inteligente, que era capaz de dirigir una empresa como la que tenía en sus manos. No me sentía a su altura y tenía miedo de no ser suficiente. Tenía razón, no lo fui, por lo menos no para él, porque si de algo estoy segura es que yo no dejé de demostrarle que tenía iniciativa y corazón.Mi primer intento de alejarme de él, el primero golpe en mi corazón, fue cuando descubrí que había otra mujer en el suyo. Aún guardaba fotos y recuerdos que veía cuando se sentía melancólico. Iv
CRISTINE FERRERAMe pasé toda la mañana limpiando el piso de la cocina, la cena ya estaba seca y pegada a la losa. Con tristeza tomé el acta de divorcio sucia que se hizo pedazos en cuanto la alcé, la comida la había arruinado.Recordar el fracaso de anoche solo me hizo sentir furiosa y frustrada. ¡Era imposible hablar con ese hombre! —¡Te odio Eliot Magnani! ¡Te odio! ¡Te desprecio! ¡Te aborrezco! —grité llena de furia, con ganas de voltear la mesa, patear las sillas y salir de esa maldita casa con mis bebés para jamás volver—. Eres un hijo de puta. Maldito el día que mis padres decidieron casarme contigo. »Pero hay un puto karma, imbécil, lo sé… y cuando te llegue espero estar cerca para burlarme en tu cara. Terminarás solo y arruinado porque con el carácter de mierda que te cargas, ni tu madre te soportaba —con cada palabra arrojé con furia a la basura esa masa podrida y asquerosa en la que se había convertido la cena de aniversario. De pronto, cuando sentí que la presión de tod