SLOANE D’MARCO
Me precipité hacía el escritorio de mi papá y me escondí debajo, en ese hueco donde solía esconder sus pies. Mi piel se erizó con el rechinido de la puerta. Escuché las pisadas firmes y estaba tentada a asomarme para ver si era muy notorio los faltantes en el estante, pero me contuve. Pude notar que se trataba de las pantorrillas y tacones de Celia. Se detuvo frente al estante y los segundos parecieron eternos. Cubrí mi boca y nariz para que no pudiera escuchar mi respiración.
—¡¿Celia?! —gritó Brian desde abajo—. ¡¿Abuelita Celia?!
—¡Ya voy, corazón! —exclamó antes de regresar sobre sus pasos, quedarse un par de segundos más en la entrada y por fin aleja
LUCA MAGNANI—Es propiedad privada, no tienes derecho a poner un solo pie dentro —dijo esa vieja bruja, la madre de Berenice, en la puerta de su hogar, flanqueada por dos hombres grandes y trajeados, era claro que eran parte de la seguridad. Me sorprendía lo parecidas que eran Berenice y su madre, por lo menos físicamente, pero a diferencia de la mujer que amaba, su madre tenía un aura maligna, era de esa clase de señoras que tenían un síndrome muy común. Yo no era psicólogo, pero conocía bien la dolencia que la aquejaba, pues muchas mujeres y hombres lo llegaban a padecer, mostrando etapas de ira, soberbia y arrogancia injustificada… se llama «el síndrome del mal cogido», ¡y esta señora gritaba que lo tenía! ¡Que su esposo no le sirviera en la cama no significaba que Berenice y yo tuviéramos que soportarlo! ¡¿Qué culpa teníamos nosotros?!Tenía tantas ganas de torcerle el cuello, pero respiré profundamente, me contuve, pensé en Berenice y en que sería algo muy malo para nuestra rela
LUCA MAGNANI—Amo a Berenice y amo al niño que lleva en su vientre… —escupí casi en su cara. Quería herirla, quería que se arrepintiera y suplicara, pero parecía una estatua con una mirada iracunda que no quería cambiar—. Tuve miedo al estar ante una responsabilidad tan grande como un hijo, pero me da más miedo perderla a ella. No voy a decir que demostraré ser mejor de lo que usted cree, porque no es mi intención convencerla ni demostrarle nada, la única que debe de creerme es la mujer con la que me voy a casar y compartir mi vida, y esa es Berenice. »Me hubiera encantado que usted y su esposo presenciaran nuestra unión, pero sí han decidido darle la espalda a su única hija, no importa, me esforzaré el doble para hacerla feliz y para que nunca se sienta mal por pensar en ustedes y en lo crueles e inhumanos que pueden llegar a ser. »¿Cree que Berenice y yo estamos perdiendo? Se equivoca, la que va a perder mucho es usted, de hecho, ya lo está haciendo.—Solo te diré algo, imbécil: c
LUCA MAGNANI—Le suplicó a mi madre que no arruinara lo que tenían, que no pidiera el divorcio, que no era gran cosa. —Los ojos de Berenice se perdieron a través del parabrisas, desbloqueando sus recuerdos de la infancia—. Dijo que sus aventuras eran algo controlado, que cuidaba de no infectarse de nada y mucho menos de tener bebés, que ese niño había sido un error, un pequeño descuido. Que mi mamá era la mujer a la que amaba y que todas las demás solo habían sido algo meramente físico. Que él podría estar con muchas, pero a la única que quería era a ella. »Mi padre dijo que era algo que tenía que hacer. Que esos viajes lo volverían loco si no recurriera a alguna incauta que le ofreciera placer, pero que su corazón siempre se quedaría en casa, en las manos de mi madre. Aún tengo todas sus palabras frescas en mi mente, como si las hubiera dicho ayer. Me detuve enfrente de la escuela de los niños y nos vimos a los ojos. De pronto lo entendí todo. Entendí el odio de su madre, pues veía
LUCA MAGNANIEl día transcurrió con demasiada tensión. Cristine llamaba insistente a Eliot, pero no contestaba, ni siquiera su ayudante en el trabajo nos podía dar razón. De pronto el departamento estuvo en un silencio muy incómodo. Los niños dejaron de jugar, los problemas de Berenice con su familia fueron desplazados y aunque mi prima quería mostrarse tranquila, era notorio que estaba alterada. —¡Todo es tu culpa! —exclamó Bruno viendo a Leonardo—. ¡Tuviste que decirle todas esas cosas feas a papá! ¡Por tu culpa no va a volver!Pese a que Leonardo era un niño que parecía siempre mantener el control, solo era eso, un niño, y ante las acusaciones de su hermano, sus ojos se rasgaron y sus pequeños labios comenzaron a temblar. —Bruno, no digas eso, no le hables así a tu hermano —intervino Cristine hincándose entre los dos, queriendo mediar la situación—. Entre hermanos no deben de pelear. —¡Pero mamá…! —gimoteó Bruno entre lágrimas. —Extraño a papá… —susurró Gerardo sentado en la al
