LUCA MAGNANI—¡¿Cómo se te ocurre regalarle a mi pequeña un taller mecánico en tan malas condiciones?! ¡Cómo si no fuera posible ser más imbécil, le das un auto viejo y asqueroso para que lo arregle! ¡No es tu sirvienta! —comenzó a gritar furiosa la señora Spoti encarándome como una mamá leona, encajando su índice en mi pecho mientras vociferaba.—¿Qué fue lo que ocurrió? ¿Cómo está Berenice? ¿Cómo está mi bebé? —pregunté conteniéndome para no desmoronarme.—No pienso darte ninguna explicación, prefiero que te carcoma la duda, y vete haciendo a la idea de que mi hija regresará a casa y la mantendré lejos de ti —siseó furiosa antes de cerrar la puerta de la habitación, encerrándose con Berenice.Apenas y pude ver a mi muñequita por un fragmento de segundo, antes de que la puerta se interpusiera en mi vista, parecía dormida y me preocupé de que estuviera en coma o algo así. ¡¿Qué carajos había pasado?!Me acerqué de inmediato, queriendo abrir, pero la señora había bloqueado la puerta y
LUCA MAGNANI—El bebé se encuentra en buen estado, aún está fijado a la pared uterina y su crecimiento parece normal —aseguró el doctor revisando los estudios—. Aun así, Berenice necesita calma y reposo. No puede permanecer mucho tiempo de pie, así será por un tiempo, por lo menos hasta su siguiente revisión en un mes. ¿Entendido?—Entendido, doctor —respondió la señora Spoti frotándose las manos como si tuviera frío, mientras que yo permanecía al lado de Berenice, intentando consolarla, sabía que tenía miedo de perder a nuestra princesa, yo también lo sentía—. Regresarás a casa y ahí te cuidaré. Conseguiré una enfermera que pueda estar al pendiente de ti y…—¿Cómo? —Berenice fue la primera en abrir la boca, aunque la aseveración de su madre también me tomó por sorpresa. —Amor, necesitas que alguien cuide de ti… —contestó la mujer acercándose con esa fachada de santa, pero era como ver a una serpiente deslizándose lentamente hacia mi muñequita—. Es obvio que este hombre no cuidará de
LUCA MAGNANI—Después de una plática exhaustiva con el señor Spoti —continuó el doctor sin levantar la mirada de sus papeles—, he decidido valorar a mi nueva paciente, la señorita Spoti. Al parecer ha tenido cambios muy drásticos de humor y comportamiento, los cuales debo de revisar a fondo. »Como bien dijo el señor Spoti, el comportamiento de su hija podría ser considerado un pequeño foco rojo que nos avisa que su temperamento dócil y su amor hacia sus padres está siendo corrompido y manipulado, lo cual es algo preocupante para todos.—¿Perdón? ¿Está sugiriendo que yo la estoy manipulando? ¿Por qué haría algo así? —pregunté indignado, plantándome frente a él con ganas de romperle la cara.—Actitud dominante, mirada fija, pecho inflado y puños apretados… —susurró mientras veía mi postura y sonrió—. ¿En verdad lo pregunta? Creo que es obvio que usted se siente todo un macho dominante. ¿Por qué no tener miedo de que la pobre señorita Spoti sea víctima de un hombre que se toma la vida a
LUCA MAGNANI—¡Entonces renuncio a todo! —gritó Berenice—. No quiero nada del dinero de la familia, no quiero propiedades ni joyas. ¡Absolutamente nada! ¡Solo déjenme en paz!La señora Spoti la vio con tristeza y negó con la cabeza, adoptando la actitud de una madre que en verdad considera que su hija se ha vuelto loca. En ese momento, el padre había vuelto acompañado de dos guardias que se acercaron arrogantes hacia mí.—Acompáñenos —pidieron al unísono. —¡No! ¡Papá! ¡Por favor! —exclamó Berenice con lágrimas en los ojos mientras los guardias me tomaban de los brazos e intentaban arrastrarme fuera de la habitación. Quise resistirme, sacudirme sus manos y golpear a ese maldito doctor y al padre de Berenice, pero tuve que aguantarme por el bien de ella y contener mi furia. Juro que yo era un buen hombre, sí, cometí errores, pero intentaba callar esas voces violentas e intrusivas dentro de mi cabeza que me motivaban a incendiar el mundo, pero esta vez se me estaba complicando más de l
