DEREK MAGNANI—Estabas muy cansado, así que decidimos ir de compras y preparar el desayuno —agregó Sloane con una gran sonrisa. —Ya sabía yo que no podrían hacer algo así con las sobras de comida que había en el refrigerador —contesté con media sonrisa y negué con la cabeza. Me costaba levantar la mirada, como si temiera que en cualquier momento ambos se esfumaran. No sé si Sloane podía leer mis pensamientos como la psicoterapeuta que era, pero tomó mi mano y la posó en su mejilla, demostrándome que era real. Cuando por fin puse más atención en ella, me arrancó el aliento. Llevaba uno de los vestidos que había comprado, era muy parecido a uno que me encantaba y que usaba mucho cuando éramos novios. Su cabello estaba trenzado y a un lado, se veía tan adorable. Besó la cara interna de mi muñeca antes de liberar mi mano, pero yo la mantuve sobre su cálida mejilla, aún embelesado por su belleza. No mentía cuando decía que, ante mis ojos, era la mujer más hermosa que alguna vez había vis
DEREK MAGNANI—¿Qué? —Aunque Sloane parecía hablar con seriedad y el corazón en la mano, mis oídos solo escuchaban irreverencias. Tenía la misma lógica que hablar de unicornios o dragones. ¿En verdad creía que cabía la posibilidad de que amara a alguien más que a ella? ¿En verdad creía que esa persona podría ser Carla?El dolor en su rostro me estaba doliendo a mí también. Me volqué sobre ella, derribándola suavemente sobre el césped. Paseé mis ojos por su hermoso rostro y no podía concebir que esto la estuviera torturando. Acaricié su mejilla lentamente antes de presionar mis labios contra los suyos, depositando un beso lento, suave, deleitándome con su sabor, seduciendo su lengua, mordisqueando sus labios, devorándola con paciencia, disfrutando de ella. —Nunca nadie podrá ocupar tu lugar… —susurré aún con los ojos cerrados—. No hay mujer en este mundo que pueda hacerme sentir lo que siento cuando estoy contigo. Eres mi más grande deseo, mi más profunda obsesión. Me apoyé sobre mis
CARLA ROSSI—Carlita, Carlita… ¿qué hiciste? —preguntó Jerry en el sofá, con ambos pies apoyados en la mesa de centro—. ¿En verdad esa mujer te ganó en tu propio juego? ¡Por favor! Derek, era tuyo, tu perro fiel, tu pitbull para arrancarle la cabeza a todos los que nos han hecho daño y… ¿qué hiciste? Dejaste que otra ocupara su cama.Me sentía como una niña regañada y no podía dejar de llorar. Aún me dolía cada caída que había sufrido por culpa de ese malagradecido desequilibrado mental.—Pensé que eras más inteligente, más astuta… ya veo que tu cerebro de nuez no pudo con un plan tan complicado —agregó negando con la cabeza. Su apariencia bonachona e indefensa podía provocar hasta burla, pero solo yo sabía lo que se escondía detrás de esa camisa de manga corta y bermudas—. El plan era sencillo. ¿Qué pasó? ¿En qué momento te
DEREK MAGNANIEn cuanto regresamos al departamento comencé a empacar la ropa que le había comprado a Sloane, junto a la mía. No llevaríamos mucho y a Brian podría comprarle todo lo que necesitara en cuanto llegáramos a nuestro destino.Sloane le pidió a Brian que se distrajera con las caricaturas, mientras su rostro se transformaba en una mueca de incertidumbre y duda conforme se acercaba a mí. El ruido de sus pasos era imperceptible, aun así, alcanzaba a verla por el rabillo del ojo. Cuando su mano se posó sobre mi hombro, mi cuerpo se tensó y permanecí en silencio y sin ganas de voltear hacia ella.—¿Qué ocurre? —preguntó en tono suave, sin intenciones de ser exigente, pero sabía que no daría el
SLOANE D’MARCOSin terminar de quitarme el vestido, Derek me tumbó sobre la mesa del comedor. Besó mis muslos antes de quitarse la playera, luciendo su piel curtida que cubría sus fuertes músculos. Me sentía tan pequeña entre sus brazos. Apenas bajó lo suficiente el tirante de mi vestido para descubrir uno de mis pechos, al cual se aferró, succionando y mordiendo mientras bajaba su bragueta. Parecía cada vez más desesperado por penetrarme y yo compartía su sentir.Intentando guardar silencio para no despertar a nuestro bebé, follamos sobre el comedor. Me aferré a su cuerpo mientras trataba de mantener mi falda arriba para que no estorbara durante sus embestidas. La mesa comenzó a rechinar y tuve miedo de que las patas se rompieran como las del escritorio del señor Spoti.Derek me llevó en brazos, con mis caderas pegadas a las
SLOANE D’MARCO«Mi hermoso ángel de fuego, lamento irme de esta forma, dejando atrás lo que más amo en este mundo, lo único que me hace desear seguir viviendo pese a todo, pero me di cuenta de que, aunque lo mejor es hacer lo correcto, no es tan fácil.Entregarme ante las puertas del psiquiátrico no es lo mejor, no si tu padre es quien me recibe. ¿Crees que no sería capaz de encerrarme junto a Eliot? Las cosas no serán sencillas, no después de todo lo que ha pasado, no puedo simplemente pedir perdón y esperar que todo se arregle, así que… he decidido tomar el asunto en mis propias manos.Regresa con Cristine, escóndete con ella y por nada del mundo te acerques de nuevo a tu padre. Mantente lejos de él junto con los niños. Prométemelo.En cuanto a mí, espero volver, aunque no
DEREK MAGNANIEn cuanto me di cuenta de que Sloane estaba completamente dormida, escapé de sus brazos. Le coloqué un suave camisón antes de llevarla en brazos, ligera y hermosa, con su cabello revuelto y carita de ángel, recostándola junto a nuestro hijo. Me quedé por un momento sentado en el borde de la cama, viéndolos a ambos dormidos. Me grabé la imagen en el corazón y me dolió.Rebusqué en la maleta que había preparado, saqué un sobre con dinero y la pequeña caja que guardaba mis ilusiones y sueños. Una vez que me vestí para la ocasión, me senté en la mesa y comencé a escribir, dejando con mi puño y letra indicaciones, promesas y sentimientos.No podía simplemente acudir a la p
ELIOT MAGNANI—Maldito hijo de puta… —siseé mientras campaneaba como boya en medio del mar. Derek estaba embistiendo la patrulla con mi auto, destrozándolo en el proceso, y parecía que no le importaba que ellos tuvieran armas y fueran la ley, él insistió hasta que el auto volcó a un costado de la carretera.Todo dio vueltas y reboté en el interior. De milagro no me rompí el cuello, pero no puedo decir lo mismo de los policías, pues ellos parecían inconscientes y torcidos, aún atrapados en sus cinturones de seguridad mientras el auto se balanceaba sobre el techo.Sacudí un poco la cabeza, preguntándome cuál era la intención de Derek, ¿quería matarme? ¿No había sido suficiente con met