LUCA MAGNANIDurante la cena, Eliot era el único que parecía relajado o tranquilo. Veía a todos con atención, como si estuviera analizándonos, pero cuando su mirada se posaba a mí, veía ese brillo asesino que me perturbaba y que sabía bien de donde provenía o simplemente me estaba poniendo cada vez más paranoico. Tenía mis dudas de que en verdad fuera él, pero tampoco tenía pruebas de que no lo fuera. —¡Cristine! No te preocupes por los platos, Eliot y yo los lavaremos —intervine cuando la vi levantándolos de la mesa y se los quité, casi arrebaté—. ¿Por qué no atiendes a los niños mientras dejas a los hombres de la casa encargarnos de las labores domésticas? Aunque mi prima estaba desconcertada, aceptó, entonces hizo algo que me incomodó por completo. Acarició el rostro de Eliot y depositó un beso fugaz en sus labios. El estómago se me encogió y me quedé congelado, atento a su reacción desconcertada: Cristine frunció el ceño y acarició los labios de Eliot, ¿sería que también notó q
CRISTINE FERRERANos sentamos en el sofá y pude notar que Luca se alejaba por el pasillo volteando constantemente hacia nosotros. Estaba muy nervioso desde que había regresado Eliot y no entendía por qué. De pronto Eliot me tomó por el mentón, haciendo que regresara mi atención hacia él. —No te distraigas… —dijo levantando una ceja y sonriendo de medio lado—. Me gusta cuando pones toda tu atención en mí. Sonreí nerviosa y agaché la cabeza, concentrada en descubrir su brazo. Algo parecía diferente en Eliot y me ponía nerviosa, pero lo achacaba a su ausencia durante el día. —¿Estás bien? —pregunté mientras le quitaba el vendaje del brazo—. Me preocupé, no contestabas mis llamadas, tampoco pasaste por los niños, tu ayudante no sabía dónde estabas y… De nuevo me tomó por el mentón esta vez cubriendo casi toda mi mandíbula con su mano, obligándome a ver sus ojos negros. Era extraño, pero esta vez parecían vacíos y mi corazón dio un vuelco. —En verdad me amas, ¿verdad? ¿Harías lo que f
CRISTINE FERRERAFue… muy extraño todo. Los niños se acurrucaron encima de nosotros y Eliot parecía tan incómodo. Creí que sería algo conmovedor para él cuando Leonardo por fin lo perdonara y tuviéramos esta experiencia, pero… no fue así, por el contrario, parecía molesto, pero no dijo nada, solo dejó que los niños se acurrucaran sobre su pecho. Pasó el tiempo y nos llegó a todos el sueño, pero me despertaba intermitentemente y no podía dejar de ver a Eliot. Era él, pero… al mismo tiempo parecía diferente. Su rostro era más duro y había cierta soberbia en su voz que no iba con él. Incluso su cuerpo, sus músculos estaban más voluminosos, pero no lo suficiente para que fuera algo relevante, después de todo, su ropa le seguía quedando, tal vez solo un poco más ajustada, no era que la rompiera en cuanto se la ponía, ¿verdad? Así que juzgarlo solo por eso sería muy estúpido de mi parte. Podía sospechar que estaba haciendo ejercicio, aunque no recordaba que hubiera mencionado entrar al gim
CRISTINA FERRERABajé mis manos lentamente por su piel, no con intención de acariciarlo, solo como un reflejo de mi cuerpo perdiendo las fuerzas, cuando mis dedos alcanzaron una cicatriz en su abdomen bajo que nunca había sentido antes. Agaché la mirada y entonces la vi, parecía una cortada como de unos veinte centímetros y bastante vieja. Si de algo estaba segura, es que eso no estaba ahí. —Quédate con la ducha, yo ya terminé —dijo tajante antes de dejarme sola bajo el agua y completamente confundida y aturdida.Después del baño que no planeaba tomar, salí de la habitación y noté cierta cotidianeidad en el ambiente, pero eran como esas imágenes que, entre más ves, más cosas extrañas encuentras. Todos estaban en la mesa, Berenice se había levantado temprano, en parte por las náuseas matutinas, y en parte porque quería hacer algo especial para desayunar. Ya había terminado de poner cada plato con comida en la mesa, cuando noté la mirada profunda de Eliot sobre ella, jamás la había vi