DEREK MAGNANIComenzaba a sentirme cómodo con la vida de Eliot pese a los pocos días que llevaba bajo su máscara. Era bastante sencillo simplemente mandar a mi ayudante por los niños y hacerse cargo de todo lo que yo no quería. Dejé a un lado las negociaciones sobre la venta de la empresa, ¿para qué vender todo si podía seguir interpretando a mi hermano con bastante facilidad?Me planté frente a la puerta del departamento de Cristine y dudé por un segundo en abrir. Aunque quisiera quedarme con todo, casarme con Cristine y hacerla mi mujer, una presión molesta en el pecho me detenía. Ella era piadosa, dulce, tierna, maternal, sí… ¡tenía miles de cualidades que todo hombre desearía en la mujer con la que planea casarse! Sin hablar de su belleza, pero… era como si mi corazón se resistiera. Cuando la besé en los labios y estuve a punto de tomarla, me asqueé. Luché contra esa sensación, había pasado tanto tiempo encerrado que por lo menos un encuentro en su cama me ayudaría a calmar mis g
DEREK MAGNANITodo el aire salió de mis pulmones y por fin mi piel resintió el frío del ambiente. Me quedé con la mirada perdida mientras Cristine me veía insistente, esperando una respuesta. Posó su mano sobre mi brazo llamando mi atención, pero ni así me digné a voltear hacia ella. —Derek… —susurró y mi piel se erizó. —No me llames así —contesté tragando saliva. No sabía si estaba malhumorado o preocupado. Luca ya sabía la verdad, igual que Cristine. ¿Ahora qué?Era cuestión de tiempo para que intentaran algo más contundente que solo enfrentarme, pero… no tenían manera de comprobar que yo era el gemelo que todos daban por muerto. Incluso, si sabía cómo mover mis piezas, podría destruir a ambos, decir que estaban locos, quedarme con los niños y meterlos al mismo psiquiátrico donde se pudrirían junto con Eliot, como toda una familia, pero cuando volteé y vi a Cristine a los ojos, supe que no podía hacerle eso, por más que quisiera. —Por favor, Derek —insistió—. Te juro que no dejar
SLOANE D’MARCOMi padre había permanecido demasiado ocupado y cada vez que regresaba a casa, solo compartíamos la comida o la cena antes de que terminara en su despacho, alejado incluso de su nieto al cual adoraba. Debía de agradecer que no iniciara con la terapia tan pronto. Tenía miedo de que volviera a borrarme los recuerdos y perderme a mí misma. ¿Cuántas veces podía jugar con mi cerebro antes de que yo colapsara? Decepcionada de ser solo un títere para mi padre y aún llena de preguntas, pasaba cada día encerrada en su casa, viendo a mi pequeño jugar en los amplios jardines, llevándolo a la escuela, recogiéndolo a veces acompañada por mi… «madrastra» en turno, la vida comenzaba a volverse monótona y agotadora.—Mi niña, aquí estás —dijo mi padre mientras yo caminaba por el jardín, entreteniéndome con una hoja seca entre mis dedos. Me estrechó con dulzura y pude detectar ese aroma tan característico de hospital: desinfectantes y esterilidad. Disfruté de su abrazo, después de tod
SLOANE D’MARCOEra demasiado temprano para que mi madrastra tuviera ánimos de acompañarme a dejar al niño en la escuela. Así que era el mejor momento para darme una breve escapada. Cuando llegué a la escuela no pude evitar notar a unos trillizos acompañados de un niño más grande, caminaban arrastrando los pies, cabizbajos y deprimidos pese a que su carita podía ser la más hermosa si sonrieran. Cuando me di cuenta, era ese chico, Luca, quien permanecía en su auto, viéndolos entrar. Me sentí tentada a acercarme y preguntar por Eliot. Todos los días revisaba mi teléfono esperando algún mensaje o llamada de él. ¿Había visitado a Derek en el psiquiátrico? Cuando me sentí a punto de dar el primer paso, me detuve, necesitaba ir a otro lugar con urgencia, mis tiempos eran precisos y si no quería levantar sospechas, tenía que ser rápida. Entré a mi auto y me dirigí hacia el hospital. Sabía que lo tenía prohibido, pero necesitaba hablar con mi amigo. Jonathan fue un feroz estudiante y gran ad